Cantamos al amor de los amores. Bailamos con el soniquete del rumor del
agua de la fuente. Subimos a la montaña cogidos de la mano de Mahoma.
Encendimos la mañana con las luces del amanecer. Buscamos los tres pies al gato
y la aguja del pajar. Alabamos al Hijo de Dios por San Lorenzo. Apresamos las
estrellas de los Cines de Verano. Buscamos a Sevilla y la encontramos en la
cara de la
Macarena. Susurramos al polen de las flores. Cantamos las
cuarenta a quienes quisieron escucharnos. Proclamamos a los cuatro vientos la
dureza del solano. Pasamos página y dejamos abiertos los libros de par en par.
Asumimos nuestras culpas y sobre todo las de los demás. Vareamos los olivos en
busca del aceite de la vida. Amamos con desesperación a la luz de la luna.
Pastoreamos a los lobos de la sierra y los lobos de la Ciudad nos pastorearon a
nosotros. Mandamos al zapatero a sus zapatos (y al paro político). Dejamos
correr el agua que no pensábamos beber. Reímos por no llorar y lloramos por no
reír. Paramos a la mitad del camino para reponer fuerzas e ilusiones. Hicimos
cuanto nos dijeron que hiciéramos y así nos fue. Obedecimos sin rechistar para
no señalarnos. Señalaron al fin nuestras frentes con el signo del Zorro. Tuvimos
una pasión que nunca terminó de alejarse del todo de nosotros. Rebelarnos al
final fue lo más noble que hicimos. Nadie, absolutamente nadie, podrá decir de
nosotros que, aunque algo tarde, al menos no lo intentamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario