lunes, 2 de junio de 2014

Pasado, presente y futuro





“No te aferres al pasado
ni a los recuerdos tristes.
No abras la herida que ya cicatrizó.
No revivas los dolores y sufrimientos antiguos.
     Lo que paso, pasó….
Haz como el sol que nace cada día,
sin pensar en la noche que pasó.”
- Felipe Benítez Reyes –

Cuando con los años vividos y transcurridos empiezas a sentir el vértigo de las muchas primaveras disfrutadas y los muchos otoños padecidos todo funciona en clave de riguroso presente y, amorosamente enredado, en los retazos sentimentales de lo vivido. La memoria del ser humano con el paso de los años se nos muestra selectiva y solo, afortunadamente, recordamos los buenos momentos. Cuando, súbitamente, la desgracia se nos aparece tendemos con los años a visitar lo estrictamente imprescindible el epicentro del dolor. Los niños se equiparan a los ancianos en que los primeros no tienen pasado y los segundos no tienen futuro: solo tienen el presente como compañeros de viaje. Del futuro de los niños se encargan padres y educadores; del de los ancianos tan solo Dios o las fuerzas del destino. Lo verdaderamente importante siempre serán los años que nos queden por vivir. El pasado con sus cosas buenas y malas ya no tiene posibilidades de rectificación. La nostalgia por los paraísos perdidos solo se solventa con la esperanza de que tengamos aún posibilidades de descubrir otros nuevos. La ilusión del nuevo libro por leer o escuchar esa última grabación de la que tienes una excelente referencia.  Esa película de la que tan bien te han hablado y que sabes que esta tarde la podrás visionar pausadamente. Ese nuevo primer café mañanero en compañía de gente que aprecias y te aprecian. Esa copa a mediodía compartida con un amigo del alma y que te hace sentirte plenamente vivo. Ese nuevo encuentro con tus nietos donde comprobarás que van creciendo lenta pero inexorablemente. ¡Tanto por vivir y tanto por descubrir todavía!  Quien vive mirando de manera permanente hacia atrás corre el riesgo de no avanzar y además terminará tropezando. Vivamos por nosotros y por aquellos que ya no pueden hacerlo. Como escribió Felipe Benítez Reyes: “Haz como el sol que nace cada día, sin pensar en la noche que pasó”.

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