Este Toma de horas no lo escribe mi gran amigo Juan Luis, lo escribe el albacea de sus escritos, el custodio de sus memorias. El que sube sus artículos a este blog.
Y aprovechando que descansa para retomar nuevos temas a la vuelta del verano, os quiero hablar de él.
Con Juan Luis y sus “Tomas de Horas”, me he sentido alumno en la banca de madera atento a las explicaciones en la pizarra del maestro, de ese chico de los recados con pantalón corto y presto a ser el más rápido y eficiente en la entrega, de ese chico aprendiz de oficio de imprenta que siempre tiene lista las tintas y las hojas para su impresión.
Con Juan Luis, me ha paseado por Sevilla con los sentidos..
Me ha hecho ver de nuevo, tiendas abiertas, negocios funcionando, carretillas de mano, canastas de mimbres, así como los finales fronterizos de la ciudad, que mas allá de los puentes eran descampados, huertas, caminos, charcas. …
Me ha hecho escuchar de nuevo, las voces del vendedor de moñas de jazmines, el eco de las palmadas llamando al sereno, los chorros de las fuentes, las campanas, los gorriones al atardecer...
Me ha hecho oler de nuevo, la tienda de galletas de la Plaza del Pan, del caramelo en calle Francos, del pimentón en Regina, del pescaíto en la Puerta la Carne, del alcanfor en las túnicas blancas un Martes Santo, de las gambas a la plancha en la Plaza de San Francisco, del perfumador de los cines ..
Me ha hecho saborear de nuevo, el agua fresca de un puesto en la Plaza Nueva, de altramuces del Góngora, de volver a tomarme un “tubito” de cerveza ..
Me ha hecho volver a tocar de nuevo la piedra de las paredes de la Catedral, el albero de los parques, el papelón de pescao, el balón áspero remendado, las naranjas aún verdes…
Con Juan Luis me ha paseado por las tabernas con mostrador de madera que huelen vino, como siempre, menos la de San Lorenzo que era vermut. Me ha llevado a ver correr las velas en la calle Puente y Pellón, a comer camarones en la Bodega de San Eloy.
Juan Luis me ha vuelto a recordar el Flamenco, como siempre le digo, el de antes no el de ahora. Pues me ha hecho revivir los sonidos del vendedor de cassetes de flamenco, que ponía en el mercadillo del jueves en la calle feria delante de Pueyo, debajo del balcón donde yo vivía.
Y así podría llevarme muchísimo tiempo hablando de Juan Luis, pues no tengo otras palabras, que no sean de agradecimiento a él. La primera impresión dicen es la que vale, y ese momento que nuestro gran amigo en común “Santi” nos presentó, fue para mí la apertura del telón a una gran obra, que espero seguir disfrutando por muchísimos años y seguir siendo el alumno con su babi y en la banca de madera aprendiendo de un maestro como Juan Luis.
Salvador Gavira
Salvador Gavira