En el Casco Antiguo de la
Ciudad, y preferentemente en la Puerta de la Carne, existen antiguas
casas señoriales habilitadas hoy como Academias de Lengua Española para
extranjeros. De ellas veo salir a
jóvenes y “jóvenas” cuyas edades todavía tendrán pendientes de cruzar la
barrera de los veinticinco años de existencia. Nos llegan prioritariamente
desde el Reino Unido, Alemania, Holanda y los Estados Unidos de América. Es
gratificante verlos con el afecto que se relacionan entre ellos y el
comportamiento tan educado que mantienen con la Ciudad y su gente. Posiblemente no sean conscientes (en eso
consiste ser jóvenes: vivir a tope el presente sin el peso del pasado ni la
incertidumbre del futuro) de estar cubriendo una etapa esplendida de sus vidas
y vital para su futura formación humana y profesional. Ellos, a diferencia de
nuestros jóvenes talentosos, cuando abandonan sus países tienen marcados en sus
pasaportes fecha de ida y vuelta. Vienen becados por sus gobiernos de origen
para adquirir un plus fundamental en sus formaciones de las que se beneficiarán
ellos y sus países. Los nuestros se marchan obligados por la falta de
oportunidades y, una vez instalados, no saben cuando volverán o si se quedarán
viviendo fuera para siempre. Sinceramente,
esto me duele en el alma pues pagaremos muy caro este dispendio
generacional. Los hemos preparado
concienzudamente y después les cerramos todas las puertas laborales y
profesionales. Según encuestas
efectuadas por la Universidad
sevillana los estudiantes extranjeros que pululan por estos lares están
enormemente satisfechos con Sevilla y los sevillanos. Todos coinciden en
sentirse muy bien tratados y todos, sin excepción, no descartarían en un futuro
volver de nuevo a la Ciudad. Comentan, cosa lógica, que
al principio se sentían algo perdidos para interpretar nuestro peculiar
castellano. Recuerdo hace unos días que había unos estudiantes conversando en
la puerta de una de estas Academias situada en una casa de la calle Muñoz y
Pabón. Frente a ellos había dos
albañiles abriendo una zanja en la calle. Se acerca un tercero y les dice a
voces: “Quillo, vamos a i arreando que aluego nos coge er toro”. Ellos, los
estudiantes, escuchaban este dialogo y seguro que se preguntarían que puñetas
estaban diciendo los albañiles. Un profesor amigo mío me comentó un día que lo
primero que le enseñan de nuestra lengua son las palabrotas, y cuando se dicen
en sentido coloquial y cariñoso. No es lo mismo cuando escuchas decir:
¡Valiente tío más hijo de puta!; que cuando comentan: ¡Hijo puta er tío! A la primera frase le quitamos el “valiente”
y el “más” y ya después el tono hará el resto. Estoy plenamente convencido que
estos muchachos y muchachas un día muy lejano recordarán con cariño su aventura
hispalense. Lo harán viendo una antigua foto donde están en la Feria con un traje de
faralaes comprado en el mercadillo del Jueves. O bien sentados sonrientes en
los jardines del Alcazar una mañana primaveral de domingo. Mientras, los
nuestros y gracias a la clase política que nos ha tocado en “suerte”, cada día
serán menos nuestros. El vuelo en
definitiva del “Dulce pájaro de juventud”.
lunes, 29 de abril de 2013
domingo, 28 de abril de 2013
Los Hijos de la Ciudad
Sabiendo el Dios Padre que Abril se marcharía en unas horas de la Ciudad reunió a los Apóstoles y señalando con su dedo índice hacia la Tierra les dijo:
“Ahí abajo, donde la Piel de Toro se hace más piel
y más toro los tenéis. Son fatuos y sencillos. Ateos y creyentes. Rancios y
modernos. Béticos y sevillistas. Poetas y músicos. Soberbios y sencillos.
Capillitas y anticlericales. Cantaores y toreros. Borrachos y abstemios.
Valientes y cobardes. Rebeldes y sumisos. Derechones e izquierdosos. Vanguardistas
y tradicionalistas. Bohemios y pragmáticos. Macarenos y trianeros. Pulcros y
desaliñados. Nobles y mezquinos. Dadivosos y usureros. Aristócratas y
pueblerinos. Payos y gitanos. Déspotas y caritativos. Rigurosos y criticones.
Antiguos y modernos. Reflexivos y lenguaraces. Mamaron antes que nadie del
Imperio Romano y Europa sin ellos no tendría sentido. Dieron dos Emperadores
nacidos bajo su cielo. Los árabes se encontraron allí tan cómodos que
aguantaron ocho siglos. Allí los judíos nunca se sintieron más judíos. En
ninguna parte del mundo veneraron y veneran tanto a mi Hijo y a su bendita
Madre como allí. Entenderlos es tarea harto compleja incluso para mí. Son
ombliguistas porque posiblemente allí esté el ombligo más hermoso de mi
Creación. Los veo despojarse transitoriamente de hoces y martillos para meterse
bajo los paso. Ellas son las mujeres más bellas de la Creación y cada año lo
demuestran bajo un cielo de farolillos. Ellos no tienen arreglo ni Yo quiero
que lo tengan. Me salieron como me salieron y eso ya no lo arregla ni Dios
(perdón por la parte que me toca). Cantaron a la pena como nadie y alegraron el
aire de la tarde con el vuelo de los capotes de grana y oro. Ahí los tenéis,
firmes y contradictorios como ellos solos. Siempre me rezaron para que no les
faltara la luz y les proporcioné cinco meses de verano. Presumiendo siempre de Ciudad y dejando que se
les caiga a pedazos. Cuidando con esmero las macetas de sus balcones y
abandonando a su suerte a parques y jardines. Pero debo reconocer que siento por
ellos un especial cariño. Creé Abril pensando en ellos y ellos solo piensan en
Mí en clave abrileña. Ahí los tenéis orgullosos y altivos ante el infortunio.
Son ellos, los discípulos más díscolos de mi Hijo y, sin embargo, los más
queridos por Él. Adoran a su Madre y eso
aquí arriba lo tenemos muy en cuenta. Son ellos, siempre ellos. Son: ¡los Hijos de la Ciudad!
sábado, 27 de abril de 2013
Andalucía en clave siguiriyera
“En Valencia fui francés
en Francia fui valenciano;
en Sevilla aragonés
y en Aragón sevillano”
-Soleá de Triana –
Todos los analistas coinciden en que Andalucía cerrará el primer
semestre del infausto 2013 superando de largo la cifra de un millón y medio de
parados. Es decir: la pobreza y la desazón para un 38% de la población que
busca y necesita trabajar para poder vivir.
Esto se traduce en tres cuestiones carenciales: jóvenes sin futuro;
familias sin presente y políticos sin vergüenza. Después de más de treinta años
de reinado socialista Andalucía no levanta el vuelo que la aleje del
subdesarrollo y la inmisericorde hambruna. Todo ha discurrido en estos años con
falsas promesas numeradas a través de las distintas “modernizaciones” (también
desde el Gobierno Central no hacen más que “machacar” a Andalucía). Siempre
utilizando políticamente el futuro como antídoto para desviar las graves
carencias estructurales y sociales del presente. Una tierra tan hermosa, noble,
solidaria y esplendorosa en su pasado no se merece estar a merced de unos
políticos impresentables. Duele Andalucía y el llanto se hace espuma amarga en
las olas de sus mares. Sus campos ayer en manos de las subvenciones europeas y
hoy perdidos en la desidia de las noches luneras de soledades compartidas.
Suena firme y quejumbrosa la
Siguiriya acompañada por el tañido de las campanas del olvido
y la pena. Solo nos queda la poesía y la música para sobrellevar los largos
días y las horas interminables. El Arte y las Tradiciones mostrando su nobleza
en las hojas amarilleadas por el tiempo de los almanaques. Las contradicciones
de la Creación
mostradas en toda su crudeza. Tierra creada para la alegría y el temple donde
al final siempre manda la pena y la zozobra. Caciques del ayer hoy reciclados
en políticos ineptos o corruptos. Andaluces buscando mejorar su suerte lejos de
las tierras andaluzas. Una tierra que no le da de comer a sus hijos no merece
ser llamada “nuestra tierra”. A pesar de
todo Andalucía no tiene la culpa de tantos desmanes históricos. Cuando se unen
–como siempre pasó por estos lares- el abuso y la desidia poco bueno cabe
esperarse. Nos dolió, nos duele y nos dolerá Andalucía porque proclamamos a los
cuatro vientos nuestro orgullo de ser andaluces. Tierra de poetas, músicos,
pintores, escultores, escritores y aventureros.
Allí donde el sol nunca se pone porque nunca sale. Donde la oración se
hace Cante y el Cante se hace oración.
¿Qué rincón del planeta tiene a Lorca, Cernuda, Bécquer, Alberti,
Aleixandre o Machado entre sus grandes poetas? ¿Quién pudo nunca reunir a
músicos de la talla de Turina, Falla o Paco de Lucía? ¿Quienes tallaron al Hijo de Dios como
Martínez Montañés o Juan de Mesa? ¿Quienes
cantaron al gozo y a la pena como Juanita Reina, Gracia Montes, Marifé,
Caracol, Vallejo, Marchena o Mairena? ¿Quienes pueden presumir de haber parido pintores
de la talla de Picasso, Velázquez o Murillo? El Arte nos pertenece y también,
lamentablemente, es nuestra la desdicha de padecer el paso de los días. Toca
rebelarse de manera pacifica y civilizada ante tantas injusticias como
padecemos.
No basta tan solo con que cantemos a la pena como nadie. Hay que sacar
a la calle pacifica y civilizadamente nuestro descontento y nuestra justa
rebeldía. Andaluces comprometidos con su tierra y unidos por una causa común:
Andalucía.
Los panfletos ya se escriben solos por vivir en una realidad
panfletaria. Duele nuestra tierra y aún duele más nuestra indiferencia hacia
ella. Andaluces levantaos y pedir poder liberarnos de las ataduras que
ancestralmente nos oprimen. Estamos a la cabeza del paro en un país que también,
a su vez, lo está del paro en Europa. El
talento de los jóvenes andaluces se desparrama por tierras foráneas. Mientras,
por aquí, campan a sus anchas un ejército de mediocres. Andalucía, siempre Andalucía, en clave
siguiriyera.
viernes, 26 de abril de 2013
El Imperio de la usura
“Un banquero es alguien
que te presta un paraguas
cuando hace sol
y te exige se lo devuelvas
cuando está lloviendo”
- Mark Twain –
Hace años -muy pocos por cierto- era frecuente recibir en tu casa
llamadas de agentes bancarios ofreciéndote préstamos de miles de euros. Solo
tenías que presentarte en “tu” banco provisto de la nómina y los “papeles” de
tu vivienda para que en cuestión de horas tu cuenta se alegrara de recibir tan
jugosos vecinos monetarios. Los Bancos disponían de dinero, de muchísimo
dinero, y su negocio consistía –y consiste- en prestarlo con intereses
desorbitados. Bien cierto es que a nadie se le ponía un “puñal en el pecho”
para que firmara su futura sentencia de muerte económica y social. Nuestro
asentamiento en una ficticia clase media provenía fundamentalmente del uso de
las tarjetas y de los préstamos. Pedíamos y gastábamos sin ton y con el son que
nos marcaban los Bancos. En definitiva:
gastar lo que no se tenía y deber lo que no se podía pagar. Los Bancos sabían que en numerosas ocasiones
las posibilidades reales de devolver lo prestado eran imposibles. No les
importaba: embargaban los pisos y los revendían a buen precio proyectándolos
dentro de la “burbuja inmobiliaria”. Hicimos caso omiso de los consejos que nos
dieron madres y abuelas y ahora la cosa no tiene una fácil solución. Lo mismo pedíamos para comprar un pisito en
la playa que para un coche nuevo. Lo hacíamos para reformar cocinas y cuartos
de baño y, como no, para viajes al Caribe o celebrar banquetes de bodas y
comuniones. Teníamos trabajo “fijo” y
creíamos ingenuamente que los bancos estaban para facilitarnos la vida y no
para complicárnoslas. Ahora son miles de familia a las que han desprovisto de
manera inmisericorde de bienes y haciendas. El Gobierno –presente y pasado- se
lava las manos en un supino ejercicio de cinismo político. La
Banca ha cerrado drásticamente el grifo de los necesarios
créditos para la creación –y consolidación- de pequeñas y medianas empresas (el
80 por ciento del tejido productivo de nuestro país). A pesar de los “cantos de sirena” de nuestros
actuales gobernantes las posibilidades de creación de puestos de trabajo en los
próximos años serán escasísimas. Nada
más lejos de mi intención que colaborar a que se extienda el pesimismo que nos
invade pero la realidad es la que es.
Antes existía una firma de cosméticos que se anunciaba con un lema que
decía: “Avon llama a tu puerta”. Hoy
quienes llaman a las puertas son los secretarios de los juzgados portando
órdenes de desahucio. Hemos caído ingenuamente en manos de los usureros y ahora
es un poco tarde para lamentaciones. Las
clases sociales han existido, existen y existirán siempre. Que nos convencieran de que casi todos éramos
ya componentes de la clase media no era más que un ejercicio de
manipulación. Insisto, nuestras madres y
abuelas nos marcaron el camino a seguir pero preferimos ignorarlas para caer de
bruces en los brazos de la
Sociedad de Consumo. Posiblemente
sea verdad que no hay peor sordo que el que no quiere oír.
jueves, 25 de abril de 2013
Muerte de un Maestro del Cante
La misma mañana en la que nos desayunamos con que este
sufrido país nuestro ha alcanzado la vergonzante cifra de 6.202.700 parados,
nos llega la triste noticia del fallecimiento del cantaor Manolo Mairena. Sabíamos
que desde hacia tiempo venía luchando contra una cruel y dolorosa enfermedad,
pero no por ello su muerte ha dejado de conmovernos. Manolo Mairena, el menor
de la saga de los Mairena, era un más que excelente cantaor y su legado se nos
presenta imprescindible para entender el Cante Flamenco del último tercio del
siglo XX. Irrenunciable defensor de la estética y la ética clasicista del Arte
Jondo, Manolo Mairena se nos configura como un grandísimo cantaor y uno de los
mejores saeteros de toda la
Historia del Flamenco. Era más, bastante más, que el hermano
pequeño del genial Antonio Mairena, y con él se nos apaga el último rescoldo de
la Fragua de
los Mairena. Su discografía, dado sus meritos cantaores, tendría que haber sido
mucho más extensa. Impagable y eterno el “Vía-Crucis” que grabó con Pasarela.
Descanse en paz este mairenero de pro, buena persona al machadiano modo y
excelso cantaor de la Mairena
más flamenca. Nuestras más sinceras condolencias a toda su familia y al querido
y noble pueblo de los Alcores. Cada día
vamos perdiendo a gente que tanto representaron en nuestros sentires flamencos
y el alma se nos vuelve cansada y pesarosa. Alguien dijo, y dijo bien, que
cumplir años se traduce en sumar muertos. Es Ley de vida según nos dicen, pero
hay leyes que te condenan a la orfandad. Gloria eterna a quienes como Manolo
Mairena nos llenaron el corazón con los sonidos de este Arte parido y
amamantado en la vieja Andalucía. Dios
le tenga en la gloria flamenca.
miércoles, 24 de abril de 2013
El placer de la lectura
Decir que a la largo de mi vida he leído mucho es una verdad
incuestionable, pero decir que podía haber leído muchísimo más lo es aún más.
Por una serie de razones reconozco sin ambages que mi etapa de “ardores
guerreros” ceutí fue de las más prolíficas en mi ya larga carrera de apasionado
lector. Con los años la lectura se nos
aparece más pausada y liberada -¡al fin!- de la apasionante –pero atropellada-
etapa juvenil. He acumulado a lo largo
de los años una numerosa y apasionante biblioteca (tan solo de temas flamencos
deben rondar los 500 ejemplares) y confieso con cierta vergüenza que son muchos
los pendientes de lectura. Aquellos libros que me queden y no pueda meterles el
ojo espero que otros lo hagan por mí. Dada
mi incorregible condición-vocación franciscana los libros prestados -y no
devueltos- deben sumar algunos cientos (no exagero en absoluto). Es muy difícil
que cuando visito cada jueves el Mercadillo no vuelva con algún libro bajo el
brazo. Además de estar pendientes de las ofertas de los Kioscos de Prensa,
recibo algunos libros de Editoriales amigas y suelo comprar alguno nuevo cada
mes. Reconozco que me siento bastante cómodo en mi “cueva” rodeado de libros
por todas partes. Los libros, incluso en las estanterías, están vivos y
ansiando el roce de una mano amiga. Solo
tengo perfectamente clasificados los de Flamenco y aquellos que tienen relación
con Sevilla. Los de Literatura, Historia, Filosofía y Sociología están
diseminados por doquier y encontrar alguno se convierte –a veces- en una
aventura. Antes era capaz de leer y a la par escuchar la radio. Ahora solo
puedo hacerlo escuchando de fondo música clásica. Sinceramente, mi vida cultural la cubro
plenamente alternando música, lectura, teatro y cine (a la “Caja tonta” que le
vayan dando por…). Todo este gratuito ejercicio de “erudición” viene a cuento
para contrarrestar la teoría de que poco o nada podemos hacer para cambiar
nuestro destino. Más que adquirir
Cultura –que también- creo que lo importante es tener inquietudes por
desarrollar. Lo cotidiano se nos presenta asfixiante por su propia naturaleza.
Trabajo, estudios, familias, obligaciones, deudas, compromisos,
convencionalismos… son una parte sustancial e ineludible de nuestra existencia.
Tan solo la Cultura
puede liberarnos a través de la emoción, la reflexión y la belleza del
monocorde mundo en que nos desenvolvemos. Vivir nuevas vidas por medio de lo
verdaderamente culto se nos hace imprescindible para que todo esto tenga
sentido. Recuerdo, hace años, a un
indigente que pedía en la puerta de la Iglesia de Santa María la Blanca (antes de la
restauración) que siempre tenía un libro en las manos. Cuando se metía en la
lectura seguro que su penosa situación personal pasaba a un segunda plano.
Volaba con la libertad de los pájaros y esta libertad se la debía al inmenso
placer de la lectura.
lunes, 22 de abril de 2013
En busca de la ilusión pérdida
“La crisis se produce cuando
lo viejo no acaba de morir
y cuando lo nuevo no acaba
de nacer” (Bertolt Brecht)
Decía Honoré de Balzac: “En las grandes crisis el corazón se rompe o se
cura”. Parece ser que no existe término medio en estas serias cuestiones
existenciales. Si algo le da legitimidad a la existencia humana es la incesante
búsqueda de la felicidad. Esta se nutre de momentos fugaces pero que sin ellos
todo carecería de sentido. En una pasión juvenil, un amor de madurez, un cariño
compartido o en las complicidades del afecto más sincero estarán escritas las
mejores páginas de nuestra vida. Nuestro posicionamiento
religioso-político-cultural-social, la andadura profesional y/o familiar y
nuestra necesaria cuota de bondad, decencia y solidaridad son muecas que
determinarán nuestro currículo personal. Pero al final la felicidad viene y se
marcha montada en el carro del cariño más sincero. Queremos para que nos
quieran y nos quieren para que queramos. El amor ilumina al mundo y el desamor
lo oscurece. Vivimos malos tiempos para el sosiego y en nuestro círculo
afectivo más intimo vemos proyectos personales o familiares truncados por la Crisis. Jóvenes sin futuro;
padres de familia sin presente y personas mayores sin pasado. Estamos ante un
robo generacional que ha instalado la desilusión en la sociedad española. Todo
ha sido adulterado por la rapiña y la codicia de unos pocos impresentables que
han contado previamente con nuestra aprobación (ya no vale decir que hemos sido
ajenos a esta macro-operación de desmontaje de derechos sociales y laborales). Pero
no debemos caer nunca en la desesperanza y tenemos que agruparnos para salir
reforzados del infortunio. Corren malos tiempos para casi todo y estará siempre
en nuestras manos cambiar el rumbo de las cosas. Un día trataron de
convencernos que ya no existían las diferencias en las clases sociales y en un
ejercicio de supina candidez los creímos. Es la ilusión la que verdaderamente
mueve al mundo. En un cruce de miradas furtivas estará siempre la verdad de los
amores soñados. Amar en tiempos revueltos se hace hoy día una necesidad
perentoria. Romeo buscándose “las habichuelas” en Alemania y Julieta
repartiendo currículos a diestro y siniestro.
Los semáforos de la vida española están permanentemente anclados en el
rojo y el verde ni está ni se le espera. Buscar la ilusión en los ojos de un
nieto se me antoja hoy el culmen de –mi- la felicidad. No rendirse ante la adversidad es fundamental
cuando nos llegan los días tormentosos. Buscar la ilusión pérdida para que esto
que se llama vida cobre de nuevo su verdadero significado. ¡A por ellos que son
pocos y andan distraídos recontando sus –nuestras- ganancias!
domingo, 21 de abril de 2013
Por el Amor de Dios
“La única batalla que
un
hombre de bien
no
puede permitir perderse
es
la que libra contra
su
propia conciencia”
El Centro de nuestra Ciudad está
literalmente lleno de personas pidiéndonos por caridad alguna monedilla suelta.
No hay capilla o iglesia que no tenga su indigente de “guardia”. La Basílica del Señor, San
Lorenzo, la Capillita
de San José, Santa Rosalía, San Nicolás o inclusive la Librería San Pablo en la calle
Sierpes tienen a su indigente de “plantilla”.
Son sitios que frecuento casi a diario y uno llega a familiarizarse con
estas personas. En la puerta de la “Casa del Hijo de Dios” hay una señora
rumana que acude a pedir todos los días en bicicleta. Tiene en el interior del
Templo un cartel apoyado en una silla de tijeras que nos explica su penosa
situación familiar. En el pórtico de San Lorenzo pide una muchacha rumana muy
joven y con unas carencias dentales que son un claro exponente de cómo la ha
tratado la vida. En la de Santa Rosalía
se pone a pedir un barbudo señor mayor que se me representa una replica de don
Ramón María del Valle-Inclán. En la
puerta trasera de San Nicolás de Bari (la única que siempre está abierta) se
pone a pedir Cristóbal, persona oriunda del bonito pueblo gaditano de Olvera. Este
educado buen hombre siempre está escuchando la radio y si alguien quiere estar
bien informado de la realidad que nos oprime no tiene más que preguntarle. En
la puerta de la Librería San
Pablo pide una rumana con una falda coloreada y con lentejuelas que le llega
hasta los tobillos. Tiene siempre un pañuelo en la cabeza y está
más tiempo sentada que la
Virgen de los Reyes. Quien
pide -¿o pedía?- en la
Capillita de San José se merece un “Toma de Horas” para él
solo. Un proyecto de artista flamenco
caído muy joven en las garras del infortunio.
Nunca me gustó abrir puertas que sus propietarios quieren que
permanezcan cerradas. Cada uno es dueño
de su vida y la conveniencia de exponerla a los demás siempre será cosa
suya. Estas personas que he citado tienen
un denominador común: su esmerada educación. Nunca abordan a nadie ni sacan a
relucir sus penalidades. Por encima de
nacionalidades o procedencias tienen algo que los corporativiza: son los restos
del naufragio. No se –ni me importa- el destino
último que darán a las monedillas que les damos. Piden, como pasó siempre, en las puertas de
las iglesias. Lo hacen por “el Amor de
Dios” y que nadie dude que nosotros, al darle alguna monedilla, recibimos más
de lo que damos. Es la pobreza más extrema fruto de las circunstancias sociales
o personales de cada ser humano. La Crisis (¿cuándo
desaparecerá esta maldita palabra de nuestras vidas?) ha propiciado que muchas
personas bajen el último peldaño de la escalera que conduce a la pobreza más
extrema. Seamos solidarios con ellos y
no nos escudemos en el manido discurso de que piden para drogas y alcohol. En su dura existencia son personas subidas en
el tren del infortunio. Tienen nombres
como nosotros y a veces un afectuoso saludo les hace comprender que no todo
está perdido. Piden, como hicieron siempre, por el “Amor de
Dios” y a Él no podemos ni debemos fallarle.
viernes, 19 de abril de 2013
Los agoreros
“La tristeza del alma puede matarte
mucho
más rápido que una bacteria”
-
John E. Steinbeck –
-
Existe un espécimen humano por el que
reconozco sentir una verdadera antipatía: el agorero. Para entendernos, también podemos llamarlos
como: los fatalistas. Agorero y
fatalista son dos ramas de un mismo árbol. Son aquellos que nos sitúan en las
puertas del pesimismo militante. Ser
conocedor de la realidad que nos rodea siempre llevará implícito una cierta
dosis de pesimismo. Pero otra cosa bien
distinta es desparramar ese pesimismo entre nuestro círculo más íntimo para
provocar una cierta pandemia de desazón existencial. Si en presencia de un fatalista alguien
comenta que ha montado un pequeño negocio estando seguro de salir adelante, el
agorero le replicará que no se haga ilusiones y que más pronto que tarde tendrá
que cerrarlo. Si comentas el buen día que hace de inmediato te dirá que: “de
acuerdo, pero he leído en Internet que pasado mañana lloverá”. Si coincides con
él en un bar y tu equipo acaba de marcar un gol verás como te dice que
seguramente el contrario empatará antes del final. Se encuentran cómodos desperdigando dosis de
pesimismo a diestro y siniestro y todo, absolutamente todo, siempre será
manifiestamente empeorable. Su propia naturaleza los convierte en seres
perversos y retorcidos y mantenerlos alejados es vital para nuestro equilibrio
sentimental. Puede que en ellos tome
forma aquello que nos repetían continuamente nuestras madres y abuelas: “Niño,
cuídate de las malas compañías”. Te lo encuentras en plena Cuaresma y al
conocer tus preferencias cofrades te suelta sin anestesia: “Pues he leído “no
se donde” que el Martes Santo va a llover”. ¡Tiene cojones la cosa! Tener una
clara percepción de la realidad, padeciendo o conociendo en primera persona los
estragos de la Crisis,
no puede instalarnos en la nube de la bonanza. Tampoco, evidentemente, caer de
bruces en el polo contrario. Pero debemos aplicar a rajatabla el no desfallecer
y terminar aterrizando en manos del pesimismo. Estamos vivos y ese será siempre
un motivo para la esperanza. La
situación socio-económica de las clases más desfavorecidas es patética, pero no
podemos renunciar a nuestro necesario plus de ilusiones compartidas. Apoyándonos unos a otros, y otros a uno, es
como únicamente saldremos de este atolladero en el que nos han metido esta
“caterva” de usureros y corruptos.
Siempre, eso si, bajo la bandera del optimismo. Repasemos mentalmente que tipo de vida
llevaron nuestros padres y abuelos y ahí encontraremos la fuente donde saciar
nuestra sed de justicia y optimismo. Es normal que un día padezcas un “bajón” y
al siguiente te sientas medianamente feliz.
Forma parte del ejercicio de vivir donde templanza y destemplanza
caminan siempre cogidas de la mano.
miércoles, 17 de abril de 2013
Envueltos por la cadencia
Mientras los duendes se transforman en
estrellas
Farruco baila en la cara oculta de la
luna;
canta “Camarón” al compás de Siguiriya
y la guitarra en su funda anhela la mano
de Paco.
La noche se hizo alta en alta mar,
los navegantes de los sueños comentaron:
“Toda la noche oímos pasar pájaros”.
Nos parece que fue ayer
y ya es hoy para siempre;
tiempo perdido entre las manos
resbaladizo como el agua de la lluvia.
Los decadentes buscan la cadencia
los solitarios la soledad sonora;
los poemas deambulan sin cabeza
saltando entre las ramas del olivo.
Walt Whitman estrena cuadernillo.
Mientras se atusa su blanca barba
escribe: ¿quién eres tú?,
¿y
de que has sido culpable en secreto
toda tu vida?
Para confundir a los dioses paganos
Dios escribe con renglones torcidos;
mientras, el diablo acecha agazapado
la flaqueza del hombre en su andadura.
Los hambrientos rezan el “Padrenuestro”
observando pesarosos las cestas vacías.
Y una vez que te dije: “Péinate Juana”
me tiraste los peines por la ventana.
La noche se hizo alta en alta mar,
los navegantes de los sueños comentaron:
“Toda la noche oímos pasar pájaros”
(de “Las siete revueltas” -2011)
martes, 16 de abril de 2013
Gitanos de Badajoz
Llegaron desde tierras extremeñas a la Feria de Sevilla. Eran gitanos de verde luna
tratantes de ganado y gente de almas nobles enredadas en los laberintos del
Flamenco. Capaces de pintarle rayas a un mulo y vendérselo a los “castellanos”
como si fuera una cebra. Como cada año el Prado sevillano los veía llegar
elegantes y enjundiosos, siempre apoyados en sus bastones con sus finos portes
aristocráticos y encasquetados en sombreros negros como el azabache. Botos de
media caña y cañas (de manzanilla) de voto y medio. Bohemios de cuerpos y almas
portando mulas de arreo y jacas tordas de rienda fácil y galope garboso. Lo
cantaba magistralmente “Porrinas de Badajoz”: “Vengo de mi Extremadura / de ponerle a mi caballo / de plata las
herraduras”. Llegaban, pernoctaban, comerciaban, se divertían y se iban
camino de Badajoz por la Ruta
de la Plata. Buscaban
su Extremadura natal cantando entre dientes sus Jaleos extremeños: “Allá arribita en el cerro / hay un caldero
de sopa / que se lo está comiendo un perro”. Llevaban a las gitanas
extremeñas los “jurdeles” para sus faltriqueras y ellos traían el alma llena de
sevillanía. Gitanos de pura cepa uniendo amorosamente Badajoz y Sevilla con el
lazo del Flamenco. Tiempo pasado y testimoniado en viejas fotos y hermosos
grabados. Feria de ganado donde los hombres cerraban sus tratos con un simple
apretón de manos. Sevilla como el
epicentro de la gitanería entregada sin remisión en los brazos del buen Cante
flamenco. Recuerdos de una época perdida en la nebulosa de los tiempos y
ennoblecida por una Ciudad siempre más proclive a su pasado que a su presente. Esta
Ciudad a la par que ha sumado nuevos habitantes ha acumulado una mayor dosis de
soledad de soledades. Se fueron para no volver los gitanos extremeños a su
“Plaza Alta” de Badajoz y aquí nos quedamos descompuestos y sin Feria…de
ganado. Daría un dedo de mi mano (el que más falta me hiciera) por haber podido
ser participe activo de aquella época. Tendré que conformarme con vivir una Ciudad
llena de figurones y envuelta en lo insustancial. Gitanos extremeños cuyos
espíritus vagarán eternamente por el Prado de San Sebastián sevillano.
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