“No te aferres al pasado
ni a los recuerdos tristes.
No abras la herida que ya
cicatrizó.
No revivas los dolores y
sufrimientos antiguos.
Lo que paso, pasó….
Haz como el sol que nace cada
día,
sin pensar en la noche que pasó.”
- Felipe Benítez Reyes –
Cuando con los años vividos y transcurridos empiezas a sentir el
vértigo de las muchas primaveras disfrutadas y los muchos otoños padecidos todo
funciona en clave de riguroso presente y, amorosamente enredado, en los retazos
sentimentales de lo vivido. La memoria del ser humano con el paso de los años
se nos muestra selectiva y solo, afortunadamente, recordamos los buenos
momentos. Cuando, súbitamente, la desgracia se nos aparece tendemos con los
años a visitar lo estrictamente imprescindible el epicentro del dolor. Los
niños se equiparan a los ancianos en que los primeros no tienen pasado y los
segundos no tienen futuro: solo tienen el presente como compañeros de viaje.
Del futuro de los niños se encargan padres y educadores; del de los ancianos
tan solo Dios o las fuerzas del destino. Lo verdaderamente importante siempre
serán los años que nos queden por vivir. El pasado con sus cosas buenas y malas
ya no tiene posibilidades de rectificación. La nostalgia por los paraísos
perdidos solo se solventa con la esperanza de que tengamos aún posibilidades de
descubrir otros nuevos. La ilusión del nuevo libro por leer o escuchar esa
última grabación de la que tienes una excelente referencia. Esa película de la que tan bien te han
hablado y que sabes que esta tarde la podrás visionar pausadamente. Ese nuevo
primer café mañanero en compañía de gente que aprecias y te aprecian. Esa copa
a mediodía compartida con un amigo del alma y que te hace sentirte plenamente
vivo. Ese nuevo encuentro con tus nietos donde comprobarás que van creciendo
lenta pero inexorablemente. ¡Tanto por vivir y tanto por descubrir
todavía! Quien vive mirando de manera
permanente hacia atrás corre el riesgo de no avanzar y además terminará
tropezando. Vivamos por nosotros y por aquellos que ya no pueden hacerlo. Como
escribió Felipe Benítez Reyes: “Haz como
el sol que nace cada día, sin pensar en la noche que pasó”.
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