viernes, 13 de mayo de 2016

Obviedades




 

Existen obviedades que a pesar de clamar en el desierto conviene recordarlas con la vana esperanza de que dejen de serlo.  Recordemos por obvio que España es un país con una Democracia totalmente consolidada e integrado -para lo bueno y lo malo- en la vieja y mercantilizada Europa.  La gente vota cuando así se lo requieren en absoluta libertad y todas las formaciones políticas que se presentan a las Elecciones aceptan las reglas del juego democrático. Por tanto todas las opciones políticas son validas. Evidentemente cada persona tendrá sus preferencias y votará de acuerdo con su manera de pensar y sentir.  Observo, más bien con sorpresa que con inquietud, como en esta Ciudad donde transcurren mis días y mis noches existen personas que se resisten a cualquier clase de cambio (político, social, corporativo y/o cultural). Oponen a los nacionalismos periféricos un nacionalismo español ultramontano y si les fuera posible declararían ilegales a las nuevas fuerzas políticas emergentes. No se enteran que estamos dentro de la segunda década del siglo XXI y que vivimos inmersos en unas nuevas coordenadas sociales donde el renovarse o morir se hace una verdad insoslayable. Quieren seguir mandando y controlando las vidas ajenas a través de apellidos rimbombantes o de caducos árboles genealógicos  nobiliarios.  No es una cuestión de principios sino más bien de finales para los que nunca están preparados.  En el ámbito local algunas de nuestras hermandades son un claro ejemplo de resistencia numantina a cualquier atisbo de apertura generacional. Siempre crearon una interesada dimensión del Mesías para adaptarlo a sus inconfesados intereses.  Se les llena la boca a la hora de hablar de “su” Hermandad y cuando ven peligrar sus privilegiadas posiciones se defienden como gatos panza arriba.  No se trata de adulterar las profundas tradiciones que le dan sentido a nuestra nobleza más ancestral sino más bien de adaptarlas a los nuevos tiempos.  Quieren seguir manteniendo a capa y espada el “Santiago y cierra España” cuando ya las puertas del campo ni siquiera existen.  Obviedades  que nunca están de más recordar de vez en cuando.  Que se terminen enterando ya es otra cuestión.  Por si acaso conviene no hacerse muchas ilusiones. Entre renovarse o morir (civilmente) casi siempre terminan eligiendo lo segundo.

 

 

Juan Luis Franco – Viernes Día 13 de Mayo del 2016

 

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