miércoles, 29 de enero de 2014

El Soplo Divino





Intentar comprender la magna obra de Mozart, Beethoven, Velázquez, Leonardo da Vinci, Cervantes o Shakespeare sin la intervención divina se me antoja una tarea hartamente difícil.  Por tenerlo más cercano, es complicado plantearse que la gubia de Juan de Mesa o Martínez Montañés no estuviera manejada de manera complementaria por Dios y el Hombre. Los racionalistas argumentan que los creyentes solo vemos la obra de Dios en la perfección humana y nunca en las muchas imperfecciones que el día a día nos ofrece. Puede que sus argumentos no estén exentos de razón (por algo se les encuadra dentro del Racionalismo). La Filosofía –hoy tan denostada y olvidada- nos plantea –y despeja- con rigor todos los laberintos que llevan al ser humano a la verdadera –o falsa- razón de su existencia.  Es a través de la Naturaleza cuando Dios manifiesta su bondad y su furia. Una hermosa puesta de sol te reconcilia con lo divino; un tifón que causa miles de victimas inocentes te hace dudar de todo. Pero, insisto, escuchando la música de Mozart o Beethoven o contemplando “Las Meninas” o “La Mona Lisa” es difícil no percibir de manera latente el “Soplo Divino”.  Leer “El Quijote” o cualquier obra de Shakespeare sin percibir un cierto halo de divinidad es tarea tan pueril como estéril.  En el comportamiento humano la Historia nos da ejemplos de seres tremendamente perversos y otros que representan la bondad y la solidaridad en su máxima expresión. Una madre tuvo en su vientre a Adolf Hitler y otra tuvo en el suyo a la Madre Teresa de Calcuta. Luego decir que todos los seres vivos son hijos de Dios es hacerle un flaco favor al Sumo Hacedor. Vivir es dudar y creer al mismo tiempo. La Fe no es una Póliza de Seguro que te garantiza inmunidad para ti y los tuyos. Tampoco un pasaporte para conseguir la Eternidad.  Es algo más complejo y sujeta a la capacidad de sentir y pensar de los seres humanos. La Obra de Dios es contradictoria pues así lo determina la condición humana. Quienes creemos nos agarramos al mástil de la Esperanza para que, al final, todo tenga sentido. El Soplo Divino está latente en la obra de unos pocos seres humanos. Son los escogidos por la Historia para ser eternos.  Ya escribió Voltaire en el siglo XVII: “Si Dios no existiera habría que inventarlo”. Toda proyección humana, independiente de credos e ideologías, deriva en una dimensión espiritual.  Dicho y escrito en clave machadiana…”Quien habla solo espera hablar a Dios un día”.

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