“Una torre de bondad
una saeta en los mares,
en la Sevilla inmortal
Taberna “Quitapesares”
Mayo es el mes de las flores a María. En Sevilla María, la Madre del Dios hecho Hombre,
toma cientos de formas y a cual más hermosa. Las flores son un complemento
necesario para que la naturaleza y la hermosura queden entrelazadas a través
del cariño más verdadero. Alguien dijo, y dijo bien, que madre no hay más que
una. Llegan unos días que se nos presentan como el preámbulo de la diáspora que
invadirá la Ciudad
con los calores venideros. Sevilla mariana y romera prendida entre las flores
que cuelgan de las enredaderas de sus patios en las Cruces de Mayo y la jara y
romero de los caminos rocieros. Sevilla es la única Ciudad del mundo que parece
que se va pero que siempre se termina quedando. Nos dicen de manera
ilusoria…”Sevilla se ha ido entera de Romería al Rocío”. Nos vamos nosotros
pero ella permanece siempre donde tiene que estar. Rezando por San Lorenzo;
trasminando belleza tras un Arco; parapetada tras las murallas del Alcázar;
arrodillada en una Capilla Real donde se confunden Virgen y Santo; perdidamente
enamorada por las callejas del Barrio de Santa Cruz; luminosa entre las luces
de piedra que encandilan la
Pasión y el Amor por el Salvador o vigilante trianera mirando
las dos orillas tras los ojos de un Puente. Cuentan que un día después de
torear en La Coruña
invitaron a Rafael Ortega “El Gallo” a una fiesta que daban en Sevilla. Un
subalterno al oír la invitación le dijo al Maestro: “¿A Sevilla va a ir usted
ahora con lo lejos que está?”. A lo que
“El Gallo” le contestó: “Sevilla está donde tiene que estar, lo que está lejos
es esto”. “Torre alta de Sevilla / que roza el azul del cielo / templo de amor y
semilla / con sus campanas al vuelo”. Sevilla nunca está lejos de nosotros, en
cualquier caso seremos nosotros quienes estemos lejos de ella. Lo triste, lo
verdaderamente triste, es sentirla lejos cuando por olvido la habitamos pero no
la vivimos. ¡Cuánto te amé Ciudad de mi niñez / de juegos, amoríos, desengaños… /
fuiste testigo fiel de mi vejez / al paso inapelable de los años! Y un día…. ¡Ya no estaré para quererte!
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