Soñaron con una casa campestre con las paredes de carne-membrillo de
Puente Genil y las puertas de tocino de cielo. Con ventanas y balcones donde se
pudieran plantar geranios y buganvillas en macetas de cristal blanco. Con
azoteas llenas de cordeles de hilos de oro donde las ropas recibirían bailando
por Bulerías al sol de la mañana. Con
corrales traseros donde las gallinas pondrían huevos de zurcir medias de
cristal y los conejos estarían exentos de alambradas metálicas. Con un pozo
lleno de vino mosto de Umbrete y con su brocal cubierto de jazmines. Soñaron con una calle sin nombre ni casas
numeradas donde nadie le resultaba extraño a nadie. Soñaron con una Barrio
donde la noche cada amanecer abrazaba cariñosa a la mañana. Soñaron con una
Ciudad donde el norte no existía y todos sus confines limitaban al sur. Donde
los viejos contaban cada noche un nuevo capítulo de la “Historia interminable”
y donde, los niños, soñaban con que tuviera un final feliz. Soñaron con atrapar
los besos perdidos para la “Ley del Deseo” entre las comisuras de los labios. Soñaron
con reorientar a la paloma de Alberti hacia el paraíso sureño del Puerto.
Soñaron con ayudarlo a Él a postrar su madero en el suelo y enseñarle las
puertas del recinto amurallado. Soñaron
con un poema sin más medida que el aleteo de las mariposas por los jardines
antiguos cernudianos. Soñaron con que siempre les mandara el más sabio y
honrado de la tribu. Soñaron con barcos surcando los mares de los sueños. Con una fértil tierra poblada de
niños-hombres y de hombres-niños.
Soñaron con madres eternas donde quedaba terminantemente prohibida la
orfandad. Soñaron con un Dios justo que le daba a cada uno lo suyo. Soñaron con que el eco de la montaña fundiera
canto y cante. Soñaron con la derrota de la pena y el noble triunfo del gozo.
Soñaron con las mujeres que algunas veces decían si y con los hombres que
algunas veces decían no. Soñaron con
puertas siempre abiertas y con postigos siempre cerrados. Soñaron con madrugadas
eternas de flamencos de Cante grande y ganancia pequeña. Con ateos portando
cruces de guía y creyentes portando estandartes paganos. Soñaron con la
multiplicación infinita de panes y peces para saciar la inmisericorde hambruna
de siglos. Soñaron con campanas roncas de llamar a gloria. Un día, un triste
día, cuando se fueron a dormir soñaron con besar la luna y… ¡se despertaron
llorando!
viernes, 22 de febrero de 2013
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