Si les comento que el pasado domingo 8 de enero falleció a los 89
años de edad en una Residencia de
Espartinas doña Manuela Fernández
Pérez, entiendo que esto no les dirá
gran cosa. Si añado que el apodo con el que se conocía a esta mujer era el de “Manolita Chen” ya cambia radicalmente (sobre
todo para la gente de mi generación).
Había nacido esta mujer en Madrid
un 11 de abril de 1927 y desde los 12 años de edad empezó a labrarse su
carrera como artista. Pero fue a raíz de contraer matrimonio en 1944 con el empresario chino Chen
Tse-Ping (“Chepín”) cuando su
trayectoria humana y profesional dio un giro de 180 grados. A partir de entonces su vida y la de las personas que
componían su prole artística y sentimental formarían parte, a través de las
distintas ferias españolas, de la vida de muchísima gente. Eran un oasis de
libertad en una sociedad fuertemente dictatorial y con unos niveles de
represión (la sexual ni les cuento) difícilmente soportables. Manolita
Chen era una mujer bellísima y que supo darle a la gente la necesaria dosis
de felicidad que la gente demandaba.
Resultaría interminable citar a los grandes del Flamenco, la Copla , la Canción
o el Humor que pasaron por el Teatro Chino de Manolita Chen. En los años setenta Manolita Chen padeció un
tumor en un oído lo que la obligó a desaparecer de los escenarios dedicándose
en cuerpo y alma a sus tareas empresariales. Fue en el año 1986 cuando con su espectáculo “Aluzinante”
(con z) desaparece para siempre del panorama de los teatros ambulantes de
ferias. Manolita Chen aparte de su belleza estaba dotada de un talento
natural verdaderamente inconmensurable.
A través de la picaresca en los diálogos y el enseñar piernas sin
terminar de enseñarlas consiguió burlar en numerosas ocasiones a los censores
franquistas de la época. Recuerdo cuando su Teatro
lo instalaban en la sevillana Feria del
Prado como los chiquillos íbamos a mirar desde fuera por los resquicios que
dejaban las lonetas exteriores. La cuestión era “pillar algo de cacha” como
fuera. Con ella se va una parte
considerable de la posguerra y un cierto sentimiento de orfandad planea sobre
nuestras ya encanecidas cabezas. Fue grande, muy grande, consiguiendo en
momentos tan difíciles hacer felices por un rato a una legión de almas
errantes. Descanse en paz.
Juan Luis Franco – Jueves Día 12 de Enero del 2017
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