miércoles, 2 de febrero de 2011

Pero, ¿quien nos cambia el paso?



Al poco tiempo de cesar en sus actividades políticas, recuerdo una entrevista en el “Diario de Sevilla” a Javier Solana. Sin duda –junto a Felipe González- el político español contemporáneo más influyente en Europa. En la misma, y cuando se le preguntaba por la Crisis, respondía que la misma les había cogido por sorpresa y con “el paso cambiado”. Venía a decir lo siguiente: “nos acostamos el lunes en Europa cómodamente instalados en el Estado del Bienestar y nos levantamos el martes pobres de solemnidad”. Ni más ni menos. Esto lo decía alguien que había ocupado cargos europeos de máxima responsabilidad. En su respuesta el señor Solana no escondía ningún “as en la manga”, pues su trayectoria es de una solvencia, eficacia y transparencia a prueba de bombas. ¡Que falta nos harían políticos de la talla de don Javier Solana en la España actual!

¿Qué ha pasado pues para el derrumbe económico y social que padecemos? Si algo tenemos que asumir los andaluces entre nuestros tópicos es el de la desmesura (la exageración para entendernos). Nosotros no tenemos una crisis tenemos tres: la europea; la nacional y la nuestra particular (si además eres sevillano podemos hablar de una cuarta como las Sevillanas). Ya, la mayoría, nos podemos considerar extraños en el Paraíso que configuraba la tan cacareada “Clase Media”. Nuestro capital lo componía un trabajo más o menos estable; unas tarjetas de créditos y el coqueteo de una banca loca por prestarnos dinero procedente de sus repletas arcas. Puro humo y pura entelequia, al que ha bastado que cambie la dirección del viento para irnos todos a hacer puñetas.

Estamos instalados en una Sociedad enferma de consumismo compulsivo y huérfana de principios y valores morales e intelectuales. Creíamos ingenuamente que la sacrosanta Democracia tenía su fundamento en nuestra capacidad de elegir a través del voto. Puro camelo que lamento constatar desde mi atalaya de demócrata converso y confeso. No son los políticos –elegidos por nosotros- los que determinan nuestro presente y nuestro futuro. Para nada, no seamos ingenuos: son en definitiva los banqueros quienes mandan en nuestras vidas. Voces autorizadas llevan tiempo denunciando esta abusiva situación y, por ende, clamando en el desierto.

Felipe González ya ha dejado claro que, dado que no se ha profundizado –no interesa- sobre los orígenes de la crisis, a la par que empezamos a remontar estaremos ya incubando la próxima. Estamos en manos de los usureros de las finanzas que, primero provocan la crisis, y luego nos exigen un costoso peaje en la aduana del remonte. Nadie piense ni crea que las sociedades cambian su rumbo de manera espontánea. No podemos consentir que nuestros políticos sean meros comparsas del poder económico y, admitir por las buenas, que los “poderes fácticos” sean más fácticos que nunca. No es casualidad que la siempre admirada Alemania ya haya remontado la Crisis (en el 2010 se crearon más de 300.000 puestos de trabajos netos y lejos de los “contratos basura). Basta con preocuparse de como el Gobierno alemán controla a sus banqueros –y a los políticos corruptos- y ya las cuentas empiezan a cuadrarnos. El país, y el bienestar de sus ciudadanos, como centro neurálgico de las actividades políticas y financieras. Una cosa parecida a lo que ocurre en nuestra Piel de Toro. ¡Por los coj……!

No podemos permitir que muchísimos jóvenes que están ilusionados en crear una familia vivan y trabajen para pagar sus abusivas hipotecas. Tampoco que existan tantos padres de familia sumidos en la desesperación que produce el paro. Que el hambre pasee su derrota humana entre tanto lujo desmedido, y tantos “chorizos” de guante blanco manchados de mierda y sangre. Que exista una legión de enchufados con los carnés de los partidos en la boca, mientras nuestros jóvenes más brillantes se buscan “las habichuelas” allende nuestras fronteras. Mucho menos que la corrupción y la “mangoleta” campen a sus anchas ante la indignación y el asombro de las personas decentes. No podemos ni debemos instalarnos en la excusa del: “¿yo que puedo hacer para cambiar este estado de cosas? Bastaría con abandonar nuestro cómodo sitio en el patio de butacas de la sociedad, y subir al escenario exigiendo ser parte activa de la obra de nuestras vidas. Pasar, en definitiva, de espectadores pasivos a actores activos. Ni más ni menos.

1 comentario:

Manuel Bohórquez dijo...

Felicidades, amigo Juan Luis.
Un abrazo.