viernes, 26 de marzo de 2010

Puerta de San Miguel




¿Cuántos siglos caben en las horas de un niño? (Ocnos) Luís Cernuda

Cuentan los pocos vecinos que viven en los aledaños de la Parroquia del Sagrario, que en la madrugada del Viernes de Dolores siempre se escucha un suave chirrido procedente de la Puerta de San Miguel. Parece como si se desperezara después de un año entero de inactividad. Las palomas que anidan en los huecos de la fachada catedralicia se muestran inquietas y revoletean cambiando sus posiciones. Es como si previeran que algo grande estuviera a punto de producirse en el seno de su histórico entorno. Están nerviosas como toda la Ciudad. A diferencia de la paloma de Rafael Alberti, estas no se equivocaban. Presagian la llegada de un nuevo y eterno Domingo de Ramos.

Al alba del cercano Barrio del Arenal llegan olores a brea, madera y sal. A surcos de carromatos transportando especias, café y tabaco procedentes de ultramar. Al brillo de tesoros guardados en arcones, y que siempre pasaban de largo por la Ciudad buscando la Villa y Corte. A Reales Atarazanas de sanatorios de barcos, que se morían de melancolía por volver a surcar los mares. A marineros vencidos y agotados por el escorbuto. A Hospital de la Caridad, que fundara aquel que hizo religión mezclándose y diluyéndose amorosamente con los mas pobres. A coso baratillero todavía en dulce reposo, esperando a través del color y la luz tardes de toros. Maestranza con olores a romero, menta y canela; a puro y clavel, y que envuelven el aire presagiando la faena soñada por toreros y aficionados. Lo lúdico y lo artístico, atrapados por la sombra de la tragedia, envueltos en los sones de un pasodoble. Y al fondo, en la otra orilla del río: ¡Triana!

Puerta de San Miguel por donde entrarán, durante toda una semana, las cofradías que dan sentido espiritual y tradicional a la Ciudad. Serán –seremos- nazarenos penitentes, costaleros, aguaores, músicos, capataces, manigueteros…..los que entremos por esta Puerta, y saldremos de manera ya compacta, como almas gemelas reconfortadas para un nuevo tramo de la travesía de la vida.

Cuando la primera cruz de guía cruce el dintel de la Puerta de San Miguel, y ya sin solución de continuidad, estarán cogidos de la mano el pasado y el presente. Muy lejos nos quedará una Cuaresma donde –como pasó casi siempre- se dijeron cosas que sobraban, y se omitieron otras que debían decirse. El Pregón –magnifico pregón- de Antonio García Barbeito dejó estelas de olivares, trigo y verdad por los márgenes del Paseo de Colón. Esta Ciudad nuestra no tiene más pulso que el que le dan sus Fiestas Mayores. Sevilla siempre contó con excelente músicos, pero los directores de orquesta nunca están a la altura de las circunstancias. Reflexionen, repasen y ya me dirán si exagero. Es nuestro sino y poco o nada podemos hacer para cambiarlo. Nuestros gestores públicos del ayer, el hoy y el ¿mañana?, pocas veces estuvieron acordes con lo que les demandaba la Ciudad. Vimos hace unos días –en plena Cuaresma- un ejercicio de rancio catetismo. Se colgaron unos cartelones anunciándonos que se iba a celebrar en Sevilla nada menos que un ¡Consejo de Ministros de España! “Bienvenido Mister……ZP”. No tenemos arreglo.



Como explicarle a nuestros dirigentes más cercanos (de cerca y no de cercanía) que esta Tierra le dio dos emperadores a Roma (Trajano y Adriano); un Premio Nóbel a la Literatura (Vicente Aleixandre); dos de los más grandes poetas universales a la Poesía (Luís Cernuda y Antonio Machado); dos genios a la pintura universal (Velásquez y Murillo), en fin para que seguir. Al final somos “importantes” porque ZP y sus ministros/as han descubierto como diría Serrat….”que el Sur también existe”.

Pero ahora toca otra cosa. Toca sacar los sentidos y nuestras más nobles tradiciones a pasear por la Ciudad. En un tiempo donde las horas la marcan las emociones y no los minutos. Tiempo donde nada es lo que parece. Donde los niños sueñan con ser hombres, y los hombres con volver a ser niños. Donde las adolescentes sueñan con llegar a ser mujeres, y las mujeres paladear de nuevo el dulce néctar de la adolescencia enamorada. Tiempo de lágrimas contenidas por aquellos, que ya varados por sus circunstancias personales, sueñan calles y plazuelas desde sus obligados retiros. Tiempo para que los ausentes por siempre de nuestras vidas cotidianas, renazcan durante una semana, viendo por nuestros ojos y palpitando por nuestros corazones. Tiempo en definitiva de una Ciudad sin tiempo ni medida. Relojes sin minuteros. Campanas sin soniquetes. Sombras donde se proyecta la luz. Cante que araña nuestras entrañas. Dulce fulgor que ciega los ojos y abre las ventanas del alma. Manzanilla que enerva los sentidos. Tambores y cornetas que llenan de sonidos donde antes reinaban los motores de los coches. Gozo, luz, cirio, clavel, saeta, cruz, silla, capirote, estandarte, sandalia, torrija, calor, incertidumbre, palco, papeleta, bacalao, barrio, estreno, primer amor, encuentro, bulla, vino, agua, tradición, música, rampa, parque, Carrera Oficial, Puerta de San Miguel, Puerta de Palos, el Hijo de Dios y su Bendita Madre, o lo que es lo mismo, otro………¡Domingo de Ramos en Sevilla!

miércoles, 24 de marzo de 2010

Bondad infinita, infinita maldad.


Los veo desperdigados en sitios estratégicos por las calles del Centro de la Ciudad. Son aquellos que ya nada tienen ni tampoco nada esperan. Náufragos de la vida cuyas existencias solo tiene un sentido: la dura lucha por la supervivencia. Están siempre sentados en el suelo rodeados de grandes bolsas con todas sus pertenencias. Mantas y cartones son sus aliados inseparables para combatir las durísimas inclemencias del tiempo en la calle. Muchos de ellos tienen perros de miradas tristes y melancólicas. Fieles y únicos compañeros de fatigas y sinsabores. Llama poderosamente la atención el observar como estos nobles caninos tienen mejores aspectos que sus dueños. Los tienen perfectamente atendidos en sus necesidades alimenticias y afectivas.

Algunos, tocan con cierta habilidad alguna flauta para atraer la atención de sus posibles benefactores. Son –en su mayoría- extremadamente educados. Se ponen junto a ellos un vaso pequeño de plástico por si alguien al pasar tiene la gentileza de echarle alguna monedilla. Si lo haces te dirán de manera muy educada: “muchas gracias caballero”. Otros hacen ceniceros de latas y te los ofrecen por lo que nuestra voluntad estime conveniente darles. Son pedigüeños pasivos que nunca abordan a nadie en la calle para pedirle. Dejan a nuestra entera libertad y conciencia el que nos hagamos solidarios con su terrible pobreza.

Situemos –lógicamente- fuera de este contexto de indigencia a los artistas urbanos. Aquellos que a través de la música o del arte de la mímica y la pintura, llenan nuestras ciudades de talento y sensibilidad. Les dan a la calle calor y color, consiguiendo que entre nosotros y los escaparates de las tiendas, existan pequeños oasis culturales. He escuchado en la calles Sierpes o Tetuán tocar a un cuarteto de jazz, a un excelente guitarrista flamenco (que además cosa bastante complicada, se cantiñeaba bastante bien mientras se acompañaba con la sonanta) o a un quinteto de violines interpretando a Strauss verdaderamente admirable. Algunos de estos músicos callejeros poseen un talento extraordinario. Luego están los del mimo y los pintores que nos sorprenden gratamente, y nos regalan su impagable legado artístico a cambio de unas monedas sueltas. Nos hacen felices en nuestro deambular callejero, y es justo que recíprocamente les demos nuestra insignificante aportación por lo que tan gentilmente nos ofrecen. No están pidiendo, están, como cualquier artista, ofreciéndonos su arte conseguido sin duda a base de años de estudios y dedicación. No les hacemos un favor con nuestras exiguas donaciones, más bien al contrario, somos nosotros los agradecidos por ser receptores y beneficiarios del talento que emana de su arte callejero.

El mundo de los indigentes es bien distinto. Aquí solo nos ofrecen, a través de sus tristes miradas, su derrota ante la vida y sus trágicas consecuencias. Han quedado varados, perdidos y olvidados en el puerto de la desesperanza. Cada uno es el triste resultado de una historia personal –la suya- que lo ha llevado al último escalafón de la escala social: la indigencia. Son herederos del desarraigo familiar, el paro, el alcohol, las drogas, el desamor, la pena y de las mil formas que tiene el ser humano de ser derrotado por los reversos –duros e inmisericordes- de la vida.



Existen organizaciones sociales que, en una noble tarea, tratan -y consiguen en algunos casos- reinsertar de nuevo en la Sociedad a algunos indigentes. Nadie nace mendigo. Es la vida y sus circunstancias la que los lleva a un estado de total abandono y soledad. Se han rendido definitivamente ante todo y ante todos. Ya nada esperan, solo la subsistencia desde la orfandad más absoluta.

Os cuento una anécdota: hay uno que siempre me paro a hablar con él, pues siempre me llamó poderosamente la atención. Permanece situado en la calle Martín Villa, entre las oficinas de Cajasol y la del Banco de Santander. Creo que es noruego y sus modales dejan entrever una más que excelente cultura y educación. Le acompaña un perro grandote color canela. Este educado mendigo es rubio y colorado como un cangrejo. Cuando me paró a dialogar con él, se siente incomodo por su situación y hace ademán de levantarse. Las buenas formas por bandera. Un día comprobé junto a su perro un saquito de pienso anti-alérgico. Me resultó familiar pues mi perra lo estuvo comiendo una temporada, para combatirle unos pruritos que le salían en la piel. Se lo comenté y me dijo que a su perro le pasaba algo parecido. Lo curioso es que un paquete de 1 kilo de este pienso costaba ¡9 euros! Él pedía para comer y no permitía que a su perro le faltase de nada. Bondad humana en estado puro.

Dentro de muy pocos días, veremos pasar al Hijo de Dios y a su Bendita Madre por las calles de nuestra Ciudad. Cuando nos paremos a contemplar el rostro del Mesías, veremos como en el mismo está reflejado el desosiego y la desesperanza de los desheredados de la Tierra. Duele no solamente por lo que vemos sino por lo que representa y trasmite su dolor. Ese es el sitio natural de su divina presencia: tomando forma y cuerpo ante los que sufren, y que ya no encuentran ningún asidero a los que agarrarse. No busquemos al Cristo redentor bajo las sotanas de esos crápulas que en Irlanda y Alemania abusaban y machacaban a seres indefensos. Aquellas pobres criaturas que la vida abandonó a la deriva por los mares de la orfandad y, que “recogidos” por estos “curas” (que manchan el nombre de Dios con sus canallescas perversidades), fueron salvajemente maltratados y violados. La maldad humana en estado puro.

No les demos la espalda a los indigentes con frases tan socorridas como: “es mejor no darles nada, que luego se lo gastan en drogas y vino”; “es que aunque los ayudemos no quieren nuestra ayuda”. Ellos son como nosotros, pero la diferencia es que han sido derrotados por la vida y sus trágicas circunstancias. No nacieron indigentes, fue la vida la que les proporcionó esta tristísima condición humana y social. Ayudarlos directamente, o a través de hermandades u organizaciones sociales es nuestra obligación de humanistas cristianos. Otros que lo hagan –si lo estiman oportuno- desde sus posicionamientos ideológicos o políticos. No nos engañemos: si pasamos de ellos estamos pasando de nuestra noble condición de seres humanos.

lunes, 22 de marzo de 2010

El último tren a Gun Hill



En 1959, John Sturges dirigió uno de los mejores western de la Historia del Cine. El mismo del que me he apropiado de su titulo para este Toma de Horas. Sorpresas te da la vida, la vida te da sorpresas, decía una canción de hace ya unos pocos de años. Bien cierto es. Todo en nuestra andadura terrenal está por escribirse, y las circunstancias te obligan –o mejor condicionan- a dilucidar situaciones y comportamientos nada previstos. Viene esto a cuento porque debido al nacimiento de mi nieto, me he hecho usuario semanal de los trenes de cercanías. Mientras las fuerzas me lo permitan quiero verlo crecer en vivo y en directo, y no a través del testimonio de terceras personas. Nunca será lo mismo que te cuenten como está y como avanza por los senderos de la vida, que el hecho de comprobarlo tú en primera persona. Así lo hizo mi padre con sus nietas y, como los buenos ejemplos se hicieron para copiarlos, por esos andurriales me muevo en la actualidad.

Tomo todos los martes un tren que va desde Santa Justa hasta la tierra de Bambino, Fernanda y Bernarda. Utrera de buen cante, de buenos dulces celestiales y de conventos de rezos y meditaciones. Me apeo en la Estación de Dos Hermanas –mi punto de destino- y me encamino gozoso al hoy centro de mis afectos más genuinos: mi hija y mi nieto. Son unos cortos 15 minutos de trayecto que me llevan y me traen allí donde anidan mis más nobles emociones humanas (mi madre representa un inolvidable pasado y ellos un esperanzador presente).

Asumo sin complejos mi pertenencia al clan de los neuróticos sedentarios. Mi currículo de viajero es cortito y con sifón. Nunca me gustó viajar. Hice a lo largo de mi vida algunas excepciones ciertamente enriquecedoras. Me siento cómodo –muy cómodo- visitando cualquier parte de Andalucía (en Cádiz o Granada ni les cuento). Visitar por un día la Villa y Corte también me satisface plenamente. Me enamoré de Cataluña en la única etapa de mi vida donde trabaje y viví fuera de Sevilla. Me fascina la Castilla profunda que conozco: Salamanca, Valladolid, Zamora y ¡Toledo! De mis pocas y esporádicas salidas al extranjero podría decir que: Hamburgo me deslumbró pero no sería capaz de vivir allí (llaman sol a algo muy tenue que de tarde en tarde asoma entre las nubes). En Paris solo estuve unas horas (tiempo suficiente para averiguar la catadura moral de un par de sus taxistas). Me decepcionó el Londres cosmopolita y quedé perdidamente enamorado de la vieja Escocia (independiente de por ser la madre del güisqui). Me gustaría, antes de que mis cenizas reposen en el columbario del Gran Poder, visitar mis dos asignaturas pendientes en forma de ciudades: Florencia y Praga.

Siempre me gustó –y me gusta- descubrir nuevos territorios a través de la Historia y la Literatura. Viajar, en definitiva, a través de la imaginación de talentosos escritores, y conocer las ciudades y pueblos por las páginas –brillante y hermosas páginas- que dejaron escritas para la posteridad. Todas las ciudades tienen dos lecturas: la científica que emana de sus grandes historiadores y, la sentimental, que nace del corazón y el talento de novelistas y poetas. ¿Cómo se puede desentrañar el alma andaluza sin leer los textos historicistas de don Antonio Domínguez Ortiz, o la inmortal pluma poética de don Federico García Lorca?


La Literatura, que no es más –ni menos- que el noble intento de racionalizar el mundo de los sueños, tiene uno de sus epicentros sentimentales en las antiguas estaciones de trenes (las de hoy tienen más de comerciales/profesionales que otra cosa).

Allí, donde siempre reinaba el reino de las emociones a través de las lágrimas contenidas. Aquellas que brotaban con la marcha de nuestros seres queridos, dejándonos atrapados entre el desconsuelo y la melancolía y, las que nacen con la inmensa alegría de recibir a los que retornan. Todo mezclado entre olores de carbonilla, porteadores de bultos y maletas en carretillas interminables, y ruidosos pitidos de locomotoras que expandían circulares nubes de humo negro a sus llegadas. Estaciones sevillanas de San Bernardo (de Cádiz) y Plaza de Armas (de Córdoba) unidas de por vida a nuestra memoria sentimental. Gentes queridas que despedíamos huyendo de la pobreza y buscando nuevos y mejores horizontes en Bélgica, Alemania o Cataluña. Hermanos mayores que portando sus macutos de reclutas se preparaban para sufrir la irracionalidad de los campamentos militares.

O amores temporales de Semana Santa y Feria, que despedíamos con la ilusión de nuestra adolescencia recién estrenada:

En el tren que se alejó
a quinientas millas lejos
va mi amor.


Ahora cuando acudo cada semana a la Estación sevillana de Santa Justa compruebo que el mundo de las estaciones es hoy bien distinto. Ya ha desaparecido el caudal de emociones que acompañaba la salida y llegada de cada tren. Ya casi nadie despide o recibe a algún viajero (siempre nos quedará las despedidas de los enamorados). Ahora ya son usuarios crónicos de trenes y pocas veces ocasionales. Los veo desde mi dulce espera en Santa Justa, no con maletas de cartón atadas con cuerdas huyendo del hambre, sino con maletines de cuero y bolsos de diseño hablando incesantes por sus móviles. ¿Tan importantes son como ellos se creen? ¿Dejaría el mundo de girar si se quedan sin baterías? Tiburones de las finanzas y políticos de tres al cuarto que acuden a Madrid a resolver nuestros severos problemas, y que a la postre, cuando vuelven los que traen resueltos son los suyos propios. Son los burócratas fantasmas del AVE.

Son viajes rápidos y que aprovechan para repasar expedientes y emborronar algunos folios con estrategias, tácticas y demás lindezas. Un mundo hecho a su medida pues son ellos los que lo han confeccionado. Ya no hay sitio para la literatura y las emociones. Es el tiempo de los pragmáticos. Pero no desesperemos, siempre nos quedará Paris (en mi caso la cercana Dos Hermanas), para tomar brevemente un tren –el mío es de cercanías-, buscando la impagable sonrisa de mi nieto y el cariño de mi primogénita.

viernes, 19 de marzo de 2010

Cabeza del Rey Don Pedro



Nuestra Semana Santa se fragmenta en miles de sensaciones y vivencias. Unas, pendientes de experimentar. Otras, guardadas amorosamente en el cofre de nuestros sentires más nobles. Renovados cada año dentro del mágico círculo de la Ciudad. Ninguna Semana Santa será igual a las anteriores puesto que nosotros tampoco seremos los mismos. Las circunstancias personales de cada uno será la brújula que marque las pautas ante este magno acontecimiento de la Ciudad. Hace años, muchos años ya, éramos amorosamente conducidos por calles y plazuelas de la mano de nuestros abuelos. Hoy somos ya algunos de nosotros los que conducimos a nuestros nietos, para que desentrañen los vericuetos de este hermoso ejercicio de sevillanía. Todo renace y todo se eterniza a través de la fe, la tradición y los sentimientos anclados en el puerto de la esperanza. Con miles de interpretaciones eso si, como no podía ser de otra manera. Tantas como sevillanos navegarán esos días por los mares de los sueños de la vieja Híspalis.

La Semana Santa sevillana a lo largo de su ya amplia y vieja historia, ha sabido adaptarse sin sobresaltos a los tiempos que le ha tocado vivir. Sin novelerías ni falsos vanguardismos. Cambiando constantemente en las formas, pero poco, muy poco, en el fondo. Esto ha sido fundamentalmente debido a los fructíferos relevos generacionales y, a la ardua tarea de muchas personas, que muchas veces desde el anonimato, soportaron sobre sus hombros las duras e ingratas tareas en épocas de “vacas flacas” de sus hermandades. A ningún sevillano –independiente de sus posicionamientos ideológicos- le puede (o mejor podía. Hoy la “progresía” y lo “políticamente correcto” pueden ya con casi todo) resultar ajena esta semana de gozo y luz. Aunque, en el uso de su legítimo derecho, se ausente esos días de la Ciudad, todos, absolutamente todos, tenemos vivencias sentimentales que nos atan a nuestra Semana Santa. Hablo de emociones no de ideologías.
Casos paradigmáticos los hay a espuertas. Citemos el de Pepe Díaz, panadero, macareno comunista y Secretario General del PCE durante nuestra infausta Guerra Civil. Cuentan sus camaradas que, incluso en su larga estancia moscovita, nunca dejó de emocionarse cuando hablaba de la Virgen de la Macarena. Sabía distinguir entre su conciencia de clase, su barrio, su virgen y sus tradiciones. Cada cosa en su sitio y cada concepto –ideológico o sentimental- en su justa dimensión.


Yo he presenciado en la Puerta de la Carne a la vuelta de la Hermandad de San Bernardo, como a un dirigente comunista le brillaban los ojos al paso del Cristo de la Salud. Un mes antes en una rueda de prensa y a preguntas de un periodista, se desmarcaba ideológicamente de nuestra Semana Mayor. Dijo textualmente: “yo es que paso de esas cosas. Me preocupan otras cuestiones más importantes”. Pasaba, pero se conmovió ante un paso que le retrotraía a sus orígenes sanbernarderos.


Recuerdo cuando fui un nazareno precoz en mi Hermandad de la Candelaria. Veía a mi abuela Teresa apostada en el pequeño tramo que iba desde la Cabeza del Rey Don Pedro a la calle Candilejos. Yo al pasar le hacía una leve señal y ella ya me tenía localizado en el blanco cortejo candelario. Luego volvía a verla a la salida de la Catedral en la Plaza del Triunfo. Portaba una bolsa con un ansiado -y nunca olvidado- bocadillo de tortilla con trocitos de perejil y una anhelada botella de agua. Aquello me daba fuerzas para terminar el último tramo de mi Estación de Penitencia.







No me resisto a contaros una anécdota sobre el particular: dentro de la Catedral era el único sitio donde los nazarenos podíamos aliviar nuestras necesidades fisiológicas. Voy al meódromo catedralicio y a la vuelta me confundí y me situé dos parejas detrás de la que me correspondía. Mi abuela que me esperaba fuera, hizo memoria de cual era mi sitio cuando me saludó por la Cabeza del Rey Don Pedro, y le “largó” la “morterá” a uno que, sin rechistar, tomó y se zampó de un tirón aquel refrigerio tan suculento como inesperado. Yo me deshacía en aspavientos, pero ya mi abuela –una vez cumplida su noble tarea alimenticia- se había retirado estratégicamente buscando el desahogo de la calle Mateos Gago. ¡Como para olvidar la anécdota del bocadillo!


Hoy soy yo, precoz y realizado abuelo, el que se sitúa en la esquina de la Cabeza del Rey Don Pedro para concretar donde va situada mi hija Alicia. Veo aparecer, con los sones al fondo de “Candelaria” de Manolo Marvizón, un vuelo de palomas blancas que buscan anhelantes desembocar en el corazón de la Alfalfa. Mi primogénita se toca levemente el antifaz con la mano izquierda, y ya tomamos la calle unidos por un mismo sentimiento candelario. Ella, tras un antifaz de penitente. Yo, buscando a la Candelaria por calles, plazuelas y jardines. Un nuevo ciclo de nuestras vidas que vuelve a renacer cada Martes Santo. Cuando el paso de la Señora de San Nicolás da su última chicotá dentro del templo y la arrían cansada, pero esplendida en su belleza, ambos sabemos que hemos cerrado y abierto a la vez nuestro ciclo de fe, tradición y sevillanía. Otros, de los nuestros, vendrán a relevarnos. Variarán los actores, pero el guión de esta Ciudad está ya escrito a golpes de sangre y luz por los siglos de los siglos.


Triste parte de baja: El pasado miércoles falleció en nuestra Ciudad el bailaor trianero Rafael García Rodríguez, Rafael “El Negro”. Tenía 74 años de edad y estaba casado con la genial maestra del baile sevillano, Matilde Coral. Junto a su esposa y al recordado Farruco formaron el trío “Los Bolecos”, donde el baile flamenco alcanzó una de sus cotas más altas de expresividad, hondura y pureza. Bailaor exquisito, fino y elegante como pocos, se nos configura como uno de los últimos baluartes de un baile –en vías de extinción- pletórico de verdad y flamencura, ajeno al karate –disfrazado de vanguardismo flamenco- que hoy presenciamos sobre algunos escenarios. Descanse en paz este excelente bailaor y este grandísimo ser humano trianero, sevillano y universal.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Cuaresma de escalofríos


Cuaresma atípica esta que por momentos se va acercando cada vez más a las puertas de otro Domingo de Ramos. Pronto, muy pronto, la Hermandad de la Paz pasará por la esquina de la calle Brasil –donde mi madre pasa sus últimos días terrenales- buscando la frondosidad del Parque de Maria Luisa. La Borriquita nos anunciará gozosa que trae sobre su lomo al Divino Redentor. Vendrá envuelta en un enjambre maravilloso de ilusiones infantiles, y todo volverá a renacer en una Ciudad que se hará eterna y efímera a la vez. La Amargura desde San Juan de la Palma dictará su sentencia de rigor, dolor y hermosura. Silencio blanco desde la calle Ancha de la Feria. De la Puerta de Carmona nos llegará San Roque como siempre: señorial y plena de sevillanía de antiguos conventos de extramuros de la Ciudad. Todo eso y mucho más nos llegarán en ese ansiado y esperado Domingo de Ramos. Pero: ¿Quién nos ha hurtado esta Cuaresma ahíta de desconsuelo y escalofrío? ¿Quién o que nos ha cambiado la dulce espera por la cruel realidad? Estamos inmersos en la actualidad en una doble vertiente del escalofrió: el del cuerpo y el del alma. Frío en nuestros ateridos cuerpos saturados de aires polares que nos retrotraen a la Castilla profunda. Lluvia y ventisca que nos cambian los aledaños de nuestra Catedral por la de Santiago de Compostela. Días grises en los que, la inclemencia de un tiempo hostil, se adueñan de cuerpos maltrechos y haciendas inundadas. Solo podemos pasar –no pasear- como almas en pena buscando el cobijo de los hogares, mientras miramos inquietos –y nos preguntamos- a través de los visillos de terrazas, balcones y ventanas: ¿Qué ha sido de ti mi primavera? ¿Dónde te tienen secuestrada y cuando serás liberada para regocijo de la sevillanía? ¿Cuándo podrá el azahar dictar su añorada lección de perfume del alma? ¿Cuándo podremos despojarnos de esta investidura invernal que nos atrapa y minimiza nuestro espíritu? Si en Sevilla se ven alterados sus ciclos naturales solo nos queda soñarla en las cuevas hogareñas y allí –en sus capillas- donde el alma se serena.

El otro frío, el otro y desgarrador frío, es el del alma. Comprobar las durísimas imágenes de Haití o de tierras chilenas solo pueden convocarnos a la solidaridad y al desconsuelo. La Tierra en estos pueblos, tan queridos como olvidados, sacudió como un castillo de naipes las casas y las vidas de las gentes. Las mismas que ya estaban instaladas y convivían con la pobreza más extrema. Algunos, en el colmo de la desdicha, perdieron lo único que les quedaba: sus propias vidas.

En Andalucía las nubes altas se ensanchan, ennegrecen y lloran, lloran y lloran. Se inundan las pedanías jerezanas llevando la ruina a sus desfavorecidos moradores. Los ríos andaluces no bajan ya de la nieve al trigo, sino directamente hasta los salones y las cocinas de las personas.

“No podíamos prever esta enorme cantidad de lluvia”, nos dicen los que mandan en la tierra de la blanca y verde. “Queden tranquilos los afectados que nos ocuparemos de todo”, continúan. Luego por poco que nos preocupemos por informarnos, nos enteramos que había infinidad de puntos negros denunciados por lo ecologistas y totalmente ignorados. No se limpian –cuando procede- riachuelos y arroyos secos. Se desembalsó agua de un pantano –el de Melonares- que a falta de la instalación de unas conducciones no esta todavía operativo al día de la fecha. Se permite la edificación de casas y urbanizaciones en zonas altamente peligrosas. Poco importa que para eso vivimos en Andalucía la tierra donde nadie se responsabiliza de nada.

Rara Cuaresma esta donde los escalofríos se adueñan de nosotros. Ateridos por dentro y por fuera, no podemos –ni debemos- entreternos en florituras literarias cuaresmales –otras veces tan necesarias- que nos distraigan de intentar, dentro de nuestras posibilidades, mostrarnos solidarios y sensibles ante tanto dolor ajeno. Tiempo habrá de hablar de los preámbulos del gozo; de los balcones del cielo; de tradiciones recuperadas y del renacer de los ausentes. Todo inmerso en las verdades de una Ciudad que cada Semana Santa se reinventa a sí misma. Pero se palpa en la calle –el verdadero termómetro de la Ciudad- estos días que la Cuaresma esta revestida, anticipadamente, con una túnica de ruán que lleva un nazareno de pies descalzos. En silencio, sin más música que aquella que le devuelva el sosiego, a una familia a la que unos canallas sin escrúpulos han instalado permanentemente en la pena y la zozobra. Estos sembradores del mal juegan con nosotros y nuestras leyes de la manera más cruel y canallesca. Se sienten fuertes en su crueldad porque nos saben frágiles en nuestra justa respuesta. Cuaresma de escalofrío pues, donde los cuerpos ateridos y las almas heladas, caminan sin solución de continuidad al encuentro del Hijo de Dios y su Bendita Madre por las calles sevillanas.

lunes, 15 de marzo de 2010

La Ciudad de los prodigios


Tomando prestado el título a la novela -la más que excelente novela- de Eduardo Mendoza (“La ciudad de las prodigios”–1986), nos aventuramos en los prodigiosos vericuetos sentimentales que, a través de la Cuaresma, nos llevarán a la desembocadura de los los días grandes de la Ciudad. Decir, que la Semana Santa sevillana se nos muere cuando, el Domingo de Ramos, vemos por la calle al primer nazareno es mucho decir.

Solo puede morir quien vivió muerto.
Y tu Sevilla eres eterno manantial
que llenaste de oasis los desiertos.

¡Quedan tantas sensaciones por vivir desde el Domingo de Ramos hasta el de Resurrección! ¿Sentir nostalgia por lo que irremediablemente se nos irá antes de que nos llegue? Son paradigmas de tópicos imperantes y poco consistentes, nada acordes con los gloriosos dias venideros. Sería como notar pesadez de estomago antes de probar siquiera una excelente comida. No es bueno sacar de contexto nuestra Semana Mayor. Lo hicimos en el ayer, lo hacemos en el presente y posiblemente lo harán los que nos sucedan. Son siete, siete gloriosos días, que cada sevillano la interpreta a su forma y manera. Unos viviéndolos intensamente desde los prolegómenos cuaresmales. También colaborando activamente en el seno de las hermandades, prestos a las tareas para los que son requeridos. Otros haciéndolo solamente el día que sale su Hermandad y haciéndose participes de su discurrir callejero. Algunos recuperando por unas horas barrios –los suyos- perdidos en la memoria urbanística de la Ciudad, pero nunca olvidados en lo sentimental y tradicional. También están los que huyen del bullicio de las calles –están en su derecho- buscando la placidez de los atardeceres costeros, o los amaneceres serranos, arrullados entre cantos de cigarras y olores matutinos de campos mojados por el rocío. Los años me han enseñado –y bien está que así sea- que existen tantas Semanas Santas como sevillanos pululan por la Ciudad. El carnet de buen sevillano solo se obtiene mimando y peleando para que la vieja Hispalis sea querida y respetada. Mimarla en su pasado y pelear por cambiar su gris presente por un luminoso futuro. Cada sevillano/a tiene –o debía tener- una responsabilidad civil sobre los aconteceres del día a día de la misma. Nombramos a los políticos para que trabajen por el bien común y no por los suyos propios y los de su Partido. A nuestra Ciudad se la mima conociendo su hermosa Historia de gozo, pena, sombra y luz. Tratándola como una bella y frágil dama que necesitara el apoyo de nuestro brazo para cruzar sus calles, o ayudandola a sentarse plácidamente en sus jardines y plazuelas. Sublime en sus conceptos artísticos y amorosamente ambigua en casi todos lo demás. Solamente aquí, podíamos llamar a la dama que desde la cuspide de su Torre Mayor marca su cumbre ante los cielos como: el Giraldillo. Aquí donde las virgenes son en la plasmación de ilustres imagineros más jóvenes que los cristos. Pero son ambiguedades programadas desde el cariño y la fe. Podemos ver morir al Cristo del Amor el mismo Domingo de Ramos, y luego el Viernes Santo por la tarde, cruzar el puente de Triana al Señor de la O con su cruz de carey al hombro.

Y todo –absolutamento todo- está perfectamente sincronizado con los sentires más nobles y profundos de la Ciudad.
La Semana Santa sevillana no es un Historia cristiana compacta y cronológicamente expuesta, sino más bien un cumulo de sensaciones y vivencias fragmentadas a lo largo de la misma. Pero, eso si, siempre respondiendo a unos criterios estéticos y sentimentales que solo podrían darse en la ciudad de Sevilla. Un puzzle que en el tablero de sus calles se recompone cada año de manera armoniosa y perfectamente sincronizado. La Historia más grande jamás contada expuesta al mundo a través de lo secularmente sevillano.

Cuando en Semana Santa me han visitado algunos amigos de fuera de nuestras lindes, siempre he procurado no darles la “vara” con explicaciones seudo-artísticas, culturales o tradicionalistas. Siempre los he dejado a su libre albedrío. Solo me he permitido recomendarles que abran lo mejor de sus sentimientos ante la belleza que se les muestra. Que pregunten sobre lo que ven, pero nunca por lo que no entienden. Reconozco que a algunos los he visto profundamente emocionados y a otros –los menos- bostezando, locos por marcharses a cenar y de vuelta al hotel.

Un día vivimos –concretamente un Martes Santo- un caso paradigmatico con un matrimonio amigo recién llegados de los madriles. Ambos eran ajenos en conocimientos y sentires además de primerizos ante nuestra Semana Santa. Mientras ella se animaba con el transcurrir de las horas y nos pedía cada vez más dosis de pasos y calles. Él ya estaba loco por volverse a su guarida hotelera. Llegamos, como deber ser, a una solución salomónica: dejamos a nuestra amigo comodamente instalado en su hotel y nos fuímos con doña Cibeles a machacar zapatos y a embriagarnos de sensaciones compartidas. Después de ver entrar a la Candelaria nos preguntó que más podíamos ver a esa hora, y yo –todavía laboralmente en activo- le dije que tuviera compasión de nosotros que nos gusta esto mucho pero no tanto. Desde entonces es muy difícil que falten a nuestra Semana Santa. Pero siguen utilizando el mismo esquema callejero y procesional. Él se retira cuando lo estima oportuno a sus aposentos ebrío de cera, luz, música y manzanilla, mientras que ella, sigue recorriendo la Ciudad en busca del Hijo de Dios y de su bendita Madre. Lo curioso es que yo suelo acompañar al marido unas horas en el bar del hotel para también reponer fuerzas. Ya no puedo con este frenético ritmo callejero. Ella se busca a gente con más fondo fisico que nosotros para completar su maratoniano recorrido semana santero.

Son gente que no han necesitado nacer o vivir en Sevilla para saber atrapar el alma de la misma. No tenían, ni tradicional ni sentimentalmente, nada que les uniera a la Ciudad y a su Semana Grande. Poco o nada importa. Son legítimos poseedores del titulo, excelso titulo, de sevillanos de adopción. Han hecho suya esta Ciudad durante toda una semana. Renuncian a las placidas olas del mar por disfrutar de la marea humana en torno a la Macarena. Prefieren viajar al centro de la luz cuando ven pasar entre hachones en penunbras al Calvario, que hacerlo en un boeing camino de falsas islas paradisiacas. Han descubierto, en definitiva, los caminos que llevan al corazón de la Ciudad de los prodigios.

Nota luctuosa: El pasado viernes 12 de marzo falleció a los 89 años de edad, Miguel Delibes. Se nos va –solamente en lo físico pues su legado cultural y humano serán eternos- uno de los mas grandes escritores en lengua castellana (española) de todos los tiempos. Siempre podremos revivirlo a través de su extraordinario talento literario, su gran amor por la Naturaleza y sus grandes dotes de humanista. Agradecerle eternamente el extraordinario legado cultural que nos deja como hermosa herencia. Ahí quedarán como testimonio de su enorme capacidad intelectual sus: “Cinco horas con Mario; “Los santos inocentes”; “La sombra del ciprés es alargada”; “Las ratas”; “Señora de rojo sobre fondo gris”; “Diario de un jubilado”……. Descansa en paz Maestro y gracias por haber vivido y habernos ayudado a vivir a los demás.

viernes, 12 de marzo de 2010

Conversaciones en la Basílica


Desde que de niño acompañaba a mi abuela a San Lorenzo para ver al Señor de Sevilla, siempre llamó poderosamente mi atención la forma en que ella se dirigía al Gran Poder. No lo hacia rezando sino susurrando. Establecia con El un dialogo que escapaba al estrecho círculo de los rezos cristianos. Aquello era otra cosa bien distinta. Le contaba sus sinsabores, anhelos y preocupaciones, y de vez en cuando, mantenía un corto silencio con la mirada puesta fijamente en Aquel que todo lo puede. Comprobé, dentro de mi curiosidad infantil, que las demás mujeres conversaban con el Señor de forma parecida a la de mi abuela Teresa. Mi madre –a la que he acompañado por la Senda de los Suspiros estos últimos treinta años- mantenía las misma pautas de comportamiento ante la divina presencia del Señor. Las pausas que hacían las mujeres en sus susurradas plegarias me producían una cierta incertumbre. Parecía como si esperaran respuestas a sus desvelos. Recuerdo que un día ya de vuelta por la calle Amor de Dios le pregunté de sopetón:



-- Abuela, ¿el Señor te contesta cuando tu le hablas?.



-- ¿Tu que crees¿--, me preguntó a su vez.



-- Yo que si—le contesté rotundo desde mi inocencia infantil.



-- Pues hay está. Todo consiste en tener fe—me dijo de manera definitiva.



Teología al más puro estilo sevillano. Una lección que nunca olvidaré y que desde mis entonces inocentes nueve años llevo adherida a las paredes del alma. Incluso en mi navegar por el barco de los agnósticos nunca olvidé aquella majestuosa muestra de fe y sevillanía. Llegué a la definitiva conclusión que las mujeres sevillanas van al Gran Poder para buscar consuelo, y de paso para reconfortarlo a El también.





Al Señor del Gran Podé

le vi a quitá las espinas;

porque yo no puedo vé

por esa cara divina

gotas de sangre corré.





Las ciudades tienen un esqueleto que son sus monumentos y sus casas. Son testimonios y hermosos ejemplos de su Historia. Luego están sus arterias que son sus calles y plazas. Los riegos sanguíneos que les dan vida, provienen de los sentimientos y la nobleza de su gente. Respiran a través de sus parques y jardines. Se eternizan ancladas en las obras inmortales de sus hijos más preclaros y talentosos. Ven por los ojos de sus puentes. Se ennoblecen a través de sus tradiciones más genuinas. Todas tienen un centro neurálgico, asumido por sus habitantes del ayer, el hoy y el mañana como el Corazón de la Ciudad. En Sevilla este palpita en San Lorenzo. Allí donde habita desde hace siglos el Señor de Sevilla. Allí donde nos imparte su diaria y eterna lección de fe y dolor compartido. Penas ajenas asumidas como suyas por Aquel que lleva las del mundo atadas a su pesado y divino madero. Siempre solidario con el dolor ajeno, a pesar de que el suyo es insostenible. Benevolente con sus adversarios, a pesar de que estos lo han machacado.





Eterno banderín de enganche de la pena

en tu cuerpo el dolor buscó sudario;

Tu que podías cambiar el lirio en azucena

cambiaste nuestra cruz por tu Calvario.







Pronto, muy pronto, si no lo impide las inclemencias del tiempo que propician los chubascos intermitentes, y el falaz comportamiento “cívico” de los que van a la bulla a armar “su bulla”, lo veremos andar por las calles intramuros de la Ciudad. Ese dia será El quien venga por unas cortas horas en busca de nosotros. Paseará su eterna lección de misericordia por las calles de su Barrio. El mismo que permanece felizmente inalterable a los desmanes urbanísticos. Barrio siempre eterno porque en él esta instalada eternamente su divina presencia. ¡Imposible imaginar al Gran Poder habitando lejos de San Lorenzo!.



Muchos enfundados en sus tunicas de ruán le acompañarán en su deambular callejero por la eterna Madrugá sevillana. Otros apretujados entre la gente lo verán pasar silenciosos y absortos. Yo lo soñaré pensativo desde la lejanía de mi casa, con el hombro felizmente dolorido después de acompañar a mi Señor de la Pasión. Contemplaremos, en cualquiera de las circunstancias, su rostro marchito por el dolor y la pena. Nuestros ojos al verlo –o soñarlo- se pelearán con lágrimas que pugnan por salir, pero que solo dejarán entrever su brillo, para no cargar más su dolor. Volverá al alba henchido de sombra y luz hacia su Casa, y ya la Ciudad habrá pasado una nueva página de su Historia sentimental y espiritual. Su paso por calles y plazuelas dejará una semilla de amor y fe solo apreciada por los limpios de corazón. Un día, le pregunté a un viejo anarquista sevillano, al que encontré en la puerta de la Basílica mientrás esperaba a su mujer:



--Joaquín, ¿no entras a ver al Gran Poder?.



--No miarma, estoy mejor fuera—



--Hombre, tampoco por verlo vas a dejar de ser ateo—le dije.



-- No, no es por eso. Es que se que si lo miro dos veces volveré a creer en Dios.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Blogueros de Serva la Bari



Hace tan solo unos días el Presidente de la Junta de Andalucía, don José Antonio Griñán, comentaba que las redes sociales actuales en Internet están saturadas de gente de extrema derecha. Sinceramente y dado que no suelo frecuentar este complejo mundo de los blogueros, como tampoco el de Facebook, Tuinti and company, carezco de elementos de juicio sobre el particular. En cualquier caso me supongo que habrá de todo como en botica.

Suelo dedicar no más de tres horas diarias a mis tareas en el ordenador. Escribo, reenvío a mis colegas los e-mail que me llegan de cierto interés, y navego un rato buscando datos concretos de caracter biográficos, culturales o históricos. Siempre priorizando mi faceta de estudioso del Flamenco y de la Historia de Sevilla. Estos son junto con el Cine y la Literatura, el Cuarteto de Alejandría de mis inquietudes culturales. Mi blog lo creó y lo configura –para mí muy felizmente- mi amigo del alma, Salvador Gavira. Desde esta ventana escribo por dos cuestiones fundamentales. A saber: por una necesidad desde mis años juveniles de plasmar en un folio mis sentimientos, dudas y certezas. La otra, es por que se que me leen con interés media docena de amigos, y que mi blog nos sirve de vertebración sentimental y de cruce de caminos dialécticos. Algunas veces me manifiestan su desacuerdo con lo que escribo. Otras que solo están de acuerdo en parte y, también algunas veces, para mostrarses plenamente acordes con mis planteamientos. Bien está que así sea, pues la siempre uniformidad y el incienso entre colegas tiene un tufillo a “ojaneta” que tira de espaldas.

Por tanto no me considero parte activa del clan de los blogueros sevillanos, donde pienso que habrá toda clase de posicionamientos ideológicos, sentimentales y/o culturales. Mis grandes aficiónes y a las que dedico gran parte de mi tiempo libre –que afortundamente al día de hoy es mucho- son la Lectura, la Música y el Cine. Solo visito a diario tres blog que me parecen bastante interesantes. Uno, el de Rafael Fernández Márquez (no coge ventaja,¡miarma!) amigo y hermano en sentires candelarios. A este ilustre nativo del Barrio de La Alfalfa le enseñaron desde niño que la distancia más corta entre dos puntos era la línea recta y lo aplica a rajatabla. ¡Cualquier cosa es este orondo y magnífico candelario!. A través del blog de Mister Fernández suelo visitar algunos de los que él tiene encuadrados como favoritos y, afortunadamente compruebo, que existen bastantes llenos de talento y sensibilidad para con esta vieja, sabia, hermosa y sufrida Ciudad nuestra.

El segundo blog que visito es el de Manolo Bohórquez (La Gazapera), critico de Flamenco de “El Correo de Andalucía” y uno de los flamencólogos que más aportaciones ha hecho al campo de la investigacion flamenca. Bien biografiando a grandes cantaores en su justa dimensión, o desentrañando grandes enigmas del Arte Jondo, y por ende destapando las grandes mentiras en que este se encontraba inmerso y secuestrado. Este vecino de Mairena del Alcor y oriundo de El Arahal, lleva toda una vida dedicado a situar –a través de sus investigaciones- al Flamenco en las más altas cimas de cultura y respeto. Se por propia experiencia que su tarea es harto ingrata por partida doble. De una parte, por nuestras autoridades “culturales”, que no son corresponsables con la ingente tarea de los estudiosos del Flamenco. De otra, por los propios artistas, que te pasan una mano amigablemente por el hombro, mientras que con la otra te apuñalan.
Llegan algunos artistas - en una interesada operación de acoso y derribo- a llamar despectivamente a los flamencólogos con el calificativo de: flamencólicos. Ignorando que los principales beneficiarios de las tareas de los investigadores del Flamenco, siempre serán ellos y sus cuentas corrientes.

Mi último blog de visita diaria es el de Antonio García Barbeito (La Tribu). Bastará una visita ocasional al mismo para ya engancharnos a diario. Si no me creen hagan la prueba.

Volviendo al mundo de los internautas, debo decir que a mi personalmente –aún asumiendo mi pertinaz y crónica torpeza informática- me ha dado mucha vida este extraordinario invento de Internet. Me ha liberado de cientos de horas en Hemerotecas y Archivos. Después, la facilidad para escribir en su teclado ha aliviado considerablemente mis problemas manuales de artrosis, machacada por antiguas y pesadas máquinas de escribir. Aparte, claro está, de poder autocorregirme en mi nada noble faceta de analfabeto ilustrado. Internet es hoy para muchos –a todos los niveles- una herramienta de trabajo imprescindible y valiosísima. Que luego sea utilizada por muchos/as como un batiburrillo de juegos y contactos basados en la mentira, es otra cuestión bien distinta. Ningún artilugio es malo o bueno por si mismo. Con un martillo un hombre suda noblemente mientras arregla la puerta de su casa, mientras que un miserable canalla lo utiliza para incrustárselo en la cabeza a su mujer. En ambos casos hablamos de un martillo.

Sin dudar háganse blogueros todos aquellos que tengan cosas que decir. Al final todo quedará reducido a lo de siempre: el bondadoso destilará su bondad; el perverso su maldad; el talentoso su talento; el de “piñón fijo” su manido discurso y el fundamentalista su sectarismo ultramontano. Mejor así, para que podamos dilucidar con que bueyes aramos por los senderos de nuestra existencia. Prefiero ver las ideas expuestas como la ropa tendida al sol, que escondidas en viejos y añejos arcones. La Libertad –asi con mayúscula- es junto con la salud el bien más preciado que pueden saborear los humanos. Aquellos que utilizan “su libertad” para agredir e insultar a los demás se descalifican por si solos. ¡Libertad, divina y sagrada libertad, cuantas tropelías se cometen en tu nombre!.


Nota adicional:Hace muy pocos días se concretó en Sevilla lo que era un secreto a voces: la renuncia a presentarse a la reelección de la Alcaldía por parte de don Alfredo Sánchez Monteseirín. Era la “Crónica de una renuncia (¿) anunciada” y solo faltaba escenificarla. Hay serias dudas de que aguante en su cargo hasta el final de la presente legislatura. Es una excelente noticia para una Sevilla que después de sus tres legislaturas se encuentra –lamentablemente- en pie de obras y de guerra de manera permanente (han permitido que entre en la Casa Grande la versión más casposa del Che Guevara). Corren malos tiempos para los pusilámines y el lo fue ante el estrecho cerco de su partido, y excesivamente permisible con sus socios de Gobierno. Debió dejar claro en esta aventura que ha resultado tan nefasta para la Ciudad, quienes eran los legítimos propietarios del coche del poder, y quienen fueron los recogidos haciendo autostop. Desearle de corazón a don Alfredo toda la suerte del mundo en lo personal, y en aquellas tareas que le encomiende su Partido. Pero a ser posible que no sean en Sevilla.
Un feliz día se marchó a los Madriles el pusilánime que “gobernó” en Andalucía un porrón de años. Dentro de unos meses –si llega- se marchará aquel que rigió los destinos de Sevilla los últimos –y sufridos- años. Ya solo quedaría que el gran pusilánime del país también se decida a marcharse. Ignoro si los que les sustituyan los harán buenos o malos, pero esa ya será otra cuestión. Lo que la gente tiene absolutamente claro, es que ha llegado el tiempo de las personas valientes y comprometidas con su Ciudad, Regíon o País.

Por mi parte será la última vez que el nombre de don Alfredo aparezca en esta modesta ventana sevillana donde florecen los “Tomas de Horas”. Solo desear a quien lo sustituya sepa aprender de los errores -de los muchos errores- cometidos, y que en su futura gestión política, figure el dar prioridad a los intereses de todos los vecinos de esta ya más que harta Ciudad.

lunes, 8 de marzo de 2010

¿Derecha o izquierda?



Tranquilos. No voy a referirme a posicionamientos ideológicos ni a formas de pensar y sentir en el el campo de lo político, lo social, lo cultural o lo espiritual. No van precisamente por esos, hoy difusos y complejos caminos, este Toma de Horas (la complejidad nace de la enorme separación que existe en la actualidad entre teoría y practica política).


Quiero más bien referirme al cada día más en alza mundo de los/as videntes. Aparte de en numerosas consultas privadas, ejercen su lucrativa y “beneficiosa” tarea en emisoras de radios y cadenas de televisión. Montadas exclusivamente para “aclararles” el futuro a las gentes que llaman. Sería mezquino criticar a las personas (inmensa mayoría de mujeres) que utilizan estos “consultorios” como antídotos a sus incertidumbres. Muchas llaman víctimas de la pena, la soledad y el desosiego. Otras evidentemente fruto de la novelería y como resultado de una escasísima formación cultural y humana (de la que por cierto otros son responsables). Como entiendo que cada uno emplea su tiempo y dinero en lo que considera conveniente, no estaría en mi ánimo el enmendarle la plana a nadie. ¡Hasta ahí podríamos llegar!.


Cuando se van cumpliendo años y la frontera de la llamada Tercera Edad ya se vislumbra en el horizonte, los hábitos van cambiando de manera progresiva y definitiva. Antes dormíamos de un tirón un mínimo de ocho o diez horas diarias, ahora nunca pasamos de cinco o seis y lo hacemos en varios tirones fragmentados (en algunas ocasiones previa ayuda del lorazepam). Cuando me “espabilo” en plena madrugada pongo un rato la radio (mi compañera inseparable) y escucho al azar alguna emisora de las que luego no frecuento durante el día. Entre estas –y dada mi sempiterna curiosidad- suelo escuchar aquellas que tienen como misión desarrollar el campo de la videncia. Estoy seguro de que son conversaciones grabadas y hábilmente manipuladas para convencer a que llamen las indecisas. Dos cuestiones afloran entre las personas que utilizan este “servicio”. A saber: la soledad y la incertidumbre ante el futuro. Es obvio suponer que cuando algunas personas utilizan desesperadamente estos “servicios” futurólogos es, por haber sido marginadas por aquellos que tienen –y cobran por ello- la obligación de atenderlas y organizar la Sociedad de manera justa, digna y racional. Hacerse eco en definitiva de las justas demandas que se les planteen en los terrenos sociales y laborales (en lo sentimental que cada uno se busque la vida). Si a esto le añadimos un programado interés en el embruteciemento del personal, ya estarían dadas todas las coordenadas para que hagan suculentas cajas los/as “videntes”.

Hace unos días llama una mujer desesperada y plantea que a su marido, víctima de un cáncer de hígado, los médicos le auguran su fallecimiento en pocos meses. Ni corta ni perezosa, la vidente la “anima” y le “aconseja” que no se preocupe en absoluto. Que se pase ya más tranquila por su consulta privada –fuera de ondas le daría la dirección- y procedería a un conjuro que posibilitaría que tuviera “marido para largo”. Cruel y terrible a más no poder esta forma de “sangrar” a las personas.

Me permito reproduciros una conversación mantenida entre vidente y una oyente, ocurrida hace un par de madrugadas en una Emisora de Radio. Fue la siguiente:

--Hola, ¿con quien hablo?—pregunta la vidente.

--Con Mari Carmen—le responde.

--Dime Mari Carmen para que tema quieres.

--Primero “pa el amó”.

--Dime de que signo eres—prosigue la vidente.

--Leo.

--Vale—asiente la vidente.

(Se escucha barajar con un sonido similar al que hacian las tablillas de los turroneros en Feria, rifando lotes de turrones de Jijona)

--¿Derecha o izquierda?-- pregunta.

--Izquierda-- le contesta.

--Izquierda. Mu bien, ¿tu eres clarita verdad?—continua la vidente.

--¿Clarita que es lo que é?.

--Que eres rubia mujé.

--¿Rubia yo joé?. Si dice la gente que parezco gitana.

--Bueno mujé yo me refiero a clarita por dentro.

--¿Por dentro?, co.., ni que yo fuera un huevo.

--¿Tu has cortao hace poco una relacion de pareja,verdad?— pregunta la vidente.

--¿Yo?. Si desde que murió mi Juan hace cinco años no he catao tío.

-- No, yo me refería a una relación que puede que empiezes pronto. (¿)

(Silencio incomodo)

--Bueno, quieres que te “aclare” sobre otro tema que no sea el amó.

--Que co.., si ya me has dejao mala pa tó el día.

(Cuelga y ponen una cuña de publicidad).

Surrealismo digno de ser escrito por el añorado maestro Rafael Azcona y filmado por la magia de Luis García Berlanga. Soledad, desesperanza e inocencia que son manipuladas y rentabilizadas por la avaricia y la desverguenza de unos pocos.

¿Una bola para predecir el futuro?. Bola –de queso- la que cantaba Porrinas de Badajoz:



Si la luna se vorviera
en medio queso de bola,
pa que comieran mis niños
que los tengo en la chabola.

viernes, 5 de marzo de 2010

La imparable cuenta atrás de la Ciudad.


Ya, y sin más dilaciones, empezaron a desgranarse con el mes de marzo los días, horas y minutos que inexorablemente nos llevarán a los momentos soñados: la Semana Grande de la Ciudad. Aquella que nos ata sentimental, espiritual, cultural y tradicionalmente a nuestros sentires más nobles y ancestrales. Cuaresma rara esta que estamos disfrutando –o mejor padeciendo- motivada por las inclemencias de un tiempo que está golpeando a los más desfavorecidos –como pasó siempre- con toda su crudeza e inmisericordia. Dice una letra flamenca:

Sale el sol y da en el cristal;
cuando no quebranta el vidrio
que es lo que va a quebrantá.

¿Pero cuando sale el sol?. Está secuestrado por borrascas, tormentas y aguaceros que lloran y nos atacan desde todos los frentes. Imágenes dantescas las que nos ofrecen las televisiones, donde el agua convertida en un amasijo de lodo y ramas explota, y se lleva a su paso cosechas, casas, personas y animales. Como dato positivo –una vez más- comprobar gozosos los niveles de solidaridad que pueden mostrar algunos seres humanos. Gentes jugándose la vida en las castigadas pedanías jerezanas por salvar de una muerte cierta y atroz a un grupo de caballos. Hombres con el agua por la cintura llevando sobre sus espaldas a algún vecino, imposibilitado para poder desplazarse por su cuenta. Bomberos, Guardia Civil y personal de Protección Civil exponiendo literalmente sus vidas para rescatar a gentes en serios apuros. El tiempo –el mal tiempo- no está dispuesto a concederle su venia al astro Sol para que caliente y seque cuerpos y haciendas. Y mientras la Ciudad agazapada dentro de su recinto amurallado, esperando abrir con sus dedos el azahar de su soñada Primavera. No hay forma de pisar su corteza terrestre en largas tardes-noches de cielos azul añil, quinarios, papeletas de sitio y charlas distendidas al conjuro de la manzanilla. Vivimos enclaustrados en nuestras cuevas mirando a través de los cristales –como leones en celo- y preguntándonos: ¿cuando habrá una tregua de viento y lluvia para salir a cortejarla?. La Ciudad nos espera para mostrársenos en toda su belleza y esplendor y nosotros aquí estamos recluidos como monjes franciscanos. Miramos el cielo y suplicamos: ¿para cuando nos será posible atrapar la vida en las calles secas y soleadas?. Y este nos responde: “todavía tendréis que esperar un poco más. Pues tengo cuerda –rayos- para rato”.

La falta de raciones callejeras ha posibilitado que los enamorados estén seriamente tocados del ala y ya empiezen a elucubrar nerviosos:

¿La noche del aguacero
donde estuviste metía
que no te mojaste el pelo?.


Los aburridos se dedican a través del Boletín de su Hermandad a cuestionar los méritos espirituales –católicos, apostólicos y romanos- del futuro pregonero. Se trata en definitiva de sacar de paseo al inquisidor que todos llevamos dentro.

Lo que no saben –o no les interesa- es que Antonio García Barbeito, al que he saludado una vez en mi vida, dará un Pregón de los que se cuelgan eternamente en las paredes del alma. Tiempo al tiempo.

Seguro que no les gustará a los fundamentalista de turno, pero si a aquellos que impregnados de luz y gozo solo queremos que nos conmuevan. Ni más ni menos.

Los transgresores, también victimas del aburrimiento, se dedican a programar bailes vanguardistas con ropas de nazareno, a los sones de “Virgen del Valle”, en la iglesia de un barrio obrero, donde Cristo tomó -y toma- forma humana y solidaria. Allí –en el Cerro- se hizo verdad lo que escribió Antonio Machado:


¡Oh, no eres tu mi cantar!.
¡No puedo cantar ni quiero
a ese Jesús del Madero,
sino al que anduvo en el mar!.


Mientras llega la soñada y anhelada posibilidad de salir a sus calles, la Ciudad desgrana lenta pero inexorablemente su reloj de arena de los Tiempos. Parece que ya algunos consideran reiterativo y algo cursi, llamar a esta época sevillana como las preámbulos del gozo, pero: ¿se puede definir de manera más certera?.

Por tanto y si no hay más remedio:

Que llueva que llueva,
la Virgen de la Cueva,
los pajaritos cantan
y las nubes se levantan.


Pero:

Parad, por Dios, de una vez
lluvias, borrascas y vientos;
se lo pido al Gran Poder
centro de mis sentimientos.

Que esta Ciudad está esperando
atardeceres de amores;
rumor de fuente soñando
al redoble de tambores.

miércoles, 3 de marzo de 2010

¡To er mundo al suelo!…… menos el de la guitarra.




Con todo mi afecto para el gran macareno Antonio Centeno Fernández

Releyendo el más que interesante –y muy recomendable- blog de mi amigo y hermano en sentires flamencos, Manuel Bohórquez (La Gazapera), me encuentro con un artículo atrasado referente a unos hechos ocurridos en la Peña flamenca sevillana Torres Macarena, concretamente el pasado día 10 de febrero.

Dado que hace tiempo que estoy alejado de la cotidianidad de los aconteceres flamencos sevillanos, estaba ajeno a cuanto aquí se narra. Por las fuertes y sólidas ataduras sentimentales que me unen a esta Peña, quiero –aunque tarde- dedicarle un Toma de Horas flamenco y estupefacto.

Todo cuanto ocurra en esta querida Entidad no me puede resultar ajeno, pues en la misma me consolidé y crecí como aficionado flamenco. El buen talante, la sabiduría y el gran afecto que me dieron a espuertas tanto mi compadre del alma, don Manuel Centeno Fernández, como igualmente su hermano Antonio, fueron fundamentales en mi desarrollo jondo y humano.

El Cante –así con mayúscula- alcanza su mayor cuota de autenticidad en Torres Macarena, y se produce en su cuidado recinto la necesaria y armoniosa comunión entre artista y aficionado. Nunca se utiliza micro en los recitales para no distorsionar el discurso flamenco del que canta, baila o toca la guitarra. El respeto hacia los artistas es verdaderamente admirable, y no es cuestión baladí el que alguien la denominara la Maestranza del Cante. Por este hermoso recinto, flamenco y macareno, han pasado lo más granado del Cante y el Toque. Desde Antonio Mairena a Fosforito. Desde José Mercé a José de la Tomasa. De Fernando Terremoto a Chocolate. Inolvidables –e imborrables- las grandes noches flamencas allí vividas, guardadas amorosamente en lo más profundo de mis sentimientos flamencos. Cuando cualquier Peña Flamenca de nuestra Piel de Toro tiene un par de aficionados de relumbrón, que marcan las diferencias con el resto, en Torres Macarena siempre hubo docena y media de grandes aficionados con unos conocimientos –y vivencias- verdaderamente apabullantes (no los cito por el claro riesgo de omitir alguno).


Pues bien, a través de “La Gazapera” del crítico flamenco de El Correo de Andalucía y excelso rescatador de mundos, personajes y conceptos flamencos, Manolo Bohórquez, me entero de unos acontecimientos ocurridos en esta querida Entidad flamenca. Fue durante los inicios de una actuación de la bailaora Carmen Ledesma (de las mejorcitas que ha dado Sevilla en los últimos años). Parece ser que unos vecinos se venían quejando continuamente del “ruido” que se formaba en la Peña durante las actuaciones de los artistas en sus recitales. Ni cortos ni perezosos se presentan esa noche en el local media docena de policías locales, para parar aquella “orgía” del mejor baile que pueda darse en Sevilla. El sentimiento de estupefacción fue general, y juro que es la primera vez que me alegra de que Juan Campos, Manolo Centeno, Aurelio o Salvador Feria (almas máter de la Peña) ya no estén entre nosotros, pues se hubieran muerto del disgusto.

Según cuentan las crónicas de la Ciudad la operación policial fue bastante exitosa. Se pudo conseguir atrapar el eco ancestral de Tomás “El Nitri”, la sabiduría cantaora de Enrique “El Mellizo” y la Cabal de Silverio flotando por las paredes de Torres Macarena. En el Cuarto de Triana encontraron en un rincón tres partituras hábilmente camufladas. Una con la Soleá alfarera de Oliver, otra con los Tangos del Titi de Naranjito y la tercera con las Siguiriyas de los Caganchos. En el Cuarto de Jerez y los Puertos sorprendieron reunidos a los espiritus eternos de Juanito Mojama; la Paquera; Fernando Terremoto y Parrilla. Parece ser que los reunidos estaban esperando a la Toná romanceada de “El Negro del Puerto” y a los cantes festeros de Pansequito. Alguien –posiblemente Jerónimo Roldán- avisó a los cantaores nacidos en la Macarena o en la cercana Alameda para que se pusieran a salvo. Vallejo desde su cercana casa en la calle Padilla se marchó apresuradamente al siempre hospitalario Madrid flamenco. Caracol avisado por su padre –“El del Bulto”- del eminente peligro que corría, se marchó de gira por España, acompañado de una guapísima muchacha nacida en Jerez de la Frontera y llamada Lola. Solo hubo un pequeño desliz en la “redada” de la Peña. Fue cuando un agente se dirigió al guitarrista y le dijo “haga el favor de acompañarme”, y este ni corto ni perezoso empezó a tocar por Soleá.


La Peña Torres Macarena celebra siempre sus recitales –en Otoño-Invierno fundamentalmente- a una hora más que prudente (10 de la noche) y los mismos nunca sobrepasan la hora y media en su desarrollo. Es decir que tirando largo a las once y media -más o menos- se acaban los mismos. Luego se intenta –como pasó siempre- que las gentes mantengan la compostura (por otra parte recomendación innecesaria, pues los socios de Torres Macarena saben de sobra lo que representa en Sevilla esta Entidad flamenca).


Esto es lo que hay y nadie puede extrañarse de la situación que estamos viviendo en nuestra maltratada Ciudad. La misma que emulando a Alfonso Guerra podríamos decir que: “ya no la conoce ni la mare que la parió”. Cuando en Sevilla a los toreros se les llama impunemente asesinos. Se ataca a la copla por sus reminiscencias franquistas(¿). A las cofradías la denominan jueguecitos callejeros de meapilas obsoletos y reaccionarios tradicionalistas. ¿Debe alguien extrañarse de que al Cante Flamenco le llamen “ruido molesto”?.

Vivimos malos tiempos no solamente para la lírica sino lo que es peor: para mantener en pie nuestras más nobles tradiciones. Es lógico reivindicar el derecho al descanso, y hacer uso de las libertades en la dirección que a cada uno le dictamine sus creencias, o su manera de navegar por el río de la vida. Todo siempre con la tolerancia y el respeto hacia los demás por bandera.


Poco que añadir sobre el amplio abanico de posibilidades que pueden –y deben- asumirse en libertad. Todo dentro de una democracia que fuera verdadera y no esta pantomima que padecemos. Están de continuo satanizando a aquellos que tienen sensibilidades distintas a las suyas y, lo paradójico, es que lo hacen desde algo vacío y contradictorio a lo que llaman: la Progresía.

La calle Torrijiano es la calle más flamenca de Sevilla porque allí está ubicada la Peña Torres Macarena. Sus antiguos vecinos siempre estuvieron integrados cariñosamente en la Entidad. Formabam parte de la misma sin necesidad de ser socios. Hoy parece ser que ya las cosas no son lo que eran. Toda persona tiene derecho a reivindicar su derecho al descanso. Pero cabría preguntarse: ¿el único ruido molesto que hay en la Macarena es el Cante de su Peña?. Bien que lo lamento en el alma. Quedan muy pocas cosas en Sevilla con la aureola de la autenticidad y enmarcadas en nuestras más nobles tradiciones. La Peña Torres Macarena es una de ellas. Si perdemos nuestros pequeños reductos sentimentales ya solo nos queda decir: ¡Que Dios nos coja confesaos!

lunes, 1 de marzo de 2010

Umbrío por la pena, casi bruno.



Fue su hermana quien me dió la triste y temida noticia. Lo encontraron muerto al amanecer arropado entre cartones en el relleno de la entrada de un banco. Dentro del establecimiento financiero la abundancia y fuera en la calle la miseria. Como siempre ha ocurrido, ocurre y ocurrirá. En el bolsillo derecho de su raído abrigo encontraron un viejo y muy caducado ya carnet de identidad. En el mismo decía que se llamaba………………; que era natural de Sevilla (más concretamente de la Puerta de la Carne); que había nacido un 13 de septiembre de 1946 y que su profesión era la de tapicero (de los mejores que hubo y habrá en nuestra Ciudad). Junto a él encontraron un tetra brik medio vacío de vino tinto. Su única compañía cuando falleció era un perro grandote de color canela, que dormía plácidamente a su lado arropado en un vieja y descolorida manta, ajeno a todo lo que allí acontecía. Lo encontró inerte un ordenanza del banco encargado cada día de la apertura del mismo. Dicen que tenía los ojos muy abiertos mirando fijos al cielo recién teñido de celeste mañanero. En el bolsillo izquierdo de su abrigo encontraron un billete de 5 euros, dos monedas de 50 céntimos, dos cigarrillos sueltos estrujados y un trozo de papel doblado en forma de barquito. El médico forense del Juzgado de Guardia de Salamanca –donde lo encontraron muerto- firmó un certificado de defunción donde decía que su muerte fue debida a la inanición y el terrible frío que hizo esa madrugada. Yo, que lo conocía, puedo dar fe que de verdad quien lo mató fue el desconsuelo y la pena amarga de los náufragos de la vida.


El juez personado en el lugar, mandó el levantamiento del cadáver, no sin antes abrir lenta y cuidosamente el barquito de papel del bolsillo de su raído abrigo. Comprobó que había algo escrito y se puso sus gafas de cerca para leerlo. Decía con una letra discontinua y de trazos irregulares: “pronto estaré con ellos”. Su señoría no pudo poner en pie el significado de la misiva, nosotros, los que bien lo conocíamos si.

Durante años infantiles y adolescentes compartimos historias y vivencias. Compañeros de colegio, de juegos y de romances juveniles. Crecimos entre estrechas callejuelas de juderías, jardines que besan las murallas del Alcázar y anchos prados de partidos de futbol interminables.



En su juventud fue un seductor en el más amplio y noble sentido del término. Nosotros envidiábamos sus dotes de seducción y ellas se dejaban seducir de buena gana. Romanceó con lo más granado del mujerío joven de nuestra generación. Vestía siempre de manera impoluta y exquisita. En verano con una amplia gama de polos de “chemilacós” y sus pantalones vaqueros Levis, que conseguía en una casa de vecino de la calle Lumbreras, traídos de contrabando desde la Base americana de Morón.



Era un hábil tapicero que hubiera encontrado su sitio natural en la corte de Luis XV. Trabajaba poco pero siempre para las familias más acomodadas de Sevilla. Ganaba mucho dinero con su selecta clientela. Cuando le quedaban pocos días para formar parte del clan de los treintañeros se casó en San Bartolomé con un bellezón del Barrio del Arenal. Fue la primera vez en su vida que lo notamos profundamente enamorado. Atrás dejó una interminable lista de conquistas y una cierta sensación de alivio entre aquellos que temíamos que se fijara en nuestras hermanas.

Curiosamente, la mayoría de sus rendidas enamoradas hablaban de su gran estilo, su caballerosidad y que tuvieron muy buena experiencia al tratarlo en las distancias cortas. Ellas sabrían.

Se fue a vivir con su estrenada esposa a un pueblo del Aljarafe. Ya solo nos veíamos muy de tarde en tarde y siempre en el entorno donde crecimos. Eso si, el Martes Santo era sagrado para nosotros. Anhelado reencuentro en la Puerta de la Carne, a la espera de la llegada de la Señora de San Nicolás (la Candelaria empieza a distanciarse de su entorno natural en la Plaza de San Pedro, y lo recupera cuando su palio deja atrás los jardines y desemboca radiante en la Puerta de la Carne). Siempre quedábamos ese soñado día a las 12 de la noche en la puerta del “3 de Oro”. Sitio de encuentro con varios colegas más.

Supe por su hermana a la que veía con frecuencia –tanta que durante una corta etapa fue mi novia- que tuvieron un hijo y que estaba plenamente feliz con su nueva situación. Siguieron pasando los años girando en la ruleta de la vida, hasta que la tragedia le abordó en una esquina para morderle ferozmente la yugular. Su hijo con veinte años había muerto trágicamente en un accidente de moto. La pena y el desconsuelo se adueñaron de su casa y su mujer no pudo cargar con tanta pesadumbre y en pocos años falleció. La mató la secuela sentimental de la mayor tragedia que padecen los seres humanos: la pérdida de un hijo.

Para ………. ya fue la puntilla. Se entregó paulatinamente a la bebida y ya su estado natural era borracho, desaliñado y abandonado a su triste destino. Curiosamente venía a emborracharse cada día a la Puerte de la Carne y su entorno. Los que bien le queríamos intentábamos ayudarlo pero se negaba en redondo. Teníamos la sensación de que intentaba purgar el continuar todavía en el Reino de los vivos. Estuvo ingresado una temporada en el Psiquiátrico de Miraflores y luego ya le perdimos completamente la pista. Nadie sabía nada de él.
En la misa de difuntos celebrada en Santa Cruz me contó su hermana que había mendigado por media España. Pedía, bebía y dormía sus borracheras donde se le rendía su machacado y deteriorado cuerpo.

Descansa……., descansa en paz joven galán de cines de veranos, de bailes en el Casino de la Exposición, de risas y sueños compartidos. Descansa hábil artesano en el arte de revestir sillas y tresillos. Descansa junto a aquellos para los que escribiste: “pronto estaré con ellos”. Descansa gran adalid del bien vestir y mejor vivir (a David Niven, Peter Langford o Arturo Fernández no le sentaban tan bien los trajes como a tí). A mi me gustaría este Martes Santo cuando esté próxima a comparecer la hora de los fantasmas –y de los recuerdos- excusarme un rato con los que me acompañen. Te esperaré unos minutos en la puerta del “3 de Oro”. Cerraré los ojos y aspiraré olores de pavías de bacalao, adobos y pedacitos, mientras a lo lejos se escucha un soniquete de cornetas y tambores. Entraré y pediré dos copas de manzanilla. Me tomaré la mía a tu salud añorado y querido tunante. La otra quedará en el mostrador esperando una mano que la levante. Pagaré y me iré en busca de la Candelaria para verte a traves de su bellos ojos. Poco me importa que un camarero al día siguiente le comente a su mujer: “joé, hay que ver la cantidad de colgaos que andan sueltos. Llegó anoche un tío al bar, me pide dos copas de manzanilla, me las paga, se toma una y se va dejando la otra allí”. ¡Bendita locura es aquella que nos ata a nuestros sentimientos más nobles!.



Nota: Esta historia tiene una cierta dosis de ficción por respeto a la privacidad de las vidas de las personas. Todo lo demás: personajes, contexto y situaciones narradas son tan reales como la vida misma.