Intentar comprender la magna obra de Mozart, Beethoven, Velázquez, Leonardo
da Vinci, Cervantes o Shakespeare sin la intervención divina se me antoja una
tarea hartamente difícil. Por tenerlo
más cercano, es complicado plantearse que la gubia de Juan de Mesa o Martínez
Montañés no estuviera manejada de manera complementaria por Dios y el Hombre. Los
racionalistas argumentan que los creyentes solo vemos la obra de Dios en la
perfección humana y nunca en las muchas imperfecciones que el día a día nos
ofrece. Puede que sus argumentos no estén exentos de razón (por algo se les
encuadra dentro del Racionalismo). La Filosofía –hoy tan denostada y olvidada- nos
plantea –y despeja- con rigor todos los laberintos que llevan al ser humano a
la verdadera –o falsa- razón de su existencia. Es a través de la Naturaleza cuando Dios
manifiesta su bondad y su furia. Una hermosa puesta de sol te reconcilia con lo
divino; un tifón que causa miles de victimas inocentes te hace dudar de todo.
Pero, insisto, escuchando la música de Mozart o Beethoven o contemplando “Las
Meninas” o “La Mona Lisa”
es difícil no percibir de manera latente el “Soplo Divino”. Leer “El Quijote” o cualquier obra de
Shakespeare sin percibir un cierto halo de divinidad es tarea tan pueril como
estéril. En el comportamiento humano la Historia nos da ejemplos
de seres tremendamente perversos y otros que representan la bondad y la
solidaridad en su máxima expresión. Una madre tuvo en su vientre a Adolf Hitler
y otra tuvo en el suyo a la Madre Teresa
de Calcuta. Luego decir que todos los seres vivos son hijos de Dios es hacerle
un flaco favor al Sumo Hacedor. Vivir es dudar y creer al mismo tiempo. La Fe no es una Póliza de Seguro
que te garantiza inmunidad para ti y los tuyos. Tampoco un pasaporte para
conseguir la Eternidad.
Es algo más complejo y
sujeta a la capacidad de sentir y pensar de los seres humanos. La Obra de Dios es
contradictoria pues así lo determina la condición humana. Quienes creemos nos
agarramos al mástil de la
Esperanza para que, al final, todo tenga sentido. El Soplo
Divino está latente en la obra de unos pocos seres humanos. Son los escogidos
por la Historia
para ser eternos. Ya escribió Voltaire
en el siglo XVII: “Si Dios no existiera habría que inventarlo”. Toda proyección
humana, independiente de credos e ideologías, deriva en una dimensión
espiritual. Dicho y escrito en clave
machadiana…”Quien habla solo espera hablar a Dios un día”.
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