“Ni el Clero ni el Derecho Canónico pueden sustituir a la interioridad del hombre”
- Carlo María Montini
(Cardenal de Milán desde 1979 hasta 2002) -
El ejercicio de la reflexión –pensar en definitiva- siempre tuvo mala prensa entre los que quieren pensar por nosotros. El ser humano, desde que nace hasta que deja de respirar, siempre vivió instalado en la duda de todo cuanto le rodea. El maniqueísmo se nos presenta como una táctica preconcebida e impuesta por los poderosos de la Tierra. Nada podemos elevar a la consideración de definitivo, incluyendo aquello que da sentido a nuestras vidas: el amor, la familia y la amistad. En lo político, lo social, lo cultural y lo espiritual, siempre estaremos sometidos a los vaivenes producto de nuestro deambular por la vida y sus cosas. Dice una letra muy conocida del Flamenco: “Yo seré como la mimbre / que la bambolea el viento / pero se mantiene firme”. La libertad es una conquista irrenunciable que, unido a la salud y el afecto, configura cuanto necesita el ser humano sentimentalmente para existir. Jules Renard en una reflexión de duda existencial escribió: “No se si Dios existe pero sería mejor para su reputación que no existiera”. Sin embargo fue un cartero italiano quien al devolver una carta a su remitente puso las cosas meridianamente claras. Escribió escuetamente al dorso de la misiva: “Murió sin dejar señas”. Jesús nos enseñó a buscar a Dios a través del amor y la solidaridad. Otros, desde el báculo y la mitra, que lo hagamos siempre sobrecogidos por el miedo a los infiernos. Existen días que, desde que te levantas, encuentras a Dios por todas las esquinas. Sin embargo, en otros, nunca se te termina de aparecer. La Fe no pude ser una especie de póliza que salvaguarde, a ti y los tuyos, de todo lo malo que te rodea. Dudar en definitiva es el mejor síntoma de que existimos a través del pensamiento y la reflexión. “¿De donde venimos, para que estamos aquí y hacia donde iremos luego?”, configuran las tres grandes incógnitas de la existencia humana. La Filosofía siempre giró en torno a las mismas. Una estampita en la cartera no puede, por si sola, cubrir la gran interrogante de la existencia humana. La religiosidad popular se nos presenta como el camino más certero de llegar al Dios Padre. Nos apoyamos en las imágenes de Jesús y su bendita Madre para que se nos muestre benevolente el Padre Celestial. No es casualidad que la “oficialidad” del Clero nunca “comulgara” con esta forma sentimental que emana del corazón de la gente. Las mujeres sevillanas hace mucho tiempo que cambiaron el “Padre nuestro que estás en los Cielo” por el…. “Padre mío que estás en San Lorenzo”. Necesitan que la Fe –la suya y no la impuesta- tenga efectos visuales tangibles y ahí tienen al Hijo del Carpintero para proyectarla. Duden de cuanto quieran, pero ¿quién es capaz de dudar en Sevilla de la divina presencia del Gran Poder?
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