Un empujoncito más y “Febrerillo el loco” se nos irá como había venido:
enredado entre bufandas y ropa de abrigo. Su locura consiste en su pertinaz
cajón de sastre meteorológico. Su fundamental aportación a la Ciudad es su cortedad en el
almanaque de los días y por ser la antesala de la ya cercana Primavera
sevillana. Siempre será recordado por su famoso día 23 cuando unos
descerebrados quisieron volvernos de nuevo a la disciplina cuartelera. Afortunadamente
salimos reforzados en nuestras convicciones democráticas y envainando los
sables de la sinrazón para siempre. El frió lentamente se ha ido alejando de
cuerpos y almas y todo lo que está por llegar dará pleno sentido a nuestra
existencia sevillana. Aquí siempre nos movemos entre prólogos y epílogos. El
presente se nos escapa de las manos sin que, en no pocas ocasiones, tengamos
tiempo de saborearlo plenamente. Sevilla está llena de “proyectos” que pocas
veces ven la luz y sombras que pocas veces ven las luces. Todo se justifica a
través de las “herencia recibida” y los “Digo” y “Diego” se entremezclan como
las enredaderas de los patios. Estamos a
la cabeza del Paro en un Ciudad donde, de manera vergonzosa, muchos niños pasan
hambre y muchos ancianos pasan frío. Vivimos instalados en la desvergüenza más
soez y los árboles no nos dejan ver el bosque porque ya no existen: los han
talado para construirse muebles en los despachos enmoquetados. Febrero siempre
significó un “borrón y cuenta nueva”. Un
paréntesis, corto y frío, que dentro de unos días empezará a tener su esperado
y feliz desenlace. Nos esperan los
largos atardeceres donde más que tomar la calle es ella la que, amorosamente,
nos tomará a nosotros. Se nos marcha
Febrero y las flores empezarán a brotar jubilosas para poder demostrarnos, de
manera inequívoca, que esta tierra la hizo Dios para darle sentido a la Primavera. Se repetirá, una vez
más, el ciclo sentimental de la
Ciudad: su sempiterno “borrón y cuenta nueva”.
viernes, 28 de febrero de 2014
miércoles, 26 de febrero de 2014
Tocado por la pena
Uno sabe, y también teme, que a ciertas edades las malas noticias
siempre serán manifiestamente
empeorables. Esta mañana cuando abro esta ventanita al mundo que es mi
ordenador personal me entero de la muerte de Paco de Lucía. ¡Uff, vaya palo! Literalmente
me he quedado de piedra. Tenía 66 años de edad y ha fallecido mientras se
encontraba con sus hijos y nietos en una playa mejicana llamada Cancún. Dicen que se sintió indispuesto y ya poco se
pudo hacer por salvar su vida. ¿Qué puedo yo ahora decir o escribir de Paco de
Lucía? Quienes bien me conocen saben por
reiterativo que sentía una verdadera devoción y admiración por el Genio de
Algeciras. Para mi representaba al Artista más importante de toda la Historia del Flamenco. Su
toque de acompañamiento, su faceta de solista y sus incursiones en otras
disciplinas musicales fueron absolutamente magistrales. Hiciera lo que hiciese
siempre sonaba flamenco por todos los poros de su piel. Sus dos referentes de la Guitarra flamenca fueron
el “Niño Ricardo” y “Sabicas”. Se paseó con su inseparable sonanta por todos
los escenarios de este planeta tan hermoso como sufrido llamado Tierra. Paco
era mucho Paco. Andaluz universal se nos representa como el máximo exponente de
la Guitarra flamenca
y por ende uno de los más grandes músicos contemporáneos. He sentido su muerte como algo muy personal y
un síntoma inequívoco de que mi tiempo cultural y sentimental va cuesta abajo. La
producción discográfica de Paco de Lucía es muy extensa y verdaderamente
deslumbrante. Él ya forma parte de la
leyenda del Flamenco y yo de los eternos huérfanos de soles y lunas. Se nos ha muerto Paco, el hombre, para de
esta forma poder entrar en la inmortalidad de los grandes el músico genial. La
perdida de Genios de la Música
flamenca como Camarón, Morente y ahora Paco de Lucía se me representa mucha
carga de orfandad para mi maltrecha espalda.
No hace mucho se nos fue Félix Grande (el mayor devoto de Paco de
Lucía) y ahora el Maestro se nos marcha
para reunirse con su alumno más fiel. Te queremos Paco por lo que nos diste y
las miles de veces que nos hiciste soñar con tu mágica sonanta. Pasado mañana
es el “Día de Andalucía” y la bandera verde, blanca y verde llevará crespones
negros por ti. Te seguiré escuchando mientras que el de San Lorenzo me siga
concediendo nuevas prorrogas existenciales. Hoy, eso si, no pienso pisar la
calle y me beberé mi pena de flamenco antiguo oyendo tu inigualable y hermoso
toque flamenco. Dios te guarde Paco y gracias por ayudarnos a ser felices en
clave flamenca y andaluza. Nos queda tu música que siempre será inmortal. ¡Gloria
eterna al Genio de la guitarra!
martes, 25 de febrero de 2014
Enredados en la incertidumbre
En nuestro sufrido país los médicos que tienen –o debían tener- como
principal finalidad aliviar o curar las enfermedades de las personas viven en
una permanente zozobra. Están sumidos en un mar de recortes, traslados e
inclusive despidos. Para los profesores -cambiemos pacientes por
alumnos- las coordenadas de
incertidumbre son las mismas. Los
funcionarios, preocupados por su presente y su futuro, se distraen de sus
funciones sabiendo que tienen la “Espada de Damocles” sobre sus cabezas. Quienes no tienen trabajo se desesperan con
el paso de los días, meses y años por no encontrarlo. Aquellos que aún lo poseen
temen que los puedan reclutar en breve para el ejército de los parados.
Mientras, la corrupción campa por sus anchas sobre una Piel de Toro donde los jueces
se nos presentan como el último baluarte donde poder apoyar la hoy cuestionada
decencia. Son malos tiempos marcados por la incertidumbre propiciada por una
clase política ajena a los serios y graves problemas de los ciudadanos (los
mismos que ellos –los políticos- han provocado o no han sido capaces de
resolver). Los medios de comunicación que son verdaderamente objetivos y
sensibles con los desalientos de la gente nos muestran, en el día a día, testimonios
estremecedores de personas completamente a la deriva. Todavía más importante
son las percepciones personales de casos cercanos que conocemos y/o padecemos
en nuestro entorno más intimo.
Percibimos que lo justo y lo legal se manejan en idiomas claramente
diferenciados. Nos repiten muchas veces las mismas mentiras para ver si se terminan
convirtiendo en programadas verdades. El
tosco, falso y torticero lenguaje de la política actual consiste en enmascarar
la realidad culpando a los demás de las propias responsabilidades. La demagogia
se ha adueñado de nuestro país (de Andalucía y Sevilla ni les cuento). Un largo
dominio socialista por tierras andaluzas nos ha traído un paro feroz y unos
parámetros sociales deprimentes. Doña
Susana Díaz (nada nuevo bajo el sol: discurso novedoso con conceptos viejos)
nos habla de trasparencia y prioridades socio-laborales como si hubiera
sustituido a un gobierno de derechas.
Todo se nos muestra incierto y sin más soluciones que aquellas que
dimanen de una articulada sociedad civil. Enredados en la incertidumbre vemos
llover esperando, en vano, que termine escampando algún día. ¡Que país!
domingo, 23 de febrero de 2014
Donde habitan los sueños
¿Dónde se fueron los sueños
Huérfanos de sol y dueños?
Palomas portadoras de mensajes
Anunciadoras de playas y oleajes.
Besos que nunca fueron dados
Caricias con los pulsos alterados
Un nosotros construido en armonía
Una canción, un beso en fantasía.
Yo creí que Dios estaba de tu
lado
Y tú creías que dormía en mi costado
Fuimos un antes sin presente ni
futuro
Una nota perdida en monte oscuro.
Paramos a beber en la fuente de
la vida
Confundiendo la llegada y la partida
Clepsidra goteando en tu ventana
Sinfonía de amor en la mañana.
¿Dónde se fueron los sueños
Huérfanos de sol y dueños?
(de “Tiempo de Incertidumbre -2013)
La Fiesta perdida
“Una Fiesta se hace con tres
personas:
uno canta, otro baila y el otro
toca…
se me olvidaba de los que dicen
ole y
tocan las palmas”
En Sevilla se le llama Fiesta a la Semana Santa, a la Feria, a los Toros, a la Navidad y hasta al
mismísimo Corpus. Todo aquello que, a la vez, nos resulta excepcional y gozoso
lo encuadramos dentro de lo festivo. Bien está que así sea pues, por estos
lares, esquivamos la pena con lances toreros de fino terciopelo, con soniquetes
de trompetas y tambores y al son de los
templados tercios de la Soleá
de los alfareros. Tierra hecha para el gozo de los hombres y donde, al final,
son siempre las mujeres quienes terminan llorando. Pero la Fiesta sevillana –y
andaluza- por antonomasia es aquella que en forma de ritual celebraban los
flamencos. Días de madrugadas interminables donde al conjuro del Cante y el
Toque los duendes se paraban en los
pintados respaldares de las sillas de enea. Nada que ver con las Fiestas “programadas”
por señoritos rumbosos e inmisericordes
podridos del dinero procedente del
indecente estraperlo. Allí, a excepción
del Cante y el Toque, todo era pura
vanidad y desmitificada mentira. La Fiesta, pura y dura, era la
que de verdad se “montaban” cabales de la talla de mi padre, los Hermanos
Centeno, Salvador Feria o Jaime del Pozo. Grandes aficionados que supieron extraerle al
Arte Jondo lo más puro de su verdadera sustancia flamenca. Tenían al Flamenco como el eje sentimental de
sus vidas y a la noche como compañera y aliada para desarrollarlo en
libertad. Hoy ya la Fiesta flamenca es tan solo
un hermoso recuerdo en la memoria de los que las disfrutamos y motivo de
atención de sociólogos e historiadores.
El día que alguien, en una reunión de cabales, cambió el vino por unos
polvitos blancos esparcidos cuidadosamente en un Carnet se cargó el invento. Ya nada es lo que un día
fue: ni la Fiesta,
ni el Flamenco, ni la Noche
y, evidentemente, tampoco nosotros. Todo ha sido saqueado por una sociedad que
prefiere el “momentazo” a la magia del momento. Los viejos flamencos vivimos en
las cuevas soñando tiempos pasados y asumiendo que ya nunca volverán. Los flamencos jóvenes buscan sus argumentos –y
hacen bien- en las vanguardias artísticas. No intentemos ponerle puertas al
campo. El eslabón que debía unir ambas
generaciones se nos muestra cada día más débil y desgastado. La Fiesta flamenca se perdió
abrazada a las enredaderas de los patios sevillanos. Pero, eso si, que nos quiten lo vivido.
sábado, 22 de febrero de 2014
El huerto claro
“Ni mármol duro y eterno,
ni música ni pintura,
sino palabra en el tiempo”
Hoy, veintidós de Febrero del 2014, hace exactamente setenta y cinco
años que falleció en Colliure (Francia) el poeta sevillano y universal don Antonio
Machado Ruiz. Fue un veintidós de Febrero de 1939 cuando murió el hombre para
dejar paso a la inmortalidad del poeta y al ejemplo imborrable de un hombre “en
el buen sentido de la palabra bueno”. Había nacido, en una de las dependencias
interiores del Palacio de las Dueñas sevillano, un veintiséis de Julio de 1875.
Descubrí a Antonio Machado cuando todavía mi adolescencia estaba recién estrenada
y casi todo pendiente de descubrirse. Un
recordado amigo del alma, y de sentimientos e inquietudes compartidas, me
prestó “Campos de Castilla” para que descubriera la poesía de Antonio Machado.
Mi amigo hace ya tiempo que duerme el sueño eterno de los justos y nunca le
estaré lo suficientemente agradecido –entre otras muchas cosas- por adentrarme
en el mágico mundo machadiano. Hoy sigo
de manera pertinaz con mi irrenunciable militancia machadiana. Un libro con sus
“Poesías completas” de la Colección Austral
y en Edición de Manuel Alvar preside mi escritorio. Este libro tiene para mí
una especial significación pues era de mi hija Alicia utilizado en su
fructífera etapa estudiantil. Duermen placidamente sus hojas inertes de
poemas vivos junto a las fotos de mis sonrientes nietos y la solemnidad del
Señor de la Pasión
(al final todos los nobles sentimientos derivan en la Poesía). En la vida y obra de Antonio Machado está
impresa los últimos años del siglo XIX español y las primeras décadas del
infausto siglo XX. Las convulsiones sociales y políticas y, sobre todo, la vida
cultural de este sufrido país nunca le resultaron ajenas al poeta
sevillano. Su vida fue un ejemplo
memorable de civismo moral y de firmeza defensora de las libertades.
Republicano sin fisuras supo desentrañar como nadie el alma del pueblo
español. Su poesía se nutre de la tierra
y se hace culta y reflexiva elevándose sobre la mediocridad existencial y los
comportamientos ruines. Nada le resultó ajeno y supo como nadie dejar fiel
testimonio de que “se hace camino al andar”. Cualquier ocasión es buena para
releer a Antonio Machado y el aniversario de su muerte puede ser una de ellas.
Murió en el exilio enfermo, cansado y solo siendo enterrado en el bello pueblo
francés de Colliure en compañía de su madre (fallecida tres días después del
poeta). En un bolsillo de su raído abrigo encontraron un trozo de papel
garabateado a lápiz que decía: “Estos días azules y este sol de la
infancia”. Sevilla siempre en el corazón
de un poeta eterno y universal que justifica con creces el noble honor de
considerarme de por vida machadiano.
¡Gloria eterna a Antonio Machado!
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