Sinceramente nunca he tenido reparos en reconocer que carezco de eso
que se llama “Cultura Cofrade”. Eso si,
dado que la Semana Santa
y sus aconteceres históricos y/o antropológicos forman parte de la Ciudad nada de la misma me
puede resultar ajena. Estamos ante un evento donde se confunde y/o se mezclan
la fe, la tradición, la belleza estética, los sentimientos más profundos y el
concepto de tribu en su más noble acepción. La Historia de Sevilla va
inseparablemente unida a la de su Semana Mayor. De las tres Hermandades a las
que pertenezco es en la
Hermandad de Pasión donde me siento con una vinculación más
estrecha. Existen muchos aspectos cotidianos de las Hermandades que
sinceramente, aparte de no entender muy bien, a mí se me representan cansinos y
reiterativos. Dicho esto sin ningún
animo de criticar a nada ni a nadie. La Semana
Santa tiene infinitas lecturas y considerar la nuestra como
la única verdaderamente valida no deja de ser un ejercicio de sectarismo. En torno a la Candelaria estarán
siempre mis raíces y un camino sentimental que, de manera directísima, siempre me llevará al encuentro del niño que
todos –dicen- llevamos dentro. Del Gran Poder ningún sevillano necesita
responder al motivo que lo lleva a hacerse hermano. Sobran las explicaciones y
siempre los sentimientos más profundos tendrán la última palabra: la que
siempre nos termina llevando a San Lorenzo. En la Hermandad de Pasión es
donde mi fe y mis sentimientos más sevillanos encuentran su caldo de cultivo.
Allí se cumplen de manera sincronizada cuanto la Semana Santa tiene para mí de
verdadera y profunda. Pero carezco de “Cultura
Cofrade” para tener una opinión autorizada sobre muchos aspectos del, parece
ser, complejo mundo de las Hermandades.
Han nombrado a un nuevo Pregonero oficial en una Ciudad donde ya hay tantos pregones
como palomas. El del 2014 lo dará don
Francisco Berjano Arenado, Hermano Mayor de la Vera-Cruz y Juez de
profesión, al que aparte de no tener el gusto de conocer le deseo toda la
suerte del mundo. Le han dado, eso si, un par de consejos que forman parte de
las obviedades de esta Ciudad: “Que disfrute y que sea él mismo” (¿). Como asumo mi condición de analfabeto cofrade
ignoro que cualidades debe adornar un Pregonero aparte de “disfrutar y ser él
mismo”. Reconozco que el Pregón hace
tiempo que se me presenta como algo obsoleto y que necesita una profunda
renovación (en el fondo y en la forma) para adaptarlo a los tiempos actuales.
En fin, para no escaparme del resbaladizo campo de las contradicciones me he
permitido hacer sugerencias de cosas que no entiendo. Perdón por el
atrevimiento.
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