viernes, 14 de febrero de 2014

Día de los Enamorados






Hoy catorce de febrero es el “Día de San Valentín”.  Desde hace unos años se conoce, oficial y comercialmente, por el “Día de los Enamorados”. En el recuerdo una película española de las que, durante un par de horas, conseguían que olvidaremos las latentes y omnipresentes penurias de la época (con una Conchita Velasco, hoy doña Concha, en toda su esplendida belleza). El amor no solamente es que mueva al mundo sino que imaginarse un mundo sin amor es como vaciar de contenido la existencia humana. El enamoramiento es irracional por su propia naturaleza  y bien está que así sea. Racionalidad y sentimientos pocas veces caminaron de la mano. El amor es poesía y los poemas nunca cotizan en bolsa. Se nos presenta de improviso y de la forma más insospechada. Cuando escarmentados decimos: “De este agua no volveré a beber” al final terminas embuchado como los palomos. El amor aparece, fundamentalmente, cuando aún nuestros ardores juveniles no se han enfriado y, en no pocas ocasiones, con fecha de caducidad. Ese primer amor juvenil que entendíamos era para toda la vida y que a la postre se diluyó como el azucarillo en el primer café mañanero. Bien cierto es que en el tiempo que lo disfrutamos todo nos parecía más sublime: las puestas de sol, las canciones, los besos, el Cine y hasta las tareas cotidianas.  Hoy cobra fuerza el inmortal poema de Luis Cernuda que nos dice: “Sentir otra vez como entonces, la espina aguda del deseo, mientras la juventud pasada vuelve. Sueño de un dios sin tiempo”. Esa misma espina que decía Antonio Machado: “Mi cantar vuelve a plañir…Aguda espina dorada, ¡Quien te pudiera sentir en el corazón clavada!  Arriesgar sin red que pare y amortigüe la libre caída para, una vez desenamorado,  tener la oportunidad de enamorarnos otra vez.  Recomponerse de las heridas sufridas en la batalla del amor para seguir “combatiendo” de nuevo en las trincheras de la vida y los sueños. Los años vividos a la par que nos alejan de la pasión nos acercan a los afectos compartidos. Que el amor, y sobre todo los enamorados, tengan un Día prefijado en el calendario (comercial y convencional) para celebrar su dicha es una cuestión baladí. Todo quedará siempre relativizado por las experiencias vividas y compartidas.  El amor no se mide por tiempo real en el almanaque de los días. Son más bien momentos efímeros y entreverados de felicidad cosidos al mundo onírico de los sueños.  Amamos, nos amarán; olvidamos, nos olvidarán y vuelta a empezar. Todo forma parte de un camino que casi siempre recorremos con la vana esperanza de no tener que empezarlo de nuevo. En definitiva, la vida dando vueltas sin cesar en el carrusel de los sueños. 

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