miércoles, 8 de febrero de 2017

Soberbia



Dentro de las anomalías que presenta el ser humano el empleo de la soberbia no es cuestión baladí. Reconozco sin ambages que en momentos puntuales y, afortunadamente, en muy pocas ocasiones la he empleado con algunas personas.  Cuando con el paso del tiempo he podido pedir disculpas a quien  traté de manera despectiva me he sentido realmente aliviado. Rectificar es de sabios y saber disculparse a tiempo es de bien nacidos. En otros casos la distancia o las circunstancias personales de cada uno me han impedido cumplimentar a mi conciencia. Bien que lo siento. Al ridiculizar a alguien por comentarios que consideras absurdo y/o fuera de lugar solo consigues envilecer tu comportamiento.  Mirar a una persona de manera despectiva (lo de mirarlo por encima del hombro) no hace mas que empequeñecernos tanto humana como intelectualmente. Afortunadamente el balance que presenta mi curriculum humanoide es altamente positivo y donde siempre ha prevalecido la sencillez y el respeto a los demás.  Ante algo que consideramos una solemne tontería lo mejor es dar la callada por respuesta y poner tierra de por medio.  En no pocas ocasiones quien calla -aparte de otorgar- también deja dormir en un rincón el fantasma de la soberbia.  No es casualidad que la soberbia sea un complemento sustancial en la vida de los poderosos. Solo tienen la razón de la fuerza que dan dinero y poder pero nunca tendrán la razón de las cosas que dan sentido a la existencia humana.  Abusan de los más desfavorecidos y en  su soberbia está implícita la penitencia que les espera: la soledad en cuerpos y almas. Ser soberbio a tiempo completo aparte de agotador debe resultar tremendamente complicado.  Nadie hablará de ellos cuando hayan desaparecido y si lo hacen será para ponerlos de vuelta y media.


Juan Luis Franco – Miércoles Día 8 de Febrero del 2017


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