Con más frecuencia de lo aconsejable nuestros políticos “meten la pata”
con inoportunas declaraciones a las que podríamos llamar de manera benevolente
poco afortunadas. Las Redes sociales con
su inmediata y amplia proyección los
animan a “destaparse” y luego pasa lo que pasa. La última vez que los españoles
fuimos convocados a las urnas (Elecciones Europeas Mayo-2014) se produjo una considerable abstención. La campaña electoral
estuvo marcada por un comentario de machismo ultramontano del señor Cañete y
hasta una política de un perfil tan bajo como la señora Valenciano vio el cielo
abierto (después fueron los votantes los que se lo cerraron con su poca
participación en las urnas). Vivimos
tiempos de incertidumbre y el pesimismo cuelga de las ventanas y balcones de
muchos millones de familias españolas (en Andalucía ni les cuento). Nadie se cree lo que dicen los políticos (¿o
todavía hay gente que si?) y esto es algo tremendamente corrosivo para los
cimientos de las sociedades democráticas. Cualquier político suelta sin
despeinarse una parida que lo retrata y luego cuando se escandaliza la Sociedad (incluyendo a
los colegas de su propio Partido) suelen dar marcha atrás. Utilizan para su “arrepentimiento” tres
elementos correctores. O bien que sus palabras han sido sacadas de contexto.
Otras que han sido mal interpretadas o manipuladas interesadamente por sus
adversarios políticos. O simplemente reconocen que se han equivocado de todas
todas. Una mala tarde la tiene cualquiera. Evidentemente la palabra dimisión ni está ni
se le espera. Aquí no se va nadie ni
vertiéndoles aceite hirviendo desde las almenas de los castillos. Pocos Partidos se libran de tener en sus
filas estos filósofos del exabrupto y la hipocresía. No nos engañemos: su verdadero rostro es
aquel que nos muestran cuando lanzan sus “cagadas”. Las rectificaciones y el
perdón lo utilizan fundamentalmente para salvar el pellejo (sillón). El nivel de nuestra clase política actual
(sálvese quien pueda y que además lea de vez en cuando) es paupérrimo. Posiblemente tengamos los políticos más
banales y peseteros de toda nuestra reciente historia democrática. Los “malos” serán siempre los de enfrente y
entre unos y otros tienen a este sufrido y hermoso país sumido en la tragedia
de la subsistencia del día a día.
Confiar en ellos se me representa como un mero ejercicio de supina
candidez. Hacen con nosotros cuanto
quieren porque saben que nos tienen domesticados y a merced de sus “cantos de
sirena”. Defienden sus parcelas sin
importarle que las nuestras estén mustias y secas. De nosotros, tan solo de nosotros, dependerá
que no se consideren a perpetuidad los amos del cortijo (España). Pasan los días, pasan los meses, pasan los
años y esta amada y maltratada Andalucía sigue estando en el furgón de
cola. ¿Responsables? Busquen, comparen y si encuentran algo mejor
vótenlo. Mientras, seguirán escribiendo
o diciendo barbaridades en los medios y las redes sociales. Son, en
definitiva, los filibusteros del exabrupto.
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