miércoles, 2 de abril de 2014

El reverso de la moneda






“El mundo cabe en un olvido”
- Jorge Guillén -

Bien cierto es que los éxitos son efímeros y los fracasos eternos. Es legítimo que el ser humano busque triunfar en cualquier faceta de su vida. Conseguir alguna meta de manera exitosa dará sentido a una parte de nuestra existencia. La vida ya se encargará en demostrarnos de forma descarnada que la victoria, aparte de fugaz, lleva implícita una corte de aduladores con fecha de caducidad. La derrota cuando es bravamente peleada hasta sus últimas consecuencias es lo que verdaderamente humaniza al “perdedor” y a su entorno más íntimo. Quien tiene fama y dinero siempre tendrá como dudoso compañero de viaje el fantasma de la “ojana”. Es legítimo preguntarse: ¿me valoran a mí como persona o a lo que tengo y represento?  Gestionar acertadamente la cima del pedestal debe ser una tarea hartamente complicada. La ambición humana cuando se realiza de manera decente y productiva nunca puede ser rechazada. Procurar de manera prioritaria la mejora de tu círculo más íntimo y afectivo es un canto a la esperanza. Empecé a trabajar para ayudar a mi familia cuando aún no había cumplido los catorce años de edad. Mis hijas tienen carreras universitarias y mis nietos (si los políticos y los tiburones de las finanzas no lo impiden) deben –o deberían- tener todavía mejores expectativas.  Ese debe –o debía- ser el verdadero triunfo de nuestra existencia más personal: mejorar cultural y socialmente el eslabón familiar que te precede.  Una vida, incluyendo la de aquellos que están tocados por la varita mágica de la genialidad, es sumamente compleja y su gráfico existencial está lleno de picos gravitatorios. Salud, dinero, amor y fama siempre se relacionaron entre ellos de manera conflictiva y de forma poco duradera. Éxito o fracaso; fracaso o éxito, son elementos convergentes y rotatorios.  Desgraciadamente, al final todo quedará sujeto con las ramas del tiempo al pantanoso campo de las pertenencias materiales. Poseer y acumular riquezas para que, en definitiva, te quieran y valoren.  Posiblemente será triste comprobar con los años que “Éxito” y “Fama” eran los apellidos de alguien que, en realidad, se llamaba de nombre “Fracaso”. Elementos resultantes de la decrepitud de la existencia y del finiquito terrenal que nos espera en la ventanilla del Cielo. El reverso de la moneda siempre tendrá la última y definitiva palabra.



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