"Cuando asumimos que la política actual es una farsa no podemos pretender que la verdad aflore en nuestras vidas"
Desde que empezó esta pesadilla, a la que llaman Pandemia, la percepción de las cosas varían en función de quienes las gestionen. Somos, en definitiva, receptores de mensajes adulterados y, en no pocas ocasiones, manipulados. Todo gira en torno a los intereses de aquellos que los emiten. Desde hace ya muchos meses los informativos se abren con los datos del avance (o retroceso) de la Pandemia. Estos siempre siguen el mismo patrón: número de personas contagiadas; número de personas hospitalizadas; número de personas en la UCI y, casi sin darle mayor importancia, las personas fallecidas. Ahora, afortunadamente, la sexta ola va remitiendo y existen razones científicas para pensar que, más pronto que tarde, vamos a salir de este duro atolladero. Sin embargo llama la atención con la banalidad que se trata el número de personas fallecidas. Aquí se habla de cincuenta, cien o doscientas muertes sin darle mayor importancia. Olvidan que lo más trágico de una batalla (la Pandemia lo es) son los caídos en el combate. Dicen, como dato muy positivo, que las UCI se han visto aliviadas con la salida de cien personas para, a continuación, comentar que con relación al día anterior hay cien nuevos fallecidos. Por tanto es lógico preguntarse: ¿Cuántos de los que han salido de la UCI ha sido para engrosar la tremenda lista de personas fallecidas? No podemos contextualizar a los que nos dejaron para siempre como meros números dentro de una global estadística. Tienen (tenían) nombres y apellidos y cada persona ha sido un proyecto vital interrumpido (las personas mayores también tienen vidas por gastar). Todo dentro de un contexto personal y familiar determinado. A mí se me viene a la mente Manolo. El hijo de un buen amigo. Tenía 45 años de edad y deja a dos niños pequeños y a una viuda que tendrá que rehacer su vida con una pensión de 800 euros mensuales. O a Fermin, un vecino de 65 años de edad que estaba loco de contento porque iba a tener su primer nieto. Esto es lo que debía llamar nuestra atención y no la devaluación de la vida que, vía cifras, se proyecta desde la "Sala de máquinas " del mundo de la política. Esta Pandemia va a dejar una profunda huella en nuestra Sociedad. Lo que ocurre, desgraciadamente, es que cada día cobra más fuerza el lema que dice: "La diferencia entre un estadista y un político es que el primero piensa en las próximas generaciones y, el segundo, sólo piensa en las próximas elecciones.
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