De niño creía que Dios controlaba la vida de los seres humanos a través
de un inmenso Fichero. Para organizarlo recibía la ayuda de los Santos
Apóstoles y le proporcionaba a la Divina Providencia el principio y fin de cada ficha.
Le dejaba a su Hijo la tarea de sobrellevar y reconducir las penalidades y
alegrías de los habitantes terrenales. La Madre quedaba para, a través de su materna serena
belleza, servir de bálsamo purificador de las eternas lágrimas vertidas por las
mujeres y los niños. Dios organizaba y
planificaba; su Hijo marcaba con su Cruz las pautas a seguir y su Madre era la
eterna fuente donde poder calmar la sed de almas y cuerpos. Dios, como si se tratara de una cuenta
corriente, iba marcando en cada ficha los dimes y diretes de cada persona. En
el Haber cuantas bondades había producido el susodicho y en el Debe las
maldades perpetradas. Cuando se producía el fin de uno de los “fichados”
comprobaba el saldo resultante. Si era positivo a la Gloria de Abraham; si
negativo a los infiernos de Lucifer. En
el primero lo recibirían con la banda sonora de “The Beatles”, al fondo un olor
a azahar, lavanda y manzanilla sanluqueña. En el segundo sería recibido por la Banda de Cornetas y Tambores
de algún pueblo castellano, con olores a azufre y a bosque quemado, después
aparecerían depositadas en una bandeja humeante de hojalata las memorias de
Adolf Hitler. Ahora, cuando mi niñez se
me antoja tan lejana como la decencia de muchos políticos, no tengo muy claro la teoría del fichero de
Dios. Aparte de las acciones concretas
de cada ser humano habría que determinar las circunstancias impuestas por la
adversidad o el infortunio (los béticos siempre tendríamos un plus en el
haber). Las penalidades padecidas por la
mediación de terceras personas o los gozos recibidos por las mismas, ¿como se
podría cuantificar? ¿En el Debe o en Haber?
Sería en verdad este Fichero de Dios muy complejo y con finales poco
acorde con los méritos o deméritos acumulados por cada ser humano. Dejemos pues que en el tablero de la vida
seamos nosotros quienes movamos la ficha a nuestro libre albedrío. Cuando Dios
lo estime oportuno nos dirá: Jaque mate.
Después, unas almas flotarán eternamente en la Eterna Primavera y otras lo
harán enredadas en el árbol donde Adán se apoyó para despedirse por siempre de
su amada Eva. ¡Menos manzanitas del
Paraíso y más uvas de moscatel del Aljarafe!
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