A nivel sentimental Mayo siempre representa –y representará- para mí un
mes hermosamente especial. Un día trece
de este mes me nació mi hija Alicia y un ocho lo hizo mi nieta Lola. Dos días
clavados para siempre en las paredes del alma. La vida, en definitiva, viene enredada en
fechas -unas buenas y otras malas- que a través de los momentos disfrutados o
padecidos determinan nuestro balance sentimental. Los seres humanos tenemos una
tendencia natural a intentar recordar aquellas cosas que nos proporcionaron
cotas de felicidad. Mayo vino a mi
ventana y lo hizo para quedarse para siempre. Estas luminosas mañanas de Mayo
donde ya el sol calienta más de la cuenta como preámbulo de los –las- calores
que están por llegarnos. Me gusta en estos días a primeras horas de la mañana
perderme por los jardines del Alcázar para que la poesía se apodere de mis
sentidos. Sin prisas ni ruidos de motores y conversadores compulsivos de
móviles necesito sentirme vivo y sevillano por los cuatro costados. Solo y sin
más compañía que mis recuerdos y vivencias. El Hombre siempre espera que la
última y definitiva conversación la tenga con Dios. Notar en cada poro de mi piel el dulce bálsamo
del temple. Sevilla traduce la templanza
en un Cante por Soleá; una chicuelina de Morante; un regate de Luis Del Sol; un
“caballito” de Juanito Arza; dos vírgenes: una cruzando un Arco y otra cruzando
un Puente; una mañanita de Corpus; un imposible y soñado mano a mano entre
Curro y Pepe Luis; una paloma posada placentera en el hombro de un niño en la Plaza de América y, en
definitiva, una luminosa mañana de Mayo. ¿Qué tiene la zarzamora que a todas
horas llora que llora por los rincones…? Posiblemente como escribió Rafael De
León…”veía encenderse las luces de Mayo”. Mes divino y sevillano que vino a mi
ventana y me traía en el pico de un gorrioncillo un poema de Luis Cernuda. Llegó para quedarse eternamente. Mayo, por siempre y para siempre…. ¡Mayo!
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