Bajaron por la sanluqueña calle
de la Plata con dos copas de más y tres penas de menos.
Venían de las Piletas de darle los buenos días a las primeras luces del
amanecer. Traían el alma llena de Cante Jondo y en sus pupilas brillaba una
cansada y tibia luz de noche de vino y juerga. Andaluces errantes buscando en
la eterna madrugada de los tiempos lo que los luminosos días siempre les
terminan negando. Traían las blancas camisas abiertas de par en par y sin
apenas botones. Las mujeres se habían quedado en las casas guardando los niños
y la honra de los ausentes. La mañana olía a vino recién terminado y a café
recién hecho. Se agarraban de los hombros unos a otros para que el equilibrio
no los abandonara antes de cruzar el dulce reino de las sabanas blancas. Alguien dijo lo de tomar la penúltima copa y
todos sonriendo se miraron la medalla de la Virgen del Rocío que les colgaba del pecho. Hijos
de levantes y ponientes ebrios de vino y vida. Eternos andaluces caminando hermanados
con dos copas de más y tres penas de menos. Todos con la esperanza de que el Dios de sus abuelos los estuviera esperando en
la última playa.
Juan Luis Franco – Miércoles
Día 11 de Mayo del 2016
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