“En el Portal de Belén hay estrellas, sol y luna, la Virgen y San José y el Niño
que está en la cuna”. “Pero mira como
beben los peces en el río, pero mira como beben por ver al Dios nacido”. “El camino que lleva a Belén, baja hasta el
valle que la nieve cubrió, los pastorcillos quieren ver a su Rey”. Un niño en una humilde cuna mecida por las
estrellas del firmamento y al amparo del cariño de sus padres. Peces que llevan
ya bebiendo una eternidad y que siempre terminan volviendo a beber miles de veces. Unos
pastorcillos comandados por Raphael que quieren ver al Mesías y uno le lleva lo
poco de que dispone: el redoble de su viejo tambor. Villancicos del alma que nos retrotraen a una
época donde soñar aparte de gratis era absolutamente necesario. Llegan días
donde inevitablemente manda la nostalgia por los eternos ausentes. Ilusionantes para unos niños a los que cada
día les ofrecen menos oportunidades de serlos. En el pasado Noviembre un tifón
llamado “Haiyan” (¿para que sirve ponerle nombre a la tragedia?) arrasó
Filipinas causando miles de muertos y llevando la desolación a millones de
filipinos (pobres evidentemente). Las
imágenes más desoladoras eran, como siempre, las concernientes a niños
desamparados vagando solos entre las ruinas o muertos en los brazos de sus
desconsoladas madres. Imágenes terribles a más no poder. Pequeños tamborileros
definitivamente sin tambores, estrellas, soles y lunas, no teniendo para beber
ni la poca agua que les dejan los peces en los contaminados ríos. Suena el redoble del viejo tambor sobre
nuestras adormecidas conciencias y el Mesías volverá a nacer para mostrarnos
que no todo está irremediablemente perdido. Si encima perdemos la Esperanza, ¿qué asidero
nos queda donde poder agarrarnos para vivir? Vivamos estos días confortados y
agrupados en torno a la familia. Posiblemente la mejor y mayor herencia que nos
ha legado la Cristiandad. Gracias a ellas España, con
seis millones de parados, no es un polvorín. Seamos felices no por decretos
consumistas sino al reclamo del cariño que nace de los sentimientos más nobles
y verdaderos. Disfrutemos cuanto podamos que la batalla de la vida siempre la
termina ganando la parca. Demos gracias a Dios por pertenecer al ejército de
los presentes y por ser miembros activos de una Ciudad donde a Dios se le fue
la mano en la sal. Nos vemos, si así lo
permite quien mora y recibe por San Lorenzo, cuando el almanaque nos diga que
ya estamos en el año 2014. Que el
redoble del viejo tambor del ilusionado pastorcillo suene en nuestros
corazones. Un abrazo en mi nombre y en
el de Salva Gavira. Salud, trabajo, paz
y felicidad para todos/as.
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