“El mundo cabe en un olvido”
- Jorge Guillén -
Bien cierto es que los éxitos son efímeros y los fracasos eternos. Es
legítimo que el ser humano busque triunfar en cualquier faceta de su vida.
Conseguir alguna meta de manera exitosa dará sentido a una parte de nuestra
existencia. La vida ya se encargará en demostrarnos de forma descarnada que la victoria,
aparte de fugaz, lleva implícita una corte de aduladores con fecha de
caducidad. La derrota cuando es bravamente peleada hasta sus últimas
consecuencias es lo que verdaderamente humaniza al “perdedor” y a su entorno
más íntimo. Quien tiene fama y dinero siempre tendrá como dudoso compañero de
viaje el fantasma de la “ojana”. Es legítimo preguntarse: ¿me valoran a mí como
persona o a lo que tengo y represento?
Gestionar acertadamente la cima del pedestal debe ser una tarea
hartamente complicada. La ambición humana cuando se realiza de manera decente y
productiva nunca puede ser rechazada. Procurar de manera prioritaria la mejora
de tu círculo más íntimo y afectivo es un canto a la esperanza. Empecé a
trabajar para ayudar a mi familia cuando aún no había cumplido los catorce años
de edad. Mis hijas tienen carreras universitarias y mis nietos (si los
políticos y los tiburones de las finanzas no lo impiden) deben –o deberían-
tener todavía mejores expectativas. Ese
debe –o debía- ser el verdadero triunfo de nuestra existencia más personal: mejorar
cultural y socialmente el eslabón familiar que te precede. Una vida, incluyendo la de aquellos que están
tocados por la varita mágica de la genialidad, es sumamente compleja y su
gráfico existencial está lleno de picos gravitatorios. Salud, dinero, amor y
fama siempre se relacionaron entre ellos de manera conflictiva y de forma poco
duradera. Éxito o fracaso; fracaso o éxito, son elementos convergentes y
rotatorios. Desgraciadamente, al final
todo quedará sujeto con las ramas del tiempo al pantanoso campo de las
pertenencias materiales. Poseer y acumular riquezas para que, en definitiva, te
quieran y valoren. Posiblemente será
triste comprobar con los años que “Éxito” y “Fama” eran los apellidos de
alguien que, en realidad, se llamaba de nombre “Fracaso”. Elementos resultantes
de la decrepitud de la existencia y del finiquito terrenal que nos espera en la
ventanilla del Cielo. El reverso de la moneda siempre tendrá la última y
definitiva palabra.
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