Hace unos días se ofreció a llevarme en el coche para ver –y comprar si
procedía- un par de pequeños electro-domésticos. José María es uno de los tres
grandes amigos que tengo en esta Barriada donde habito más que vivo. Tiene mi
colega coche nuevo y el artilugio que ha montado para la música en el mismo es
una pasada. Nada más arrancar observo con satisfacción que su fidelidad por
Frank Sinatra sigue siendo insobornable. Pone una de sus canciones y, a la par
que la tatarea, su rostro resplandece
como el sol mañanero. Un día me contó que su afición por “La Voz” le venía de sus lejanos
años de “mili” en Melilla. Allí dice que
conoció a un músico de jazz madrileño que le inoculo el dulce veneno del “Genio
de los ojos azules”. Desde entonces cualquier momento del día o la noche es bueno
para escuchar sus canciones o ver sus películas. Su discografía de Sinatra es impresionante y
solamente hace conmigo la excepción de prestar alguna pieza de su excelente
colección. Gracia a él –y a Eduardo
Pérez- he conseguido tener en mi archivo una importante obra de Frank Sinatra.
La misma me da para muchas horas de audición y la verdad es que el enganche
está más que asegurado. Tienes la sensación de que Sinatra canta mejor cada día
y sus grabaciones ganan muchos enteros con el paso de los años. Mi amigo José
María ya pertenece al clan de los jubilados y emplea una parte considerable de
su tiempo libre en gozar con las
canciones del gran Frank Sinatra. Bastará
una afición tomada apasionadamente en toda su dimensión para que la existencia
humana cobre sentido. Mi colega siempre
anda pendiente de la aparición en el mercado discográfico de grabaciones
inéditas del cantante de sus amores. “A mi manera”; “New York, New York” o
“Extraños en la noche” son canciones que forman parte inseparable de su
patrimonio cultural-sentimental. Te dice sin tapujos que su vida cambió
drásticamente cuando descubrió a Frank Sinatra. El gran Silvio que se
consideraba el fan número uno de Elvis Presley dijo a la muerte de “The King”
que como tributo a su muerte nunca volvería a tocar en su vida la batería. Los seres humanos necesitan antídotos
sentimentales que les haga más llevadero el duro ejercicio de vivir. Frank, Elvis, Camarón, The Beatles….se nos
representan como los verdaderos Dioses del Olimpo. Consiguen que nuestras vidas se vuelvan más
placenteras y que casi todo tenga y cobre sentido. A mi manera, a su manera y a nuestra manera:
mil maneras de vivir y sentir.
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