Las personas tenemos a nuestro alcance en las distintas etapas de
nuestras vidas algo que nos resultará fundamental e imprescindible: el espíritu
de superación. Romper barreras, moldes y
tabús. En definitiva, cambiar en positivo las circunstancias personales,
familiares o sociales adversas. Ser
capaz de eliminar los estrechos círculos de la opresión y la ignorancia
buscando nuevos horizontes de libertad, cultura y bienestar interior. Nunca
pudo nadie ponerle puertas al campo. Me viene a la memoria las pasadas
Elecciones Europeos. En las mismas –y por primera vez- fui convocado como
componente de una Mesa Electoral. Junto
conmigo quedó constituido la misma por un muchacho de unos veinticinco años de
edad (se vino aquella mañana desde Cádiz donde estaba con su novia. En
principio era suplente pero debido a las ausencias tuvo que quedarse). Se me
configuraba como un miembro de esta nueva generación de españoles (con mucho
que hacer y mucho que decir). Educado,
listo, trabajador y participativo a más no poder. La tercera componente de la
mesa era una mujer que debía rondar los cuarenta y cinco años de edad. Ama de
casa con una vocación irrenunciable a hacer las cosas lo mejor que
pudiese. Mujeres que las faenas
domésticas y la crianza de sus hijos les
han imposibilitado un desarrollo integral. Me resultaba conmovedor ver con la
atención que apuntaba los nombres de los votantes que yo le facilitaba. Ponía
los cinco sentidos en no equivocarse. Lenta pero segura. De hecho los votos del
recuento coincidieron plenamente con el número de los apuntados. Como
componentes de una Mesa son muchas las horas que hay que pasar juntos y da
tiempo para charlar de lo humano y lo divino. Me dijo que ahora cuando sus
hijos se han hecho ya mayores está segura de que le ha llegado su momento. Está
haciendo por las tardes cursos de informática, cultura general e inglés. Ha formado junto a algunas amigas un grupo cultural
para desarrollar distintas actividades. Van con frecuencia a visitar los Monumentos
más emblemáticos de la Ciudad
y se conocen el Museo de Bellas Artes como la palma de la mano. A mi
personalmente estas cosas me conmueven y me reafirman que en muchísimas
ocasiones poder es querer. Siempre,
absolutamente siempre, tendremos ocasión de variar la hoja de ruta que la vida
y sus circunstancias nos han impuesto.
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