Era un lunes 21 de octubre del 2013. Se cumplían tres años del
fallecimiento de mi santa y añorada madre. Me encontré en la calle Sierpes a
Manolo González uno de los pocos y grandes exquisitos que le van quedando a
Sevilla. Tomamos un sabroso y amigable café en “Catunambú” y compartimos
nuestros respectivos achaques actuales. La maldita artrosis que nos trae a mal
traer. Manolo se encaminaba a San Lorenzo y yo a San Nicolás. Gran Poder y
Candelaria se unían en nuestros caminos nunca contrapuestos. Llego a San Nicolás y me encamino a verla como
cada lunes. La encuentro especialmente guapa vestida de azul y granate, aunque
¿qué color le sienta mal a la
Candelaria? Dentro de la Capilla observo en el suelo la horquilla del pelo
de una mujer. Esta justo al principio de la alfombra y se me abre la
interrogante de cómo pudo llegar hasta allí. Horquilla igual a las que usaban las mujeres de la generación de mi
madre para sujetarse el roete. ¿Interpreto pues que se la ha caído a alguna
mujer de una edad avanzada? ¿Será de la Candelaria? Pienso que alguien puso sus manos en
los barrotes dorados, su mirada fija en
Ella y al persignarse se le cayó una horquilla. Ya está bendecida y forma parte
de la memoria sentimental de aquel emotivo y mágico entorno. Una simple
horquilla que observé en el suelo justo el día que se cumplían tres años de la
muerte de mi madre. ¿Casualidades sin importancia? ¿Veleidades fantasiosas de
un pensionista aburrido? Pues, posiblemente sea así. Pero en los pequeños
gestos es donde encontramos el alma de las cosas cotidianas. Los sentimientos
nunca pudieron ser racionalizados. La próxima vez que visite la Capilla miraré primero el
sitio donde estaba la horquilla. Seguro que ya no estará allí. Habrá sido barrida
sin que posiblemente nadie se haya percatado de su presencia. Casi con toda
seguridad solamente la notamos la
Candelaria, mi madre y quien este folio emborrona. Son los misterios que unen el pasado con el
presente y el presente con el pasado. Una mujer se puso por la mañana unas
horquillas en su pelo. Fue a orar y pedir por los suyos al Hijo de Dios y a su
Divina Madre. Ignoraba que una de sus
horquillas caería justo al lado de la Candelaria. Vino a rezar y el rezo se
transformó en…una horquilla en el suelo.
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