viernes, 2 de mayo de 2014

Fundamento sin fundamentos





No tengo reparos en reconocer que considero a los fundamentalistas mis únicos enemigos potenciales. El concepto de “Fundamentalismo” nace de una concepción totalitaria religiosa (primero islamista y posteriormente cristiana) que trata de suplir la fuerza de la razón por la razón de la fuerza.  Después el abanico se abrió cubriendo todo el panorama político, social, cultural o sentimental de la Sociedad en su conjunto. Hoy los fundamentalistas cubren la Tierra procurando que nunca se apaguen las hogueras del absolutismo y la sinrazón. Cuando, en las altas esferas, el Fundamentalismo se organiza de manera corporativa puede provocar, y a la Historia me remito, grandes masacres. Me considero ideológicamente encuadrado dentro de la izquierda democrática (social-democracia por más señas) y esto no es óbice para tener grandes amigos enmarcados dentro de una ideología de Derechas. Lo importante es ser de verdad una persona solidaria y decente, con el añadido de configurarse como un demócrata en el fondo y en la forma (he conocido absolutistas de izquierdas y demócratas de derecha y, evidentemente, también al revés).  Ni la Izquierda representa el culmen de las bondades ni la Derecha simboliza las cavernas de Lucifer. Ni, evidentemente, tampoco al contrario. Las cosas cuando se analizan objetiva y rigurosamente suelen ser menos convencionales de lo que parecen. La sempiterna teoría de que ni todas las brujas son malas ni tampoco todas las princesas son buenas. A través de los sentimientos inculcados por mis ancestros sevillanos soy bético pero, eso sí, con grandes amigos sevillistas. Puede que esta apreciación no sea políticamente correcta pero por encima de todo soy un sevillano en permanente militancia. Sevilla o Betis; Betis o Sevilla como dos formas sevillanas de buscar la sociabilidad a través de la amistad. Los fundamentalistas consiguen, a que negarlo, provocar en mí un claro desosiego.  No esperamos de ellos nada bueno y ellos saben que  no deben esperar de nosotros nada malo.  Ahí están permanentemente prestos paras verter su veneno sobre la racionalidad de las cosas. Siempre terminan por aparecer cuando menos lo esperamos. Son violentos, verbal o físicamente, por así configurarlos su propia naturaleza. Ellos y, fundamentalmente, aquellos que camuflados les prestan su connivencia. Bien haremos en cubrirnos cuerpos y almas para que sus venenosos dardos no lleguen a alcanzarnos. Como diría Machado…”Mala gente que camina y va apestando la tierra”.

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