Se acabó -al menos oficialmente- la temporada veraniega. Ya Septiembre no da más de sí y está presto para dejarle paso al inquietante mes de Octubre. Termina un ciclo que comenzó en los relucientes días de Mayo, para terminar rindiéndose a la evidencia de lo que cantaba la sin par Rocío Jurado: “…..pero el Invierno llega, aunque no quieras”. Todavía es previsible que los calores nos den algunos últimos coletazos pero a no dudar ya serán postreros y definitivos. Presumo que todos los veraneantes estarán ya de vuelta y en sus quehaceres habituales, y los encuentros serán motivo de gozo en una Ciudad proclive a fugaces encuentros y eternos desencuentros. Nos esperan meses –y posiblemente años- muy duros tanto en lo económico como en lo social. La Crisis se ha cebado especialmente con Sevilla, propiciando un insostenible número de parados, con el consiguiente desosiego para muchas familias sevillanas. Pero no queda otra que remar contracorriente ante una tesitura social ciertamente complicada. Porque a decir verdad, ¿cuándo ha dejado esta Ciudad de estar en Crisis? Siempre hemos tenido momentos históricos de esplendor seguidos por una larga resaca de penurias. ¿Cuando podemos establecer en la Historia de la Ciudad su cota más alta¿ ¿Quizás en la época romana? ¿Tal vez en el reinado Andalusí? ¿Cuándo después de muchos sinsabores se consolidó la Exposición del 29? ¿Cuándo celebramos la del 92? Estudiar todas estas etapas sevillanas te deja meridianamente claro que los periodos posteriores fueron convulsos y propensos al desencanto generalizado. Sevilla ha sufrido –y sufre- a lo largo de su rica Historia un cúmulo de despropósitos que han dañado de manera muy grave e irreversible su legado patrimonial. Cuesta trabajo imaginar que Sevilla se siga considerando una de las más preciadas joyas de la Humanidad a pesar de los estragos de la piqueta. ¿Cómo sería hoy Sevilla con su recinto amurallado intacto y perfectamente conservado? ¿Cómo sería el Casco Histórico con la Plaza del Duque integra e igualmente la de la Magdalena? ¿Cuántos Edificios, Casas, Teatros y Establecimientos tradicionales fueron demolidas de manera inmisericorde? ¿Crisis? Aquí en esta Ciudad este concepto lo llevamos cosidos en la piel desde tiempos ancestrales. Siempre soñando con algo que nos haga renacer de unas cenizas resultantes de la llama del agobio. Por eso le decimos adiós al mes de Septiembre para adentrarnos en los laberintos de la cotidianidad. Vamos a ver que pasa en los mese venideros. La Crisis debe –o debía servir- para despejar algunas incógnitas planteadas: no debemos fiarnos –y mucho menos darles carta blanca- a los encargados de velar por nuestras vidas y haciendas. No estaría tampoco nada mal que templemos nuestras “ínfulas de grandeza” de impostada clase media. La misma que nos ha provocado un aterrizaje forzoso en la llanura de la realidad cotidiana. Solamente en Sevilla puede ocurrir que, después de gastar muchos millones en un mamotreto como las “Setas de la Encarnación”, dejemos morir lentamente parte de nuestro mejor Patrimonio Artístico-Cultural-Sentimental (Iglesia de Santa Catalina, Convento de San Leandro, Iglesia de Santa María la Blanca…..). Así han funcionado siempre las cosas por esta mariana tierra de contrastes configurados en luces y sombras. Por eso está bien que hoy se nos vaya Septiembre para poder ponernos mano a la obra. Nadie que quiera y sienta esta Ciudad puede autoexcluirse de la ingente tarea pendiente. No pretendamos que Zoido sea una especie de Cid Campeador que nos traiga las cabezas de los sarracenos hasta el centro de nuestras mesas.
Digámosle adiós al mes que el calendario marca como el noveno. Chao, Goodbye, Au revoir, Arriverdeci o, simplemente, vaya usted con Dios pegajoso y “membrillero” Septiembre.