El problema no es que nos sintamos cómodos viviendo con la mentira; lo peor es que la mentira se sienta cómoda viviendo con nosotros.
Si en un ejercicio de masoquismo eres capaz de ver completo algún informativo de alguna cadena privada ya sabes que, irremediablemente, te tocará coger la fregona y limpiar los charcos de sangre de tu salón. Todo se filtra a través del tremendismo y ya se sabe como funciona esto: a mayor espectáculo, mayor índice de audiencia y mayores posibilidades de contratar más publicidad. Es su principal fuente de ingresos y a eso nada que objetar salvo, evidentemente, que lo hagan con un proceso de permanente manipulación. Antonio Muñoz Molina, que con su acostumbrada clarividencia siempre acierta, dice que los periodistas, los buenos periodistas, solo deben dar pábulo a las cosas verdaderamente sustanciales para la vida de las personas. El buen periodismo debe sustentarse en el rigor y la objetividad. Intentas informarte del mundo en que te ha tocado vivir y sales del trance portando un montón de banderas. Estamos instalados en una Sociedad donde proliferan los farsantes y no es justo (ni bueno) que paguen justos por pecadores. El rigor informativo emborronado con los churretes de las mentiras de los mercaderes y los falsos profetas mediáticos.
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