A través de un excelente artículo de Elvira Lindo en el Diario “El
País” del pasado domingo me llegan noticias de la escritora norteamericana Lucía Berlín (Juneau,
1936 – Los Ángeles, 2004). Una
mujer bellísima y una escritora realmente excepcional. Me apresuro a conseguir
y leer el libro póstumo (“Manual para
mujeres de la limpieza”-2015) de Lucía Berlín cuya lectura nos recomienda Elvira
Lindo en su artículo. Estamos, a que dudarlo, ante una novela (selección de
cuentos) absolutamente demoledora y que son de las que te dejan una huella
imborrable. La vida personal de Lucía
Berlín, como la de tantos escrito
res, músicos o artistas en general, fue un continuo sobresalto donde lo peor siempre estaba por llegar. Nació en Alaska, fue adolescente en Chile, joven en Nueva York, madre (cuatro varones) en Méjico y vivió a salto de mata por los Estados Unidos buscando una estabilidad emocional que siempre le fue esquiva. Conoció los estragos del alcohol y, a través de su tercer marido, coqueteó con la heroína sin que nunca perdiera sus enormes ganas de vivir y el saber refugiarse enla Literatura
como tabla de salvación. Para mantener a su prole trabajó en los oficios más
diversos incluyendo tareas de limpieza
que dan titulo a su excelente novela. Elvira Lindo se pregunta con razón en su
artículo de donde sacaba esta mujer tiempo para escribir. La aparición en Estados Unidos en el 2015 de su obra póstuma (“Manual para mujeres de la limpieza”) fue
todo un acontecimiento literario estando considerado entre los mejores libros
editados ese año. Una vida difícil, tremendamente complicada, salvada in
extremis por la búsqueda de la felicidad y su enorme capacidad como escritora
de cuentos inmortales. Lucía Berlín
situada en el epicentro del torbellino de la vida. Leerla, aparte de una
necesidad vital, es conseguir mantenerla viva.
res, músicos o artistas en general, fue un continuo sobresalto donde lo peor siempre estaba por llegar. Nació en Alaska, fue adolescente en Chile, joven en Nueva York, madre (cuatro varones) en Méjico y vivió a salto de mata por los Estados Unidos buscando una estabilidad emocional que siempre le fue esquiva. Conoció los estragos del alcohol y, a través de su tercer marido, coqueteó con la heroína sin que nunca perdiera sus enormes ganas de vivir y el saber refugiarse en
Juan Luis Franco – Jueves Día
8 de Septiembre del 2016
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