La
Sociedad en su
conjunto en lo que a su gestión política, social y/o cultural se refiere puede
desarrollarse en tres claves: dictatorial, revolucionaria o democrática. A
estas alturas de mi vida puedo decir que la mitad de mis años los pasé inmerso
en un sistema dictatorial y la otra mitad en un ansiado y peleado sistema
democrático. No tienen punto de comparación. El concepto de Democracia
significa –o mejor debía significar- fundamentalmente Libertad, Solidaridad, Igualdad,
Justicia, Decencia y Transparencia. La Democracia es permeable por su propia naturaleza
y se ve obligada a soportar actitudes y compartimientos (no pocas veces
violentos) de sus más ancestrales enemigos. Antidemócratas furibundos y
radicales de todo signo y condición aprovechándose de las ventajas que les ofrece
el sistema democrático. Aquellos pocos
que peleamos de verdad por traer a este sufrido país una Democracia
participativa, donde cupieran todas las ideologías, no pasamos por nuestros
mejores momentos. Los casos de
corrupción son ya tan abundantes que no se puede argumentar que es cosa de
“cuatro sinvergüenzas” que al final lo terminarán pagando caro. Han existido -¿y existen?- tramas organizadas
para la financiación fraudulenta e irregular de no pocos Partidos políticos.
“Toma el dinero y corre” se ha convertido en el lema de no pocos políticos,
sindicalistas y financieros. El chapucero enchufismo y el despilfarro de
grandísimas sumas de dinero público son manifiestamente latentes. Existe un hecho preocupante en la actual
Sociedad española y que en mis cortas luces no soy capaz de analizar sus
futuras consecuencias: los Partidos pasan de los ciudadanos y, algo todavía más
preocupante, los ciudadanos pasan de los Partidos. Una Democracia se sustenta y
vértebra básicamente en Organizaciones políticas, sindicales, empresariales,
sociales y culturales. Cuando estas fallan apaga y vámonos pero, ¿qué apagamos
y hacia dónde nos vamos? La Sociedad Civil hace tiempo que
se percató del fraude de la que está siendo objeto y ha empezado a caminar por
su cuenta. Los manifestaciones multitudinarias y pacificas son el caldo de
cultivo para que los radicales tomen la calle de manera violenta. Los
acontecimientos de Madrid del pasado mes de marzo fueron demoledores y un claro
síntoma de lo que nos espera. Los jueces
se nos presentan como la última esperanza para reconducir una situación
política tan caótica como perversa. ¿Qué queremos para nuestro país una
Venezuela o una Corea del Norte? ¿Pretendemos quizás una actualización moderna
del Fascismo? Insisto, yo vi de niño encarcelar a hombres pacíficos, solidarios
y tolerantes por tener ideas propias (contrarias al Régimen Franquista
evidentemente) y ahora inmerso en esto que llaman la Tercera Edad también veo cosas
que me producen espanto (con el hambre de muchos niños españoles y del mundo a
la cabeza). Pero, no nos engañemos, solo un sistema democrático nos puede
llevar por el camino de la verdad de las cosas. Tengamos a la Democracia siempre por
bandera y peleemos cada día por conservarla. Es frágil por sus inevitables
contradicciones pero su fortaleza siempre dependerá de que nunca le fallen los
verdaderos demócratas. Ahí creo que esta la clave de las claves.
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