jueves, 12 de enero de 2017

Manolita Chen



Si les comento que el pasado domingo 8 de enero falleció a los 89 años de edad en una Residencia de Espartinas doña Manuela Fernández Pérez, entiendo que esto no les dirá gran cosa. Si añado que el apodo con el que se conocía a esta mujer era el de “Manolita Chen” ya cambia radicalmente (sobre todo para la gente de mi generación).  Había nacido esta mujer en Madrid un 11 de abril de 1927 y desde los 12 años de edad empezó a labrarse su carrera como artista. Pero fue a raíz de contraer matrimonio en 1944 con el empresario chino Chen Tse-Ping (“Chepín”) cuando su trayectoria humana y profesional dio un giro de 180 grados. A partir de entonces su vida y la de las personas que componían su prole artística y sentimental formarían parte, a través de las distintas ferias españolas, de la vida de muchísima gente. Eran un oasis de libertad en una sociedad fuertemente dictatorial y con unos niveles de represión (la sexual ni les cuento) difícilmente soportables.  Manolita Chen era una mujer bellísima y que supo darle a la gente la necesaria dosis de felicidad que la gente demandaba.  Resultaría interminable citar a los grandes del Flamenco, la Copla, la Canción o el Humor que pasaron por el Teatro Chino de Manolita Chen.  En los años setenta Manolita Chen padeció un tumor en un oído lo que la obligó a desaparecer de los escenarios dedicándose en cuerpo y alma a sus tareas empresariales. Fue en el año 1986 cuando con su espectáculo “Aluzinante” (con z) desaparece para siempre del panorama de los teatros ambulantes de ferias.  Manolita Chen aparte de su belleza estaba dotada de un talento natural verdaderamente inconmensurable.  A través de la picaresca en los diálogos y el enseñar piernas sin terminar de enseñarlas consiguió burlar en numerosas ocasiones a los censores franquistas de la época. Recuerdo cuando su Teatro lo instalaban en la sevillana Feria del Prado como los chiquillos íbamos a mirar desde fuera por los resquicios que dejaban las lonetas exteriores. La cuestión era “pillar algo de cacha” como fuera.  Con ella se va una parte considerable de la posguerra y un cierto sentimiento de orfandad planea sobre nuestras ya encanecidas cabezas. Fue grande, muy grande, consiguiendo en momentos tan difíciles hacer felices por un rato a una legión de almas errantes.  Descanse en paz.



Juan Luis Franco – Jueves Día 12 de Enero del 2017




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