domingo, 4 de mayo de 2014

Donde tiene que estar



 
“Una torre de bondad
una saeta en los mares,
en la Sevilla inmortal
Taberna “Quitapesares”

Mayo es el mes de las flores a María. En Sevilla María, la Madre del Dios hecho Hombre, toma cientos de formas y a cual más hermosa. Las flores son un complemento necesario para que la naturaleza y la hermosura queden entrelazadas a través del cariño más verdadero. Alguien dijo, y dijo bien, que madre no hay más que una. Llegan unos días que se nos presentan como el preámbulo de la diáspora que invadirá la Ciudad con los calores venideros. Sevilla mariana y romera prendida entre las flores que cuelgan de las enredaderas de sus patios en las Cruces de Mayo y la jara y romero de los caminos rocieros. Sevilla es la única Ciudad del mundo que parece que se va pero que siempre se termina quedando. Nos dicen de manera ilusoria…”Sevilla se ha ido entera de Romería al Rocío”. Nos vamos nosotros pero ella permanece siempre donde tiene que estar. Rezando por San Lorenzo; trasminando belleza tras un Arco; parapetada tras las murallas del Alcázar; arrodillada en una Capilla Real donde se confunden Virgen y Santo; perdidamente enamorada por las callejas del Barrio de Santa Cruz; luminosa entre las luces de piedra que encandilan la Pasión y el Amor por el Salvador o vigilante trianera mirando las dos orillas tras los ojos de un Puente. Cuentan que un día después de torear en La Coruña invitaron a Rafael Ortega “El Gallo” a una fiesta que daban en Sevilla. Un subalterno al oír la invitación le dijo al Maestro: “¿A Sevilla va a ir usted ahora con lo lejos que está?”.  A lo que “El Gallo” le contestó: “Sevilla está donde tiene que estar, lo que está lejos es esto”.  “Torre alta de Sevilla / que roza el azul del cielo / templo de amor y semilla / con sus campanas al vuelo”.   Sevilla nunca está lejos de nosotros, en cualquier caso seremos nosotros quienes estemos lejos de ella. Lo triste, lo verdaderamente triste, es sentirla lejos cuando por olvido la habitamos pero no la vivimos.  ¡Cuánto te amé Ciudad de mi niñez / de juegos, amoríos, desengaños… / fuiste testigo fiel de mi vejez / al paso inapelable de los años!  Y un día…. ¡Ya no estaré para quererte!

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