Tres domingos, tan solo tres domingos más, y nos amanecerá un nuevo
Domingo de Ramos. Día grande entre los grandes del calendario sentimental
sevillano. Ya todo el andamiaje burocrático cofrade estará ensamblado. Papeleta
de sitio. Túnica sacada del baúl de los recuerdos. Repaso exhaustivo de los
abalorios para cubrir con decoro la
Estación de Penitencia. Ropa recién comprada y presta para
ser estrenada como manda la tradición. Consumiremos en la dulce espera hermosas
tardes primaverales de lentos atardeceres, donde el azul-añil de los cielos que
perdimos nos devolverá al paraíso de la niñez. Rampa de la Plaza del Salvador. Palcos
de la Plaza de
San Francisco. Sillas de la Campana. Capirotes de Casa Rodríguez. Trasiego
incesante en Casas-Hermandades y Capillas. “Coroneles” tertulianos en “El
Rinconcillo”. Nazarenitos de caramelos en la calle Alcaicería. Traje azul
camino de la tintorería. Nerviosera de pregonero que estrenará su Pregón para
una Ciudad tan sorda como indiferente. Siempre con la confianza (ya toca) de
que este año si me –nos- será posible pisar vestido de ruán las calles de la Ciudad. Pasan
los años y pasa la vida igual que pasan los ríos en busca de la mar. Es el “Año
de la Fe” y esta
es la última que no nos podemos permitir perder. Todo está embarullado en esta
época tan irracional como perversamente hostil. Necesitamos nutrirnos de
ciertos remansos de paz para hacer frente, con algo de aliento, a cuanto de
malo nos “programan” nuestros políticos (por sus EREs y sobres los conoceréis).
Solamente por estos lares -y por estas
fechas- se funden armoniosamente la ética y la estética. Sabernos nobles por acudir fervorosos cada
año al encuentro de nuestras tradiciones más genuinas. Sentirnos participes activos de una de las
ceremonias callejeras más bellas que ofrece la Cristiandad. Veintiún días, tan solo
veintiún días más, y volverá a ponerse en marcha el reloj que marca las horas
sentimentales de la Ciudad. Será
un nuevo Domingo de Ramos y todo volverá a renacer de nuevo. El tópico que nos
envuelve se difuminará y se hará verdad cuando veamos al primer nazarenito con
su túnica blanca. Venimos de las
tinieblas para así poder apreciar en toda su magnificencia el milagro de la
luz. Amor, Candelaria, Pasión, Gran
Poder, Cachorro y Soledad de soledades son quienes nutren mi universo
tradicional-sentimental más íntimo y personal.
Cada uno tendrá el suyo aunque algunos lo disimulen escapando -si ello
fuera posible- estos días de la Ciudad. Soñar
por la calle siendo participe activo de este ejercicio de sevillanía de siglos
me redime ante Dios y lo hombres. Se
nota, ya se nota en el ambiente, el vértigo de la inmediatez.
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