Acabo de adquirir por un precio realmente asequible un par de CDs de la
cantante y pianista de jazz canadiense Diana Krall. Fue hace unos años, y por mediación de un
colega, cuando felizmente descubrí a este portento musical. Esta esplendida mujer nacida de padres
músicos (ellos tocaban el piano y su abuela era cantante de jazz) ha conseguido
traspasar todas las barreras que se le han puesto por delante. Me permito tomar
prestado algunos datos de Wikipedia para dar argumentos a cuanto aquí escribo.
Esta belleza nacida en Canadá lleva vendido más de 6 millones de discos tan
solo en EEUU y más de 15 millones en todo el mundo (es decir más que cualquier
otro artista de jazz durante los años 1990 y 2000). Al cuantificar estas cifras de ventas no
debemos obviar que el jazz (al igual que el flamenco) es un arte de minorías. El
11 de diciembre de 2009 la
Revista “Billboard” la nombró artista de jazz de la época
2000-2009. Ganadora de tres premios “Grammy” y ocho premios “Juno”. Nacida para
la vida y la música en 1964 tiene todavía que depararnos muchas y agradables
sorpresas musicales. La escucho con la misma veneración que podría hacerlo con
la cantaora onubense “Argentina” y me ofrece una vertiente deslumbrante del
mejor jazz contemporáneo. Toca el piano
con una magia sorprendente y su voz aterciopelada te atrapa hasta dejarte
exhausto y complacido en la playa de los sueños. Sería una gozada poder
presenciar en directo algunas de sus contadas actuaciones en nuestro país. Alguien
escribió que en cada recital Diana Krall nos da una lección de buen jazz y de
sutil sensualidad. No se puede expresar
mejor cuanto nos ofrece esta bella canadiense. No estaría mal que nuestra televisión pública
(me refiero a TVE; la de “todos los andaluces” mejor ni nombrarla) nos
ofreciera más asiduamente recitales de las divas verdaderas en vez de tantos
“triunfitos” y tanto “bailecito”. Diana Krall al alcance de los menos pudientes
sería algo digno de agradecerse.
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