Despertó la luna en el agua del
arroyo
y se durmió el sol entre las
doradas espigas.
Mientras, las campanas de la torre
enmudecían su tañir plañidero.
Las monjas del Convento de San
José
rezaban un Ave-María por los vivos
y un Padre-Nuestro por los
muertos.
Las velas derramaban su cera
en el borde de las palmatorias.
La noche era dueña del pueblo
y el pueblo dueño de los días.
Los ricos dormían con un ojo
abierto
y los pobres ni a dormirse se
atrevían.
Alguien voló sobre el nido del
cuco
y aterrizó con un plomazo en un
ala.
Las barcas se mecían al compás de
la brisa
arrulladas por el eco de una
Habanera.
Gritaron ¡Agua!
y corrieron los fantasmas
en desbandada por las calles.
Las monjas del Convento de San
José
rezaban un Ave-María por los vivos
y un Padre-Nuestro por los
muertos.
El lento llanto de la vela
marcando
el compás del tiempo de la noche.
(de “Tiempo de Incertidumbre” – 2013)
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