(A mi amigos Javier y Joaquín, vendedores de “cosas” en el Jueves y regaladores de amistad y honda sevillanía).
Curiosamente, los jueves quedan configurados en mi cada vez menos apretada agenda como los más importantes de la semana. Liberado -¡al fin!- de responsabilidades laborales y profesionales puedo disponer de mi tiempo a mi libre albedrío. Mis tareas radiofónicas flamencas concluyeron hace tiempo con el cierre definitivo de la Emisora (Radio Giralda). Mis funciones como Productor discográfico también están ya finiquitadas. Quedaron arrastradas por el desplome de las discográficas en el vilipendiado y ninguneado mundo de los sonidos sonoros que alegran cuerpos y almas. Mi tiempo laboral pasó a peor vida (y yo a mejor). Dedico pues íntegramente mi tiempo a leer, estudiar, escribir, escuchar música, ver cine, pasear por Sevilla y, prioritariamente, a compartir momentos de gozos y zozobras con quienes me quieren y quiero. Nunca he fumado (ni inclusive los “cigarritos de la risa”). Como sano y sin grandes excesos. Bebo con moderación y me encuentro alejado, transitoriamente, del mercado de los amores pasionales. Ando empeñado en seguir intentando buscarme en mi interior y, si alguna vez me encuentro, veremos si procede buscar a alguien para compartir lo encontrado. Me parece que aun admitiendo la teoría del agua que termina por beberte a ti, estoy bastante cómodo instalado en este islote donde pululan los Robinsones Crusoes sevillanos. El jueves, los jueves, se me representa como el día más esperado de la semana. Por la mañana acudo al Mercadillo de la calla Feria para contemplar de cerca los restos del naufragio. Cada semana aumentan los montones de ropas usadas, y los poseedores ayer del dudoso titulo de “clase media” probándoselas sin pudor. Todo se vende y todo a unos precios irrisorios. Puedes comprar un par de libros excelentes en perfecto estado por dos “leuros”. Una bicicleta semi-nueva por treinta. Un abrigo usado de “Massimo Dutti” por diez, o un juego de tazas de “La Cartuja” por lo que consigas en el regateo. Todo está expuesto como nuestras vidas actuales: por los suelos. Herramientas; juguetes; ropas; cuadros; gorras; pilas; fotos enmarcadas; libros; material fotográfico; cromos: “tebeos”; revistas antiguas……Todo lo exprimido del jugo de la vida a disposición del que se estire el bolsillo. La resaca de la existencia humana orillada en las arenas playeras de los mares del olvido. La tarde de los jueves la destino a visitar a mi nieto. El pasado 31 de enero cumplió los dos años. Cada semana que lo visito observo como crecen, de manera paralela, sus inquietudes, sus curiosidades, mis canas y el vientre de mi hija. Una palabra nueva, un gesto, una morisqueta y ya está el abuelo tirando de babero. Cuando llego corre a abrazarme sin perder de vista la inevitable bolsa que porto (con su inevitable regalo). Recuerdo gozoso un jueves del pasado febrero con un frío soriano (¿o es que solo hace mucho frío en Siberia?) del ca…. como se quedó sorprendido al verme. Llegué provisto de sombrero (vulgo mascota), abrigo, guantes y bufanda. Se diría para sus adentros: ¿Este es mi abuelo o el del anuncio de “Sandeman? Cuando me vuelvo para mi “cueva” traigo la sensación de haber aumentado mi nivel de felicidad.
Al final, es posible, que todas las coincidencias tengan un marcado carácter providencial. Puede que no sea casualidad que, para mí, el día más importante del año sea un jueves. Concretamente uno que nos dice el almanaque de la Ciudad que se llama: Jueves Santo.
1 comentario:
No sabes, Juan Luis, cómo añoro las mañanas del jueves, desde que tengo el bar me es imposible acudir. Antes, solía ir todas las semanas,recuerdo una época que lo trasladaron a la Alameda.Un saludo.
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