Dentro de las anomalías que presenta el ser humano el empleo de la
soberbia no es cuestión baladí. Reconozco sin ambages que en momentos puntuales
y, afortunadamente, en muy pocas ocasiones la he empleado con algunas personas.
Cuando con el paso del tiempo he podido
pedir disculpas a quien traté de manera
despectiva me he sentido realmente aliviado. Rectificar es de sabios y saber
disculparse a tiempo es de bien nacidos. En otros casos la distancia o las
circunstancias personales de cada uno me han impedido cumplimentar a mi
conciencia. Bien que lo siento. Al ridiculizar a alguien por comentarios que
consideras absurdo y/o fuera de lugar solo consigues envilecer tu
comportamiento. Mirar a una persona de
manera despectiva (lo de mirarlo por encima del hombro) no hace mas que
empequeñecernos tanto humana como intelectualmente. Afortunadamente el balance
que presenta mi curriculum humanoide es altamente positivo y donde siempre ha
prevalecido la sencillez y el respeto a los demás. Ante algo que consideramos una solemne
tontería lo mejor es dar la callada por respuesta y poner tierra de por medio. En no pocas ocasiones quien calla -aparte de
otorgar- también deja dormir en un rincón el fantasma de la soberbia. No es casualidad que la soberbia sea un
complemento sustancial en la vida de los poderosos. Solo tienen la razón de la
fuerza que dan dinero y poder pero nunca tendrán la razón de las cosas que dan
sentido a la existencia humana. Abusan
de los más desfavorecidos y en su soberbia
está implícita la penitencia que les espera: la soledad en cuerpos y almas. Ser
soberbio a tiempo completo aparte de agotador debe resultar tremendamente
complicado. Nadie hablará de ellos
cuando hayan desaparecido y si lo hacen será para ponerlos de vuelta y media.
Juan Luis Franco – Miércoles Día 8 de Febrero del 2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario