Mañana es el día de la Inmaculada Concepción; concepción libre de mácula y de pecado. Limpia y Pura para que nosotros podamos redimir nuestras miserias postrándonos ante su presencia. No existe manera más hermosa y rotunda para definirla que la de: Purísima. Los “Tunos” tomarán hoy el Barrio de Santa Cruz y los aledaños de la Catedral como un intento baldío de resucitar por un día “Lo que el tiempo se llevó”. Hoy los verdaderos “Tunos” están en los Parlamentos y en los Consejos de Administración de los Bancos. De niño los componentes de la “Tuna” siempre me producían una cierta sensación de envidia. No por su condición de “Tunos”, sino por ser lo que yo nunca pude ser: universitarios. En la rama familiar de mi padre abundan –o abundaban- las Conchas y las Conchitas. Empezando por mi tía-abuela, la insigne bordadora Concepción Fernández del Toro (para nosotros siempre la bondadosa y esplendida “Tita Conchita”). Mi tita Concha esposa de mi tío Víctor Franco y mi queridísima prima Conchita. Persona esta reconocible en su bondad y con un sentido de la solidaridad cristiana verdaderamente admirable. En Sevilla las “Conchas y Conchitas” eran legión y hoy pueden no ser más que un reducto de nombre femenino en vías de extinción. Las cosas de las modernidades que se engullen las tradiciones bajo la sacrosanta “Bandera” del vanguardismo. Dos excelsas “Conchas” en mi memoria sentimental-cultural. Una, la inigualable Conchita Piquer (Doña Concha para los que la veneramos) y otra la genial Concha Velasco (“Conchita I de Valladolid” para sus muchos admiradores). Mañana empiezan de verdad los preámbulos gozosos de la Navidad. Los días por llegar serán –o debían ser- placenteros y hechos a la medida de una Ciudad como Sevilla. Estas tardes grises y frías se nutren del calor humano de los paseantes que, pertrechados de abrigos y bufandas, la toman amorosamente al asalto. Nunca en el calendario sentimental sevillano estuvieron más cerca el Alfa y el Omega que en estos postreros días de Diciembre. Jesús nacerá para la vida efímera y la muerte eterna, mientras que nosotros nacemos para volver a ser de nuevo niños. No nos podemos permitir ser enteramente felices mientras exista en el mundo un solo niño que se muere desnutrido. Corren tiempos de extrema dificultad para muchísimas familias y ahora, más que nunca, tenemos que recuperar –mezclada- la sabiduría de los ancianos (lo de “mayores” cada vez me gusta menos) y la inocencia de los niños. Los días de Diciembre avanzan lenta pero inexorablemente hasta desembocar en la puerta de un pesebre. Mañana ya será 8 de Diciembre y toca empezar a desnudar las paredes del alma. Tan solo en los ilusionados ojos de los niños podremos encontrar a Dios estos días. Son puros por inocentes e inocentes por puros. Una Sociedad (como la nuestra) donde se les margina y abandona, más que Sociedad merece llamarse “Suciedad”. Felicidades anticipadas a Conchas, Conchitas e Inmaculadas.
viernes, 7 de diciembre de 2012
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