“Yo no se muchas cosas, es
verdad,
pero me han dormido con todos los
cuentos…
y sé todos los cuentos”
- León Felipe -
La
Cenicienta le hizo
a su Madrastra un Contrato-basura-temporal para que le hiciera todas las faenas
domesticas del Palacio. Caperucita se alió con su Abuela y mandaron al Lobo por
Seur a la estepa siberiana. Blancanieves
montó un circo y le crecieron tanto los enanos que, a la postre, terminaron
todos jugando en la NBA. La Bella Durmiente cuando
despertó con el beso del Príncipe y al contemplarlo tan relamido y monagesco manejó dos opciones:
seguir durmiendo o hacerse republicana. Pinocho se metió en política y le
creció tanto la nariz que Geppetto se hizo con ella un taco para jugar al
billar. El patito feo terminó denunciando a sus hermanos por maltrato “patíl” y
discriminación acuífera. Los tres cerditos se las ingeniaron para, con agua
hirviendo, dejar al lobo sin ganas de dar más la tabarra. ¡El Lobo que gran
turrón! Cuentos eternos para los niños ilusionados de antaño que unían el
dormir con el soñar. Hoy,
lamentablemente, nos siguen durmiendo con cuentos. Pero ya, desgraciadamente,
ni somos niños ni los cuentos son lo que eran. Ningún cuento tiene ya un final
feliz. ¿Quién se cree el cuento de los brotes verdes o el de la luz al final
del túnel? Venimos de cien años de soledad transcurridos en la montaña
mágica. Esquivando como hemos podido el
galope de “Los cuatro jinetes del Apocalipsis”. Somos, en definitiva,
supervivientes de la supervivencia. Sabemos,
por escarmentados, que colorín colorado…. ¡este eterno cuento aún no se ha terminado!
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