Hoy catorce de febrero es el “Día de San Valentín”. Desde hace unos años se conoce, oficial y
comercialmente, por el “Día de los Enamorados”. En el recuerdo una película
española de las que, durante un par de horas, conseguían que olvidaremos las
latentes y omnipresentes penurias de la época (con una Conchita Velasco, hoy
doña Concha, en toda su esplendida belleza). El amor no solamente es que mueva
al mundo sino que imaginarse un mundo sin amor es como vaciar de contenido la
existencia humana. El enamoramiento es irracional por su propia naturaleza y bien está que así sea. Racionalidad y
sentimientos pocas veces caminaron de la mano. El amor es poesía y los poemas
nunca cotizan en bolsa. Se nos presenta de improviso y de la forma más
insospechada. Cuando escarmentados decimos: “De este agua no volveré a beber”
al final terminas embuchado como los palomos. El amor aparece, fundamentalmente,
cuando aún nuestros ardores juveniles no se han enfriado y, en no pocas
ocasiones, con fecha de caducidad. Ese primer amor juvenil que entendíamos era
para toda la vida y que a la postre se diluyó como el azucarillo en el primer
café mañanero. Bien cierto es que en el tiempo que lo disfrutamos todo nos
parecía más sublime: las puestas de sol, las canciones, los besos, el Cine y
hasta las tareas cotidianas. Hoy cobra
fuerza el inmortal poema de Luis Cernuda que nos dice: “Sentir otra vez como entonces, la espina aguda del deseo, mientras la
juventud pasada vuelve. Sueño de un dios sin tiempo”. Esa misma espina que
decía Antonio Machado: “Mi cantar vuelve
a plañir…Aguda espina dorada, ¡Quien te pudiera sentir en el corazón clavada! Arriesgar sin red que pare y amortigüe la
libre caída para, una vez desenamorado,
tener la oportunidad de enamorarnos otra vez. Recomponerse de las heridas sufridas en la
batalla del amor para seguir “combatiendo” de nuevo en las trincheras de la
vida y los sueños. Los años vividos a la par que nos alejan de la pasión nos
acercan a los afectos compartidos. Que el amor, y sobre todo los enamorados,
tengan un Día prefijado en el calendario (comercial y convencional) para
celebrar su dicha es una cuestión baladí. Todo quedará siempre relativizado por
las experiencias vividas y compartidas. El amor no se mide por tiempo real en el
almanaque de los días. Son más bien momentos efímeros y entreverados de
felicidad cosidos al mundo onírico de los sueños. Amamos, nos amarán; olvidamos, nos olvidarán
y vuelta a empezar. Todo forma parte de un camino que casi siempre recorremos
con la vana esperanza de no tener que empezarlo de nuevo. En definitiva, la
vida dando vueltas sin cesar en el carrusel de los sueños.
No hay comentarios:
Publicar un comentario