El mar abre su cremallera de siglos de orfandad para mostrarnos en sus tripas las contradicciones de los seres humanos: restos de galeones repletos de tesoros y tablones de pateras astillados por la extrema miseria. Las ramas de los árboles se balancean gozosas cuando los jilgueros, posados en ellas, cantan al amanecer por tierras aljarafeñas. Dios siempre nos dio una de cal y otra de arena. Noviembre apura su último rescoldo de vida y se nos va tan sigiloso como nos había llegado. Nos deja, eso si, un reguero sentimental de Santos, Difuntos y Tenorios. Suena al atardecer un Cante de Trilla por la Sierra cordobesa y Andalucía intenta, una vez más, renacer de sus cenizas. Quien canta su mal espanta. Los cielos ya alternan los tonos azules con los grises y negros. Comprobamos gozosos como crecen nuestros nietos a la par que, pesarosos, decrecemos sus abuelos. “Ea la ea la ea, que mi niña Lola duerme / en sabanitas de sea”. Dios siempre nos da una de cal y otra de arena. Lo canta por Soleá Enrique Morente y ya está dicho casi todo: “Los pájaros son clarines entre los cañaverales / que le dan los buenos días / al divino sol que sale”. Se apaga Noviembre y nos encendemos nosotros. Las barricas de roble del Aljarafe guardan placenteras en sus vientres el mosto que pronto degustaremos para saborear la vida. Llega Diciembre que es principio y final de casi todas las cosas: se mueren los días e intentan renacer las ilusiones. Las jardineras de los balcones cubren su orfandad con flores de plástico mientras, nosotros, nos cubrimos cuanto podemos para seguir pasando de largo por los ambulatorios. A ciertas edades si puedes decir un día más ¡Presente!, te puedes dar con un canto en los dientes. Solo en la Ciudad donde la desmesura tomó cuerpo y forma es posible sacar para un Vía Crucis ¡catorce! imágenes a la calle. Si sirven para recuperar la –perdida- fe bienvenidas sean. Monseñor confunde pasos con andas y nosotros confundimos los cirios con las velas. Silba el viento entre las ramas y estas se balancean soñando tiempos mejores. “Que pájaro será aquel / que canta en la verde oliva / anda ve y dile que calle / que su canto me lastima”. Empezamos Noviembre instalados en la zozobra y lo despedimos inmersos en el desosiego. Los “palmeros” de Zoido en el Corpus andan comprando silbatos en las tiendas de los chinos. Aparte de la de “Riesgo” prima la desconfianza: “La noche del aguacero / donde anduviste metía / que no te mojaste el pelo”. Para que seguir escribiendo si, definitivamente, Dios siempre nos da una de cal y otra de arena.
viernes, 30 de noviembre de 2012
miércoles, 28 de noviembre de 2012
Y se encuentran por la calle
“Amores que se han querío / y se encuentran por la calle / o se mudan de color / o se hacen un desaire / por dentro sufren los dos”.
Te vi, me viste y nos vimos. Fue la pasada semana esperando turno en la puerta de la Agencia Tributaria sita en la Plaza de la Encarnación. Hacía mucho tiempo que no tenía noticias tuyas y sabía, eso si, por amigos comunes que vivías en la Villa y Corte de esta maltratada tierra llamada España. Compartimos momentos ilusionantes e ilusionados de nuestra juventud y el amor se nos escapó de las manos como el agua de la lluvia. Nuestro entorno de roneos y bailes “agarraos” por San Bernardo tuvieron como compañeras de viaje a las estrellas y a una luna que se reflejaba desde la cercana Puerta de la Carne. Desde el primer día me gustaste, te gusté y nos gustamos. Teníamos un problema de difícil solución: tú buscabas un novio-formal y yo una amante-informal. Los tiempos dorados y sentimentales de la juventud siempre quedan grabados en el alma por el pentagrama de las canciones. La nuestra siempre será la “Diana” de Paul Anka. Ahora, por los azares contributivos del destino hemos coincidido, después de muchos años, al amparo de unas “Setas” sin bosque pero con muchos enanos. Nos saludamos afectuosamente como dos viejos amigos que dejaron escapar la posibilidad del “derecho al roce”. Estabas realmente esplendida después de cruzar la barrera de los cincuenta años de existencia. Así te lo manifesté y después de ruborizarte me devolviste el halago: “Tú también te conservas muy bien, Juan Luis”. Esa puede que sea la diferencia: las mujeres se mantienen hermosas en la madurez y los hombres bien conservados. Me comentaste que habías vuelto definitivamente a Sevilla para ayudar a tu hija en el cuidado de tus nietos. En un carrito portabas un niño de pocos meses rubio como la cerveza de “Casa Coronado”. La magia la rompió la inminencia de tu turno. Tú tenías el 132 y yo el 143. La vida siempre quiso que nunca tuviéramos el mismo número. Mientras te atendían me dejaste al cuidado de un ángel rubio que dormía placidamente. Luego una despedida cordial formalizada con un sincero beso en la mejilla. Te vi alejarte esplendida en tu papel de complaciente abuela. Deduje por tu aspecto que la vida te ha tratado –nos ha tratado- bien. Me place comprobar que la felicidad no pasó de largo por ninguna de nuestras puertas. Lo vivido cuando es gozoso se llama dulce melancolía; cuando manda la tristeza se llama pesadumbre. Viendo como te alejabas no pude evitar silbar entre dientes la “Diana” de Paul Anka. Ignoro cual será actualmente en tu vida eso que llaman “estado civil”. Tampoco creo que importe mucho, ¿qué más da? Estoy seguro que nunca olvidaremos el primer beso que nos dimos en el túnel de San Bernardo y eso es lo verdaderamente importante. Te vi, me viste y nos vimos. Me gustaste, te gusté y nos gustamos. Te dejé, me dejaste y nos dejamos. Como diría Julio Iglesias….”La vida sigue igual”.
lunes, 26 de noviembre de 2012
Ningún día es como cualquier otro
Hoy estamos a 26 de Noviembre del Año del Señor del 2012. Los acontecimientos históricos delimitan que cualquier día del año tenga unos antecedentes eternos e intemporales. Ningún día es como cualquier otro. Tal día como hoy en 1504 falleció la Reina Isabel la Católica, y el mismo día de 1912 nació el dramaturgo Eugène Ionesco. En 1897 Cuba y Puerto Rico consiguieron la autonomía y en 1942 se estrena la mítica película “Casablanca”. En 1997 se crea en España el “Consejo Económico y Social de Andalucía” (cuyos resultados, evidentemente, se quedaron a años luz de sus objetivos: menos trabajo igual a más paro) y en el 2003 el avión supersónico “Concorde” realiza su último vuelo. En 1991, Michael Jackson, lanza al mercado su álbum “Dangerous” y en 1838 se promulga en Madrid la “Ley de Instrucción Primaria” (nuestra última etapa democrática ya lleva ¡siete! planes educativos). Acontecimientos que confirman históricamente que el 26 de Noviembre, como cualquier día del año, no es un día cualquiera. Los seres humanos, afortunadamente, nos movemos –o debíamos movernos- en nuestro calendario afectivo a golpes de sentimientos. Fechas marcadas a sangre y fuego en las paredes del alma debían tener relación con lo estrictamente sentimental. El día que te nacieron tus hijos y/o nietos. Cuando la orfandad te cubrió con su velo negro. Cuando te licenciaste del Servicio Militar retornando a la añorada vida civil. Cuando desde la atalaya de niños trabajadores precoces viste a tu hija licenciarte en la Universidad. Mi calendario sentimental se apoya en tres fechas fundamentales: un 13 de Mayo cuando, por Tangos, nació mi primera hija; un 21 de Octubre cuando, por Siguiriya, mi madre subió a los cielos azules de Sevilla y, un 31 de Enero cuando, por Bulerías, al nacer mí primer nieto supe paladear el verdadero sabor de la felicidad. Salva Gavira y un servidor creamos este Blog para dar testimonio del paso de los días –pasados, presentes y futuros- en una Ciudad tan amada como ninguneada. Lo llamamos “Toma de Horas” en concordancia con una sección del programa semana-santero que Salva Gavira dirigía magistralmente en Radio Giralda. A estas alturas, y con la época tan convulsa que nos ha tocado vivir, no sabríamos concretar si nosotros le tomamos las horas a la Ciudad o si, por el contrario, es Ella quien nos la toma a nosotros. Aquí ni se reconducen comportamientos ni, pretenciosamente, intentamos ser conciencia cívica de nada ni de nadie. Para algunos aquí se dicen –escriben- cosas de cierto interés, mientras que para otros resultarán irrelevantes. Posiblemente, todos tengan parte de razón. Al final puede que sea verdad que las personas, como los días, nunca son iguales.
domingo, 25 de noviembre de 2012
Puertas al campo
Hoy, precisamente hoy 25 de Noviembre del Año del Señor del 2012, se van a celebrar elecciones en Cataluña para dilucidar su futuro y, posiblemente, el nuestro. El pasado 11 de Septiembre, celebración de la Diada, las cosas por tierras catalanas quedaron enmarcadas en los caminos que ya no tienen ni retorno ni vueltas atrás. 1.600.000 personas reclamando en la calle el 11 de Septiembre de manera civilizada la Independencia para Cataluña es un argumento que no admite ningún género de dudas. Hoy celebran Elecciones y del resultado de las mismas (más que previsible) dependerá el que asuman, sin más dilaciones y complejos, el comienzo del entramado político-social-burocrático que les llevará a configurarse como Nación. He leído estos días a través de Internet numerosos y variopintos artículos de opinión sobre la idoneidad, oportunidad y/o posibilidad del desgaje definitivo de Cataluña de la Nación Española (que dicho sea de paso está hasta los co….. del “problema” vasco y catalán). Para algunos analistas la independencia sería catastrófica para Cataluña y para otros sería beneficiosa a largo plazo. Sinceramente, dado mi corto entendimiento en estos menesteres, no sabría como pronunciarme sobre este espinoso tema. Esperemos que, a mi querida España, no le pase como a los jóvenes que se emancipan de sus casas y van todas las semanas a llevarle a la madre la ropa sucia y, de paso, a pedirle al padre para la manutención y el alquiler del piso. Eso si, la voluntad mayoritaria de los pueblos como en el caso que nos ocupa no puede ser frenada por el “incuestionable” Reino de la Ley (la Constitución Española en este caso). Estamos ya en la segunda década del siglo XXI y demostrado queda que nuestra Constitución actual está obsoleta y ampliamente amortizada por el tiempo. Siendo optimistas podemos afirmar que nuestra Democracia (por los continuos abusos de no pocos políticos) está bajo sospecha. Ya, sin más dilación, urge negociar una Constitución acorde con las realidades y el tiempo que nos ha tocado vivir. Ignoro si la solución sería un Estado Federal ya que ni los “federalistas” se ponen de acuerdo sobre su contenido-cometido. “Algo huele a podrido en…España” y toca una campaña ciudadana de desinfección. Articulemos unas Leyes que propicien la Justicia (de verdad); la Solidaridad entre los pueblos; la Decencia; los Derechos sociales y políticos (hoy arrebatados) y donde se prime el esfuerzo y no la “mangoleta” y la chapuza torticera. Quienes quieran quedarse al margen de esta España nuestra, donde los “nacionalistas” (de todo cuño) alternan los insultos con las peticiones, están en su derecho. Por la vía democrática y con las armas del civismo los pueblos están legitimados para plantear sus reivindicaciones (estas nos gusten o no siempre serán justas, aunque no sean legales). Los políticos, los malos políticos, siempre intentaron enfrentar a los pueblos (saben que la unidad acabaría con sus privilegios). La pretendida “catalanofobia” de los andaluces es una postura inducida por las altas esferas. Fueron muchísimos andaluces, y no pocos sevillanos, los que encontraron en Cataluña en los años sesenta los que aquí se les negaba: Trabajo. Me place, en otro Toma de Horas, analizar la importancia de Cataluña en el Flamenco. Puede que no sea casualidad que entre los grandes artistas flamencos contemporáneos exista un ramillete de excelsos catalanes: Miguel Poveda es de Badalona; Duquende de Sabadell y Mayte Martin y Chicuelo de Barcelona. ¿Casualidades de la vida? Puede, pero merecerá la pena que analicemos el Flamenco por tierras catalanas.
Terminemos diciendo que en una reciente encuesta el 65% de los andaluces, que tienen a Cataluña como su segunda Tierra, eran partidarios de la Independencia catalana. Cosas veredes amigo Sancho.
viernes, 23 de noviembre de 2012
Sobre el sevillano y lo sevillano
De tarde en tarde se genera en las televisiones locales algún debate sobre los perfiles que mejor definen al sevillano. Difícil tarea, tanto en Sevilla como en Pekín, resulta definir las virtudes y/o defectos que configuran un estereotipo de personalidad ciudadana. Sinceramente creo que, afortunada o desgraciadamente, el sevillano es tan contradictorio como la propia Ciudad. Puede ser malaje por la mañana y ocurrentemente “gracioso” por la tarde. Banal por el día y reflexivo en los albores de la madrugada. Exquisito en el vestir o provisto del machadiano torpe aliño indumentario. Creo que la Historia ha demostrado (lamentablemente) de manera fehaciente que el sevillano se hace más verdad en sus defectos que en sus virtudes. Inmerso en un pasotismo ancestral ha presenciado impávido la destrucción de una parte considerable del Patrimonio de la Ciudad más bella del mundo: la suya. Duele, pero la verdad nos hace libres. He tenido la inmensa suerte de convivir a través del afecto con una serie de personas que para mí simbolizan lo mejor de la sevillanía. Sevillanos en estado puro. Mi propio padre unía una encomiable perseverancia en el trabajo con unos fines de semana flamencos y lúdicos a toda pastilla (“Ajustador” en la Pirotecnia de lunes a viernes y Cantaor de Flamenco los fines de semana en la BBC (Bodas, Bautizos y Comuniones). Serio, melancólico pero con una gracia natural capaz de los comentarios más jocosos y atinados. Mi tío Antonio (natural de Jerez de la Frontera) era exquisito, cabal, reflexivo, educado y con una natural e irrefrenable tendencia al sexo débil (perdón, fuerte). Mi tutor Manuel Alonso era inteligente, bético profundo, mairenista, esplendido hasta dar lo que no tenía, y sabiendo combinar trabajo y diversión para que ninguna ganará la partida. Mi compadre Manolo Centeno era cabal entre los cabales, flamenco postinero (el mejor que he conocido), sentencioso socarrón y elevando la amistad a los altares de la suma nobleza. Todos, absolutamente todos, tenían un denominador común: un profundo cariño y una enorme devoción por Sevilla. No pertenecían a ninguna Hermandad; pasaban de la Feria y las mañanas del Corpus y la Virgen de los Reyes se quedaban en la cama. ¿Eran por esto menos sevillanos? Todos (menos mi padre que era más taurino que futbolero) eran grandes béticos y fervorosos amantes del Arte Jondo. ¿Con sus dimes y diretes, los podíamos considerar prototipos adscritos al perfil del sevillano? Sinceramente lo ignoro y posiblemente a ellos esta “clasificación” de militante sevillanía les importaría bien poco. Todas las ciudades, sin excepción, tienen un alma flotando por sus esquinas y el saber atraparla es lo verdaderamente importante. Nacer en Sevilla o vivir en Sevilla pueden no ser más que cuestiones meramente circunstanciales. Conocerla en profundidad; tratarla con mimo; defenderla de la falsa hojarasca de la impostura y saberla tuya es lo primordial. Hacerlo tras un antifaz de nazareno o sentado en la Glorieta de Bécquer leyendo a Chaves Nogales no dejan de ser posicionamiento personales. Debemos –o debíamos- sentirnos orgullosos de pertenecer al entorno afectivo de una Ciudad que consiguió que por sus costurones siempre florecieran las rosas. Lo demás no es más que elucubraciones tertulianas de prosaicos intelectuales de salón. Sevilla hoy solo tiene sentido para soñar. De nosotros depende que también lo tenga para vivir.
miércoles, 21 de noviembre de 2012
De aquí a la eternidad
“No se muere con dignidad; se vive con dignidad” (House)
Hace ya algunos años le escuché en la Librería Antonio Machado una frase a Alfonso Guerra que se me quedó grabada. Decía: “Moriremos definitivamente cuando muera la última persona que nos tuvo afecto”. Dicho y asumido queda. En la última entrevista que le hicieron a Santiago Carrillo comentaba que: “Venimos de la nada e irremisiblemente volveremos a la nada”. Apuntillaba que la eternidad no existe ni puñetera falta que nos hace. Era una visión agnóstica de la existencia humana tan respetable como las demás. Los cristianos no podemos obviar este debate situando y/o simplificando la eternidad acoplando en ella a buenos, malos y regulares (Gloria, Infierno y Purgatorio). Ha sido históricamente una “teoría” maniquea impuesta, de manera interesada, por las altas esferas de la Iglesia. Un sabio de la talla de José Luis Sampedro afronta este último tramo existencial con el interés y la duda intelectual de que pasará después de fallecer. ¿Termina todo con el último suspiro o sigue después existiendo el alma? Como seres vivos pasamos de la inexistencia a la existencia y, definitivamente, volveremos de nuevo al punto de partida: la inexistencia. La fe mueve montañas pero, no pocas veces, las montañas son más fuertes que la fe. Racionalizar la fe es como intentar que soplando desaparezca una nube en el cielo. Contextualizar el más allá es imposible: ni lo conocemos los que estamos todavía vivos ni dan testimonio aquellos que ya no lo están. ¿Qué es la eternidad? ¿Existe o es en realidad una quimera del ser humano? Conozco a muchos creyentes, muy cultos, que han optado por no enfrentarse dialécticamente a este dilema. La fe debe –o al menos debía- servir para ayudarnos a vivir y, prioritariamente, ayudarnos a morir sin que se apague una ilusión postrera: el que existe algo más. Una forma de vida intemporal donde se orillen, definitivamente, las penas y las zozobras que lleva implícito el ejercicio de la vida. La Ciencia nos explica racionalmente porque nacemos, crecemos, enfermamos, envejecemos y fallecemos. Todo, nos dicen los científicos, se transforma. Hasta ahí llega su cometido. El después, ese después que conforta e ilusiona a los creyentes, siempre será una incógnita por despejar. El Clero oficial siempre atacó despiadadamente a los libre-pensadores. Quien piensa: razona y pregunta. Quién pregunta y no obtiene respuestas: termina por no obedecer. Quién no obedece es perseguido por salirse del “rebaño”. La duda forma parte de la capacidad intelectual del ser humano. La afirmación/negación sobre la eternidad siempre ocupó en la Filosofía un lugar preferente. Lo dejó escrito el escritor británico Bertrand Rusell (Premio Nobel de Literatura en 1950): “Gran parte de las dificultades por las que atraviesa el mundo se debe a que los ignorantes están completamente seguros y los inteligentes llenos de dudas”. Poco más que añadir
lunes, 19 de noviembre de 2012
El inmenso placer de la Lectura
“No leemos para matar el tiempo: leemos para que el tiempo no nos mate a nosotros”
Mi abuelo, Félix Pelayo Martínez, un Maestro de Escuela republicano, católico y de ideas moderadas (enterrado en vida -profesional y civilmente- por el franquismo), siempre me decía que el buen lector nunca estará solo. Cuanta razón tenía este viejo y bondadoso sabio. Pocos días son los que pasan en mi vida sin que esta aseveración –y otras muchas- acudan a mi memoria. Curiosamente ahora, que ando definitivamente desligado de compromisos laborales, no me está resultando de las etapas más productivas como lector. Leo, eso si, una media de 4 horas diarias, pero aún están muy lejos de anteriores periodos lectores de mi existencia. Posiblemente, fuera durante el Servicio Militar en Ceuta cuando más libros devoraba. Trabé amistad con un Teniente –Carlos García- de muy grata memoria y me facilitó libremente el acceso a la copiosa e interesante biblioteca de su despacho. Si un libro conseguía atraparme, no era raro verme leyéndolo a las tres de la madrugada alumbrado con un flexo en la oficina del furriel. Afortunadamente he vuelto por mis fueros y este verano ha sido enormemente productivo. Dentro de mis obsesiones de planificador compulsivo suelo programar la semana lectora de la siguiente forma: Lunes y viernes, Literatura; martes y jueves, Flamenco y los miércoles, Historia. Los fines de semana (únicos días en los que compro prensa escrita) los dedico, por libre, a repasar notas tomadas y volcarlas en el ordenador. Siempre me gustó leer con un bloc a mano e ir tomando apuntes de aquellas cosas que me parecen especialmente relevantes. Ahora estoy leyendo y terminando “El tiempo entre costuras” de María Dueñas, fundamentalmente por no tener el complejo de ser el único español que no lo ha leído. Atrapa desde sus primeras páginas y debo reconocer a pesar de que los best-seller me provocan urticaria que estamos ante una más que excelente novela. Ante un falso ejercicio de elitismo intelectual no podemos desmerecer las novelas de gran difusión sin molestarnos siquiera en leerlas (o al menos empezarlas). Siempre es bueno prestar atención a algunos críticos literarios o amigos solventes que te pongan sobre aviso de las excelencias (o no) de lo que se edita. No tengo reparos en reconocer que he leído (a duras penas, eso si) novelas o ensayos que han sido muy valorados por la “intelectualidad” y que a mi me han resultado soporíferos. Necesito que me cuenten algo que me atrape e interese y, fundamentalmente, que me proporcione un sedimento de reflexión haciéndome crecer como ser humano. Vivir una y mil vidas distintas a las tuyas donde las realidades y los sueños vayan cogidos de la mano. Durante unos años de mi vida intenté ir ganando lectores para la causa y estoy por asegurar que son cientos los libros prestados; nunca devueltos y, posiblemente, permanentemente cerrados. Nadie debía de privarse en vida del enorme placer de la lectura. Hasta los invidentes han conseguido leer con el tacto (“La Niña de la Puebla”, una extraordinaria cantaora ciega, era de una voracidad lectora apasionante. Todos sus ratos libres los dedicaba a la lectura). Podemos estar en las situaciones y los sitios más insospechados que si un buen libro te engancha estaremos saboreando, sin saberlo, el dulce néctar de la libertad.
domingo, 18 de noviembre de 2012
La Ciudad desasosegada
La Ciudad, nuestra querida y maltratada Ciudad, vive instalada en el desasosiego. Las cuentas no terminan de salirle y el “Zoidazo” se difumina a pasos agigantados. Mucho ruido y muy pocas nueces. Los padres, desesperanzados, pasan su tiempo haciendo cola en las Oficinas del Paro. Las madres -¡ay, las madres!- hacen una y mil filigranas para que la olla express siga pitando cada día. Los jóvenes emprendedores estudian alemán en los Ayuntamientos del Aljarafe. Los abuelos vuelven a sus hogares -¡hogar, dulce hogar!- para cubrir con su pensión los insostenibles gastos domésticos. Los muy niños van provistos de táper con comida a las escuelas infantiles. Los “Depositarios de las esencias” hace tiempo que cambiaron las palomas de la Plaza de América por las Gaviotas de la calle San Fernando. Cuando al final de la misa se nos dice que “podemos ir en paz”, no sabemos si irnos o quedarnos allí rezando un rato. Don Vandalismo y Doña Chapuza se disputan denodadamente la supremacía de la Ciudad. Los socialistas hace tiempo que se reconvirtieron en sociolistos. Ya, ni la Soleá de Alcalá consigue proporcionarnos el necesario temple vivencial. Hoy, esta Ciudad se escribe con C de Crisis y de Caos. Teoría del Caos disfrazada de viajera racionalidad allá por San Esteban. Somos contradictorios por nuestra propia naturaleza de sevillanos dispersos y volubles. Al final se demostró que en Sevilla los ángeles no tenían ni sexo ni tampoco seso. Vamos de nuestro corazón a nuestros asuntos pasando de largo por las puertas de las capillas. “Tocan las campanas de la Catedral y yo sin zapatos yéndome a casar”. Ya está presta la llave inglesa con lo que algún político apretará el primer tubo del Portal de la Feria. Una vez al año coger una herramienta no hace daño. En un cajón duerme inquieto el anhelado Pregón de algún pregonero vocacional. ¿Todo sevillano rancio tienen escrito “su” Pregón? Al final era eso: farolillos y cirios y vamonos que nos vamos. “Sevilla tiene una cosa que solo tiene Sevilla”. Duele y cansa ejercer de sevillano en una Ciudad que reniega de sus orígenes en su complaciente docilidad. Suena la guitarra de Manolo Franco en mi ordenador y el Flamenco, una vez más, consigue redimirme de mi diaria dosis de desesperanza. La Ciudad padece una destemplanza crónica y ni los sabios doctores de la Iglesia consiguen dar con su origen. Todo siempre, absolutamente siempre, queda supeditado a un prometedor futuro que nunca termina por llegarnos. “Sevilla será Sevilla / mientras tenga vino y flores / y mujeres con mantilla / y…tapas de caracoles”. ¿Desde cuando y hasta cuando tienen que llorar su pena amarga las Dolorosas sevillanas¿ ¿Quién o quienes, en clave machadiana, ayudarán a desenclavar a los crucificados sevillanos? Las respuestas viven instaladas en los aires que nos llegan del Aljarafe en Primavera. Ya quedó meridianamente claro que: “Los aires llevan mentira / el que diga que no miente / que diga que no respira”.
viernes, 16 de noviembre de 2012
Sonríe y mira al pajarito
Esto mismo le decían los fotógrafos callejeros a los niños de mi generación: “Sonríe y mira aquí que va a salir un pajarito”. Inolvidables los dos que había en los Jardines de Murillo junto al monumento a Cristóbal Colón (ahí estoy en la foto adjunta con mis hermanos y mi abuelo Félix). Con aquellos enormes artilugios cuadrados con su faldón trasero y apoyados en un trípode de madera. Siempre con sus impolutos guardapolvos blancos y su Rocinante de cartón piedra. Hoy, las cosas han evolucionado tanto que ya hacen fotos hasta los mecheros. Ver la salida nocturna del Gran Poder se nos antoja misión imposible por los cientos de flashes que se disparan. Creo sinceramente que las fotos que tienen –o debían tener- como finalidad dejar testimonio gráfico de nuestro paso por la tierra se supediten a nuestra época más lozana. A partir de los cuarenta años de edad contra más pasemos desapercibidos –fotográficamente- mucho mejor. La mayoría de las fotos que tengo de mis padres y/o abuelos se me presentan como personas ya muy mayores y heridas en la batalla de la vida por las balas de los años. Recuerdo a mi Abuela Teresa, todavía hermosa, con su róete y su moña de jazmines cuando de la mano me llevaba de niño a ver al Señor de Sevilla. ¿Qué tiene ver con ella esta pobre anciana retratada en una mecedora con la mirada triste y perdida¿ Visualizo a mi madre, guapa y radiante, lavando a mano en el primer patio del Corral de Vecinos cantando coplas por lo bajini. ¿Esta pobre anciana retratada postrada en una silla de ruedas es como debo recordarla? Veo a mi padre cortando tableros con el serrucho mientras canta magistralmente los cantes de Canalejas de Puerto Real. ¿Esta foto de un triste y melancólico anciano que sostiene amorosamente a su gata en su regazo es como tengo que recordarlo? Poseo una foto de mi madre todavía soltera y comprendo que no es por casualidad que las vírgenes sevillanas sean hermosas y eternamente jóvenes. Otra de mi padre cantando en el Cuartel del Carmen en un Festival que se celebró para recoger fondos destinados al “Socorro Rojo”. Así es como quiero recordarlos y que un día me recuerden a mí: jóvenes y a salvo de la decrepitud producida por los años. ¿Qué tengo yo que ver con este hombre de pelo blanqueado y mirada sorprendida que cada mañana se afeita en el espejo de mi cuarto de baño? Vivir consiste en cumplir años y ello lleva implícito, necesariamente, cumplir también achaques. ¿Es imprescindible dejar testimonio gráfico de nuestra decadencia? No lo tengo muy claro y cada día rehuyo la posibilidad de hacerme -que me hagan- fotos. Cuando un día alguien trate de recordarte que mejor que ofrecerle gráficamente nuestra mejor versión. Algunas veces, y en un ejercicio de crueldad a todas luces innecesario, me llegan fotos actuales de estrellas del celuloide que, en su día, causaron admiración universal por su extrema belleza. Para mi la inmortal siempre será la Kim Novak de “Picnic” y no esa anciana de carnes flácidas y mórbidas que impune y canallescamente pasean por la Red. Solo se libran de la decadencia aquellos que lamentablemente caen en la batalla antes de tiempo. Nunca debemos aceptar muerte como animal de compañía. La vida es tan bella que merece la pena vivirla hasta el último aliento pero, eso si, a ser posible con luces (de amaneceres) pero sin fotógrafos.
miércoles, 14 de noviembre de 2012
Karate a muerte en La Algaba
Poco podía imaginar José María Blanco Lejía que cuando, después de cincuenta años de actividad, decidió cerrar su droguería en Guillena se iba a desencadenar un conflicto de tal magnitud. Dos familias chinas, los Wand y los Zhang, peleaban con denuedo para hacerse con el traspaso del local (ubicado en pleno centro del pueblo) y montar su enésima tienda en la zona. El enfrentamiento de estas dos familias -repletas de samuráis en sus ancestros- venía de muy antiguo. Todo arrancó, allá por la Ciudad de Chengdu con una versión de “Tarantos y Montoyas” en clave nipona. Una variante china de Romeo y Julieta acontecida en el primer tercio del siglo XX. La amorosa historia y su compulsivo final quedaron marcados para la historia en la Gran Muralla China. Todo al final quedó resuelto en clave de golpes al aire a ritmo de katanas. Se juraron, a sangre y pólvora, eterna enemistad entre las dos familias. Arribaron a Sevilla a finales de los años ochenta dispuestos a probar fortuna como hábiles mercaderes. Nunca sabremos que familia llegó primero (ninguna se ponía de acuerdo en este punto) y quien, por tanto, actuó por puro mimetismo. Traían unos ahorros que les permitieron aguantar unos meses hasta tomarle el aire a la gente y sus cosas. Se dejaron aconsejar por la todavía incipiente colonia china y ya todo fue coser y…vender. Se trajeron su ancestral odio cuando arribaron a la provincia de Sevilla. Siempre que coincidían en algún polígono para proveerse de artículos, sus miradas desprendían destellos de odio y venganza. Ahora, la posibilidad de instalarse en Guillena (único pueblo de la zona donde no estaban establecidos) ha encendido una mecha de imprevisible consecuencias. Pujan y pujan por el alquiler o la compra del local, y el droguero no sabe ya cuando podrá cerrar el trato e irse de pesca a la cercana ribera. Ha tenido que mediar, ante de que el asunto estalle, el Defensor del Pueblo de Castilblanco de los Arroyos, don Baldomero Agua Va. Consiguió reunir a ambas familias y lograr una formula acorde con sus tradiciones: una pelea de karate. Cada familia elegirá a su miembro más avezado en estas lides y el escenario será la Plaza de Toros de La Algaba (allí donde el Faraón de Camas colgó capote, muleta y Arte todavía no superado). Todo está preparado para el próximo sábado día 17 de noviembre a las cinco de la tarde. La expectación en la comarca es máxima y ya están prácticamente agotadas todas las localidades. La reventa se las promete muy felices pues vendrán chinos desde todos los puntos de España. Será la primera vez que las tiendas y restaurantes chinos cierren unas horas para asistir a tan esperado acontecimiento. Aunque todavía sin confirmar, tiene anunciada su visita el actor y campeón mundial de karate, Chuck Norris. Ya que, desgraciadamente, los taurinos cada vez perdemos más terreno ante los antitaurinos, que sirvan las Plazas de Toro para estos nobles menesteres. Allí estaremos para no perdernos detalle y dar cumplido testimonio a nuestros pacientes lectores. Lo dicho: “Karate a muerte en La Algaba”.
lunes, 12 de noviembre de 2012
La maraña del tiempo
El tiempo queda marcado por los días del almanaque y contextualizado por los momentos vividos. Todo en clave pendular: pasamos de la inexistencia a la existencia para volver definitivamente a la primera. Siempre pendientes de un hilo que separa el gozo de la pena, el amor del desamor y el vértigo de la nada. Enmarañados en un caos medianamente sincronizado para que cada etapa existencial de paso a la siguiente. Siempre la figura de Dios –incluso para los que racionalmente niegan su existencia- se hace omnipresente cosida al factor tiempo. ¿Solamente Él puede dominar y condicionar los efectos causados por el paso de los días? ¿Quién determina nuestra cuota de tiempo existencial? ¿Tiene fundamento filosófico negar los designios divinos y argumentar que las cosas ocurren por así determinarlas el destino? ¿Que es el destino? ¿Quién manda en el destino? ¿Bajo que reglas empíricas establece sus designios? Volveríamos al punto de partida y situaríamos al tiempo enmarañado en la gran interrogante que mueve a los planetas, los astros y las estrellas. Nada simboliza mejor el paso del tiempo que los relojes de arena. El hombre siempre intentó –vanamente- conseguir la inmortalidad intentando parar el tiempo a su favor. La arena siempre termina escapándose de nuestras manos (salvo que la humedezca el agua de la lluvia o las lágrimas de los mortales). Existen días que, sin enterarnos, se nos escapan por su fugacidad y otros que se nos hacen insoportablemente eternos. Todos los días, buenos y malos, tienen las mismas horas y minutos. Solo varía la percepción de los mismos. Cuando un torero torea con la templanza del alma y desarrolla ante el toro su faena soñada se dice que: “Consiguió con su Arte parar los relojes y el tiempo”. Son sublimes momentos de gozo, que por si solos justifican que merezca la pena el ejercicio de vivir. El tiempo siempre, absolutamente siempre, se termina configurando como nuestro carcelero. Nos atrapa y nos pasa factura por los años que nos ha concedido y/o prestado. Tiempo pasado, presente y ¿futuro? Lo perdemos; lo aprovechamos; lo gozamos; lo padecemos; lo individualizamos; lo compartimos o lo vemos pasar como los trenes que buscan, entre pañuelos de despedida, su última estación. Buscamos el significado de las cosas que nos rodean y, mientras, el tiempo pasa de largo por la puerta de nuestras casas. La Tierra gira completa sobre si misma y nos hace sumar días de radiantes amaneceres y noches de plenilunio. Vivir consiste simple y llanamente en gastar –acertadamente- el tiempo que se nos ha concedido. Mientras, en los relojes, las agujas avanzan lentas pero inexorables para clavarse inmisericordes en las hojas caídas de los calendarios. “Dale cuartelillo al tiempo / que el tiempo lo arregla to / yo he visto nubes muy negras / romperla un rayo de sol”.
domingo, 11 de noviembre de 2012
Flamenco de guardia
En contra de mi inveterada costumbre de no traspasar –levantado- la frontera que separa un día del siguiente, me he entretenido buscando unos datos en Internet y me han dado las dos de la madrugada frente a este maravillo invento. Tengo puesto en el ordenador los cantes del Maestro de los Alcores y ahora se dispone a regalarme el “Romance del Conde Sol” o lo que es lo mismo: el Cante elevado a su máxima expresión de autenticidad y belleza. Canta Antonio Mairena y la noche se nutre de flamencura y noble andalucismo hasta emborrachar los sentidos y los sentires. Dejo cuanto estoy haciendo y pongo toda mi atención en nutrirme del sublime Arte que se desprende en este “Romance por Bulerías”. El mismo que me traslada a un onírico mundo donde la emoción se me presenta liberada de cualquier atadura o impureza. La Cultura –y el Flamenco lo es con mayúscula- al servicio de las emociones más nobles. Un Cante hecho a la medida de las almas inquietas sedientas del agua de la fuente de la verdad jonda. No existe un cante para los distintos momentos del día: existe un cante para cada momento del alma. El Arte y la Cultura o son liberadoras o no son nada. La cotidianidad es machaconamente asfixiante y solo encuentra su antídoto y necesaria contrapartida en los momentos de gozo. En esta avanzada noche por un cúmulo de casualidades me encuentro atrapado, en toda su magnificencia, por el Cante de Antonio Mairena. Es una madrugada de un noviembre tan desangelado como la época que nos tocado vivir. El Flamenco humaniza a través de la divinidad o diviniza a través de la humano. Aquí si podemos decir de manera rotunda que el orden de las factores –flamencos- no altera el producto. No tengo muy claro –ni creo que importe- el orden natural de las cosas. Aquellos que teniendo el Flamenco tan cerca –los andaluces- lo ignoran por inducidos prejuicios o desconocimiento se hacen a ellos mismo un flaco favor. No existe nada, absolutamente nada, que represente el alma de la tierra andaluza de manera más certera que el Arte Jondo. Sinceramente, el día que no sepa distinguir y/o apreciar una Soleá o una Siguiriya estaré irremediablemente perdido. He vuelto a repetir el “Romance del Conde Sol” y vuelvo a deleitarme, una vez más, con este ramalazo sentimental de Cante inmortal. Suenan los mágicos compases de las sonantas de Niño Ricardo y Melchor de Marchena (¡cualquier cosa!) y empieza Mairena cantando aquello de:”Grandes guerras se publican entre España y Portugal y al Conde Sol lo nombran por Capitán General”, y lo remata con: “Allí dentro veo un barrí tapao quiera Dios que sea vino amontillao”. Inmortal, sublime, un ejemplo claro y rotundo de la grandeza del Cante Flamenco. Cuando apago mi ordenador el salón de mi casa huele a naranjas de los Alcores. Por el pasillo que me conduce al camastro vislumbro –o al menos así lo creo- la patriarcal figura de Silverio Franconetti y el tic-tac del reloj de mi casa suena a Soleá de los Puertos. Mi padre y mi compadre, Manolo Centeno, flamencos de postín, me miran complacidos desde los cielos sevillanos. Un cante no te arregla la vida pero consigue embellecerte la madrugada. Sinceramente, con la que está cayendo, no me parece una cuestión baladí. Flamenco de guardia para las almas sensibles.
viernes, 9 de noviembre de 2012
El fantasma bondadoso
“Nada tan provechoso como hablar lo menos posible con los demás y lo más posible con uno mismo” - Séneca -
Llegó un día a mi Bloque como por arte de magia. Vivía en soledad ocupando temporalmente una vivienda en la 3ª Planta que llevaba algún tiempo pendiente de venta o traspaso. Su estancia en la misma no creo que sobrepasara los cinco años. Era un hombre de unos setenta años de edad; extremadamente delgado; muy pulcro y de un porte que hacia presagiar tiempos mejores. Nunca levantaba la cabeza cuando correspondía educadamente a cualquier tipo de saludo. En su buzón seguía permaneciendo el nombre del anterior inquilino. Este hombre, para nosotros, era una incógnita tan difícil de despejar como su forma de vida. De manera voluntaria y solidaria siempre estaba arreglando enchufes, puertas y cualquier avería que detectara en el Bloque. Observaba algún desperfecto y bajaba con su pequeña caja de herramientas para resolverlo de inmediato. No contento con eso se levantaba muy de mañana –hiciera frío o calor- para, provisto de una bolsa, recoger en la calle lo que la dejadez o el incivismo iban sembrando por doquier. Luego lo depositaba en uno de los contenedores y desaparecía de la esfera cotidiana hasta el comienzo de un nuevo amanecer. Consiguió que los alrededores de nuestro Bloque fueran los más aseados de la Barriada. Un día dejamos de notar su presencia y nos percatamos que se había marchado igual que llegó: envuelto en un halo de misterio y anonimato. ¿Quién era este hombre? ¿Cuál era su historia y porque se negaba a relacionarse con el vecindario? ¿Existió realmente o solo era un fantasma bondadoso? Nadie supo siquiera como se llamaba y, eso si, sabíamos que parte de su tiempo libre lo empleaba en tareas solidarias. Intenté, inútilmente, en más de una ocasión sobrepasar el límite que establece el saludo protocolario. No se prestaba al intercambio de afectos. Apresuraba el paso y se perdía cabeza gacha como las sombras de la noche. No quería tratos con nadie y en ese nadie no existían excepciones para él. Parecía tener miedo y/o recelo de cuanto le rodeaba. Cuando cada mañana me asomo a mi terraza, me parece estar viéndolo agachado recogiendo en la calle las basuras ajenas. La vida de algunas personas es de una complejidad difícilmente digerible. A lo largo de nuestra existencia gozamos y/o padecemos con una serie de acontecimientos que terminan configurando las claves de nuestra personalidad. Ni siquiera los vecinos de su Planta consiguieron arrancarle la más mínima cuota de familiaridad. ¿Qué habrá sido de él? ¿Dónde desarrollará ahora sus tareas solidarias? Ni la Literatura en su máxima expresión ha conseguido nunca desentrañar los vericuetos del alma humana. Se aproxima y le da forma, pero se queda siempre en la antesala donde de verdad habitan los sentimientos humanos. ¿Qué o quienes habían condicionado que este hombre huyera hasta de su sombra? Compraba con los establecimientos recién abiertos para no tropezarse con nadie. Ya hace algunos años que se marchó pero su efímero y bondadosa figura habita entre nosotros. Puede que en definitiva no fuera más que una persona tímida y retraída. O un herido más en la cruenta batalla de la vida y el amor. Quizás el hijo de un dirigente nazi huyendo de su destino. Son de las personas que, por si solas, ya te dejan escrita media novela. Te permite elucubrar construyendo un puente entre la realidad y la ficción.
miércoles, 7 de noviembre de 2012
La conjura de lo sones
A Esperanza Jiménez que comparte con nosotros emociones y sensibilidades
Ella Fizgerald y Louis Armstrong interpretan al alimón “Tenderly” y la pantalla del ordenador parece una ventanita abierta de la mítica Nueva Orleans. Los sones se conjuran para dotar a la tarde de su necesaria patina de cultura y espiritualidad. Los días de noviembre pasan lentos y nos van dejando titiritando cuerpos y almas. Tardes que se enlazan prontamente con la oscuridad de la noche, y que nos retrotraen a los días soñados del hogar, dulce hogar. Estoy terminando de leer una parte de las memorias de Gabriel García Márquez (“Vivir para contarla”) y doy gracias a Dios por darme la posibilidad de existir para saborearla. Todavía respiro y puedo deleitarme con estos placeres (Ella, Louis y Gabo, ¿hay quien de más?). Hay más verdad y autenticidad en el señalizador de páginas de un libro que en las llaves de un coche de alta gama (¿se dice así?). Los coches sirven para desplazarse; los libros deben –o debían- servir para comportarse. Por imperativo de los años dejaremos antes de conducir que de leer o escuchar música. Suenan especialmente hermosos esta tarde la trompeta de Louis y la extraordinario voz de Ella Fizgerald. Se expande el alma ante el talento literario de Gabriel García Márquez. Mi tortuga Pastori empezó ayer su periodo de hibernación. Hasta que la primavera no asome por las jardineras de mi terraza no podré contar con ella. Ahora se me configura como un huidizo animal de compañía que se aleja temporalmente al interior de su propio caparazón. Curioso e inteligente animal este capaz de asistir a mi entierro y luego pedir asilo político en el Parque del Alamillo. Gabo me cuenta en sus memorias el día que siendo un niño entró un toro de estampida en la cocina de su casa. “Cien años de soledad” y cien días más para que, en el calendario sentimental de la Ciudad, alcancemos a “Febrerillo el loco”. Ya quedará menos para la llegada de los días grandes de la Ciudad. La tarde se va muriendo y el pequeño rayo de sol que aún permanece en mi terraza se va difuminando lenta pero inexorablemente. Ya dejamos que los muertos vuelvan a dormir su sueño eterno hasta que pase un año. Se secarán las flores de los cementerios entre los recuentos planetarios de soles y lunas. “No se que tienen las flores llorona / las flores del camposanto / que cuando las mueve el viento llorona / parece que están llorando”. La conjura de los sones se adueña de nosotros para proporcionarle a nuestras almas los pentagramas a modo de alimento espiritual. Mozart, Mairena, Bach, Paco de Lucía, Ella Fizgerald, Caracol, Louis Armstrong, Camarón, María Callas, Count Basie, la de los Peines….como los máximos exponentes de los sonidos del alma. Están conjurados para que la vida no pase por nuestra puerta sin dejarnos la necesaria alforja de felicidad. Nada nos acerca más a Dios que los Cantos Gregorianos. Verdadero antídoto contra el estrés que nos esclaviza y nos deja sin sosiego. Hablamos hoy día sin resuello y “pisando” literalmente lo que intenta decirnos nuestro interlocutor. Lo cantaba magistralmente la recordada cantante italiana Mina: “Parole, parole, parole…” Todo son palabras huecas que solo sirven para romper la conjura de los sones.
El silencio tiene su sonido. El viento canta cuando silba entre las ramas. El rumor del mar es una oda cantarina que nos regala la Madre Naturaleza. Cantan los pájaros para que su trinar nos mueva al silencio y a la reflexión. No sabemos ya distinguir las voces de los ecos y así nos va.
Los sones de manera armoniosa se conjuran para ayudarnos a vivir y nosotros torpemente (a través del ruido) nos rebelamos contra ellos.
lunes, 5 de noviembre de 2012
Paseando a Miss Hamilton (y III)
Todo en la vida, incluyendo a la propia vida, tiene fecha de caducidad. Bien cierto es que: “No hay dicha que dure cien años ni alma que la resista”. Hoy, es un lunes 29 de octubre del Año del Señor de 2012, termina una relación de afecto y complicidades que José Ramón Lozano y Miss Hamilton comenzaron hace algo más de un año. Él se marchará mañana a Dusseldorf para trabajar como asesor cultural en el Museum Kunst Palast (Museo Palacio de Arte). Le han ofrecido un contrato laboral por un año en la bella localidad alemana. Ella se volverá a quedar irremediablemente sola sin más compañía que un incipiente Alzheimer. Ha sido un año intenso donde quedó demostrado una vez más que la vida hace extraños compañeros de viaje. Si vuelven a encontrarse ya nada será igual. Él ya será de pleno derecho un ciudadano europeo (España solo es europea a la hora de pedir “Rescates”) y ella posiblemente ya no sepa quien es y, lo que es peor, tampoco quien ha sido. Hoy, por última vez, pasearán por Sevilla sus divergencias generacionales y sus complicidades afectivas. Ha sido un año intenso donde se han “pateado” tres veces por semana todos los rincones del Casco Antiguo de la Ciudad. Desde los Alcázares hasta San Juan de la Palma. Del Salvador al Museo de Bellas Artes. Desde Santa María la Blanca hasta la Placita de Santa Marta. Desde un San Lorenzo de sentimientos compartidos hasta los aledaños de la Plaza Virgen de los Reyes. Siempre desayunaron en el “Bar Europa” y alternaron a mediodía una reposada copita de oloroso en “La Goleta”; “Bodega Salazar” o en la “Bodeguita Romero”. Cuidadosamente, siempre la depositó sana, salva y contenta en los preámbulos del almuerzo de la Residencia. Ahora se disponen a dar su último paseo sevillano. José Ramón se ha parado un momento en la floristería de la calle Jovellanos y le ha comprado media docena de rosas rojas (la flor preferida de Miss Hamilton). Enfila la calle Sagasta sorteando la fila de “pretendientes de la suerte” en la Administración de Lotería. Hoy le acompaña, sin poder evitarlo, un halo de tristeza. Desde el amanecer tenía meridianamente claro que hoy no sería un día cualquiera. Ya tiene, desde ayer, preparado el equipaje que le llevará allí donde los políticos de este sufrido país mandan a la gente joven valiosa. Cruza el zaguán de la Residencia y la ve al fondo del patio tan altiva y hermosa como la primera vez. En el reloj callejero de la cercana “Relojería Torner” acaban de dar las once de la mañana. Las palomas de la Plaza del Salvador revoletean inquietas. En Londres, la Reina Isabel II se coloca parsimoniosamente uno de sus imposibles sombreros. Por San Lorenzo, una abuela ayuda a su pequeño nieto a elevarse y así poder besar el talón del Gran Poder. Salen de paseo un muchacho sevillano con cuenta abierta al futuro y una anciana inglesa con la suya cerrada al pasado. Les recibe el aire fresco de la mañana. Avanzan en silencio sabiéndose cómplices efímeros de la Ciudad. Un rumano toca un violín en la confluencia de la calle Córdoba con Puente y Pellón. Del “Bar Europa” sale un olor a café y a pan tostado que alimenta. Brilla el azulejo del Señor de Pasión de la Plaza del Pan herido por un rayo de sol mañanero. María cose sentada su primer capirote en la cercana “Casa Rodríguez”. Los “pájaros” de la Alfalfa se trasladaron hace tiempo al Hospital de las Cinco Llagas. Sevilla gira su ancestral rueda sentimental de siglos. Paseando a Miss Hamilton.
domingo, 4 de noviembre de 2012
El recuento de los días
Contamos cada día las cruces de penitencia que depositamos en las paredes encaladas de los pueblos andaluces. Federico tiembla ante lo inminente de su asesinato y su llanto de limones verdes propicia que la luna tenga un eterno cerco de pena y poesía. Se escucha a lo lejos los ecos de cantos gregorianos por los monjes del Monasterio Benedictino de Silos y Dios se expresa a través de la música. ¿Por qué será que a muchos andaluces todas las expresiones musicales que salen del alma nos suenan flamencas? Vivimos en un permanente recuento: la de los días perdidos y los sueños frustrados. Por tierras andaluzas, más que las horas, lo que de verdad pasan de largo son las ilusiones. Seguimos contando y recontando los meses a la espera de lo que nunca termina por llegarnos: los tiempos de bonanza. Difícil resulta disfrutar por estos lares el presente cuando el amanecer ya nos nace trastabillado. Huimos como podemos del pesimismo y algunos políticos se encargan de que nunca lo perdamos de vista. Andalucía siempre se nos presentó como un proyecto de futuro a largo plazo. Todo lo bueno siempre nos estará por llegar. Por aquí siempre se mezclaron la indolencia de los de abajo con la avaricia de los de arriba. Nuestros políticos actuales no son ni buenos ni malos son andaluces de pastiche. Dice nuestro Himno que “Los andaluces queremos volver a ser lo que fuimos: hombres de luz, que a los hombres, almas de hombres le dimos”. ¿Qué es verdaderamente “lo que fuimos”? ¿Aparte de poesía, música, arte y miseria expresada en mano de obra barata, que más ha dado nuestra tierra a las almas de los hombres…andaluces? ¿Paro, analfabetismo, caciquismo, miseria, enchufismo…? Primero se vieron obligados a emigrar nuestros padres y ahora tendrán que hacerlo sus nietos: nuestros hijos. Nuestros jóvenes talentos se tienen que marchar fuera buscando lo que se les niega en su tierra: trabajo y oportunidades para desarrollarse. Andalucía en general y Sevilla en particular viven inmersas en una incertidumbre que nace y se pierde en los confines de los tiempos. ¿Tenemos en verdad lo que nos merecemos? Sinceramente creo que no. Nuestra Tierra, eso si, es tan hermosa como severamente castigada. Ayer en las manos inmisericorde de los caciques, hoy en la de unos políticos camuflados de falsos demócratas. Duele en el alma comprobar como han utilizado la bandera blanca y verde para expoliar cuanto se les ha puesto por delante. Los himnos y las banderas quedan vacíos de contenido cuando se utilizan para enmascarar la dura realidad de los pueblos. Han tardado ¡17 años! en formar una Comisión política para investigar los EREs y muchos de los requeridos se negaron a declarar. Dicen que están en su derecho de no hacerlo. Pues nada, habrá que indemnizarlos por las “molestias” causadas. ¿De donde saca un andaluz medianamente informado de lo que pasa su necesaria dosis de optimismo? Esto sinceramente cansa y de vez en cuando te planteas si merece la pena seguir luchando contra viento y marea. Desgraciadamente, vivimos todavía instalados en las dos Españas. Ellos y nosotros; nosotros y ellos como justificación de todos los males actuales. Puede que sean los efluvios de Noviembre pero hay días que entran ganas de pedir que paren y bajarse en el próximo puerto. No podemos hacerlo porque el barco sigue su incierta marcha y en él van embarcados nuestros hijos y nietos. Pero la verdad ejercer de andaluz –de sevillano no digamos- resulta demasiado duro y desconsolador. Es agotador y termina cansando cuerpo y alma.
jueves, 1 de noviembre de 2012
El llanto de los cipreses
“Vivir es ir produciendo pasado” -Félix de Azúa -
Hoy es 1 de Noviembre y, en el orbe católico, se celebra la Festividad de Todos los Santos. Mañana día 2, más que celebrar, rendiremos pleitesía a nuestros seres queridos y definitivamente perdidos para la vida. Será el Día de los Fieles Difuntos (la fidelidad nunca dependerá de los ausentes, sino de los presentes agarrados a la memoria sentimental). Días estos de profunda raigambre sevillana. Los compases de los conventos se nutren del dulce olor de la bollería recién hecha. Las penas con pan (dulces) son menos. Las vírgenes sevillanas se visten de negro para mostrarnos desde sus altares como se conjuga armoniosamente en la Ciudad la belleza con el dolor. Cada vez más pronto la noche le roba al atardecer su último suspiro de claridades compartidas. Se alargan las ya frías noches para que sepamos valorar, en toda su plenitud, la llegada del amanecer. El Cementerio de San Fernando recibe estos días a una legión de visitantes (cada día menos por los efectos incineradores) que adecentan y rinden tributo floral a los que ya no están con nosotros. Una vez al año no hace daño y, al menos, se consigue activar momentáneamente la parte más noble de nuestros recuerdos. Posiblemente, ni todos los Santos sean Santos ni todos los Difuntos hayan sido Fieles. Aquellos que consiguieron el don (más humano que divino. Dios no crea santos: crea seres humanos) de la Santidad y/o fueron derrotados por la muerte fueron en definitiva personas. Es más que previsible que de todo habrá existido en la “Viña del Señor”. Ser santo es una consecuencia de los méritos terrenales adquiridos durante toda una vida. Otros determinarán que alguien ha llevado una vida ejemplar y milagrera –santa en definitiva- propiciando que debamos rendirle culto. Siempre, eso si, sin que nunca exista consenso sobre las virtudes y defectos de la persona santificada. La casa más limpia siempre tendrá oculta más de una mota de polvo. Cada vez que se produce el luctuoso e inevitable hecho de morirse (fundamentalmente de viejo) se da algo tan natural como el nacer. “Cuando Dios nos da la vida / también nos condena a muerte”. Las hojas muertas de los calendarios se confunden por los suelos con las otoñales caídas de los árboles. La Naturaleza nos enseña cada día que nada es eterno y todo, absolutamente todo, es perecedero. Transitamos por las distintas etapas de nuestra vida para terminar orillados en los mares de los sueños. El Sueño Eterno determinará algún día que ya tan solo somos rescoldos sentimentales de una difusa candela avivada por quienes nos quisieron. Emparejamos, en el almanaque de los días y las efemérides, Santos y Difuntos casi sin solución de continuidad. Seamos consecuentes por tanto y elevemos a los altares del recuerdo a nuestros seres perdidos más queridos. Hoy es 1, mañana será 2 y pasado seguirá girando la rueda de la vida para llevarnos, dentro de poco, a las puertas de un Portal. Allí, un año más, se nos mostrará una imperecedera y hermosa lección de siglos: el gozo de nacer para la vida y la pena de existir para la muerte.