Era una de esas noches donde te entretienes buscando algo o a alguien
en el hilo conductor de Internet y te alcanza las primeras horas de la
madrugada. Había una tranquilidad casi monacal. A través del ventanal de la
terraza veía una calle desierta y pésimamente iluminada. El reino de las
penumbras ya hace un buen rato que había impuesto su dominio de sombras
difuminadas. La gente dormía y de paso soñaba con un mundo mejor y sin tantos
mangantes. Estaba escuchando en el
ordenador muy suavemente la canción “Moon River” en la versión de Andy Williams.
Por una inevitable asociación de ideas se me vino a la memoria la inmortal
escena de “Desayuno con diamantes”. Aquella en la que George Peppard deja por
un momento su máquina de escribir y se asoma a la ventana al reclamo de un
angelical sonido. Allí estaba ella, la inmortal Audrey Hepburn, sentada en el
quicio de su ventana, con un pañuelo en su cabeza, tocando una vieja guitarra
sureña y cantando…”Moon River”!
Secuencias que se te quedan prendidas en las paredes del alma y te
acompañarán mientras vivas. Veinte
poemas de amor y una canción desesperada que diría el poeta chileno Pablo
Neruda. Terminó “Moon River” y la volví a escuchar de nuevo. Curiosamente ya no
tenía el sabor de la primera vez. Dijo bien quien dijo que los bueno si breve
dos veces bueno. Terminé mi tarea investigadora internauta justo cuando el
sueño estaba llamando a mi puerta. Son esos momentos personales e
intransferibles que le da sentido a la existencia humana. Repasé antes de
acostarme que todo estuviera cerrado o desconectado en la “cueva” y me fui para
el “sobre” susurrando entre dientes…”Moon River”. Me dije: mañana será otro día
y mi caudal sentimental buscará nuevas oportunidades para incrementarse. Lo dicho…...”Moon River”.
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