Hoy, dos de Junio del 2014, se nos presenta como uno de esos días en
que la Historia de España hace
coincidir fecha y momento histórico.
Termina el reinado de Juan Carlos I con su abdicación y empezará, en muy
pocos días, el de su hijo Felipe VI. En el día de hoy los medios de
comunicación (fundamentalmente las cadenas de televisión) han bombardeado a la
ciudadanía con mensajes y opiniones de las más diversas. En eso consiste la Democracia: opinar lo
que se quiera de manera civilizada. Algunas opiniones me han parecido llena de
sensatez y otras demagógicas y claramente oportunistas. Me sigue pareciendo
tremendamente contradictorio que aquellos que piden con insistencia la III República sean los
herederos de los que ayudaron a derribar la
II. Dejar
meridianamente claro que mi alma ha sido, es y será republicana. Pero considero
que, en estos últimos años, la formula “monárquica juancarlista” ha sido
enormemente positiva para España. Se ha conseguido una larga etapa de
convivencia, tolerancia, avances sociales y libertades democráticas nunca
conocidas en nuestro país.
Fundamentalmente las cosas se han ido degradando, hasta llegar a la
insostenible situación social actual, por un sistema degenerativo y el grave
déficit democrático de Partidos, Sindicatos, Organizaciones Empresariales y el
Mundo de las Finanzas. Urge de manera inmediata un proceso regenerativo de la Democracia española. Hay que modificar sustancialmente la Constitución y no
estaría de más empezarla por consultar al conjunto de los españoles la forma de
Estado por la que quieren ser gobernados.
Democráticamente nada puede ni debe asustarnos. Tenemos un nuevo Rey
llamado Felipe VI al que deseo fervientemente sepa reconducir a la monarquía
española (en horas muy bajas) en particular y a la sociedad española en general
(completamente desilusionada). Corren
muy malos tiempos para la credibilidad de aquellos que tienen la obligación –y
les pagamos muy bien por ello- de gestionar nuestras vidas y haciendas. Felipe VI forma parte de la mejor Generación
que ha dado en toda su Historia este sufrido y amado país. Es tarea de todos que España definitivamente
deje de oler siempre a pólvora. Nadie
puede escurrir el bulto cuando está en juego algo tan sumamente importante como
es el futuro de nuestros hijos y nietos.
Hoy, al conocer la noticia de la abdicación del Rey Juan Carlos, he
tenido tres sensaciones que al final han resultado convergentes: se marcha Juan
Carlos que ha sido el Rey de mi Generación. Llega su hijo, Felipe VI, que es el
Rey de la Generación
de mis hijas y ya está en capilla la Infanta Leonor (futura Princesa de Asturias) que
pertenece a la Generación
de mis nietos. El tiempo, el implacable
juez que todo lo termina ordenando. Suerte al que llega y gracias eternas al que
se va.
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