lunes, 8 de septiembre de 2014

La perversión humana





El pasado mes de mayo se produjo un suceso que conmocionó a los españoles. Hablamos evidentemente del asesinato de doña Isabel Carrasco, Presidenta de la Diputación de León. Las investigaciones apuntaron a que, presuntamente, el crimen lo cometió (dos tiros iniciales y otro para rematarla en el suelo) una madre que contó con la complicidad de su hija y  una amiga de esta (policía municipal con diecisiete años de intachable servicio). Todo se debía a una venganza personal que se venía tramando desde hacia dos años. Frustraciones de arribistas que, salvase quien pueda, se meten en política para conseguir prebendas a través de los cargos. La supuesta asesina lejos de arrepentirse decía a pleno pulmón:”Volvería a matarla treinta mil veces más”. Las causas de esta inquina que lleva a una persona, de manera tan cruel como inmisericorde, a quitarle la vida a otra han sido ampliamente analizadas en todos los medios y desde todos los frentes posibles. Psicólogos, analistas policiales, sociólogos… han mostrado en sus análisis todas las variantes que pueden llevar a alguien al colmo de la irracionalidad: quitarle la vida a una persona.  Luego aparecieron algunos comentarios en las redes sociales (incluso pintadas en el lugar del crimen) de una bajeza moral que nos hace dudar de la condición racional de algunos seres humanos. No debe extrañarnos estas viles actitudes que nacen de las propias frustraciones personales y que tienen las Redes sociales y los Estadios de futbol como sus centros de operaciones.  Evidentemente y dado su carácter de cobardes integrales utilizan el anonimato para los comentarios más ruines. El error puede que sea darle publicidad gratuita a los mismos.  Cuando todavía la televisión era Una, Grande y poco-Libre existía en España un Semanario de sucesos llamado “El Caso”. Se fundó en 1952 y aguantó el tirón hasta 1997. Las televisiones, posteriormente Internet  y, definitivamente, las ediciones digitales de los periódicos terminaron por darle la puntilla a este tipo de semanarios.  En “El Caso” se vertían cada semana los sucesos más escabrosos de la España negra y ultramontana (con el número dedicado a la detención de “El Lute” alcanzaron una enorme tirada). El padre de un amigo de mi niñez lo compraba cada semana y después de leerlo le gustaba comentar los sucesos en la tertulia de la taberna. Decía mi padre que nada más verlo entrar algunos de los tertulianos más supersticiosos salían “najando”.  Los crímenes más abyectos cometidos a sangre fría sobre hijos, esposas, padres o vecinos llenaban las inquietantes páginas de “El Caso”.  Cada semana aparecía en portada el más difícil todavía y de la “calidad y cantidad” de los crímenes perpetrados dependía la buena marcha del Semanario (si el crimen lo cometía una mujer el morbo, por lo inusual, subía muchos enteros).  Las perversidades más atroces siempre han acompañado a los seres humanos. La diferencia es que cuando matan a una persona le llaman asesinato y cuando matan a millones le llaman Historia.  Las atrocidades que muchos “padres” son capaces de cometer con sus propios hijos (algunos de pocos meses) son un claro exponente de cuanta maldad pueden acumular en sus entrañas algunos  seres “humanos”.  Nada puede ni debe extrañarnos a estas alturas del guión de nuestras vidas.  El antídoto de la maldad humana siempre estuvo en la contrapartida que nos ofrece la bondad y la solidaridad sin fisuras. Somos malos o buenos en función de una serie de circunstancias y es una condena bíblica que arrastramos desde Caín hasta nuestros días.  La Justicia racionalmente aplicada y el desarrollo de la bondad son las única esperanzas que tenemos de que las cosas nunca vayan a peor.

 Si leemos en la prensa que “una madre” metió a su hijo con muy pocos días  de vida en un congelador pocas cosas pueden ya sorprendernos. Las perversiones humanas acechándonos por las esquinas enredadas en la maldad, la envidia y el odio.

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