El gran Manuel Vicent nos ha regalado una obra de arte en forma de libro dedicado a la genial Conchita Piquer (doña Concha para la eternidad). Se titula “Retrato de una mujer moderna” y está editado por la siempre eficaz Editorial Alfaguara. Este es un libro de obligada lectura para todos aquellos y aquellas que deseen documentarse sobre una artista inconmensurable y la época que le tocó vivir (a ella y a nuestras madres y abuelas). Este excelente libro tiene una primera lectura apasionante y apresurada (se lee de un tirón) para luego, en una segunda lectura, recrearnos de manera más pausada con la maestría de este escritor valenciano que, a la postre, se nos reafirma como uno de los más grandes narradores españoles actuales. Conchita Piquer (doña Concha) siempre queda configurada como la principal abanderada en el hoy denostado y olvidado género de la Copla. Una artista que ocupa el mismo espacio artístico que una María Callas en la Música Clásica; una Ella Fitzgerald en el Jazz o una Areta Franklin en el Soul. Hoy la Cultura popular ni está ni se le espera. Todo es de consumo inmediato y con nulas connotaciones sentimentales. La Copla, el maravilloso Mundo de la Copla, ha sido literalmente arrasado y marginado por unas tendencias “modernas” que tachan de franquista a todo aquello del pasado que ni les gusta, ni entienden ni se ajusta a sus intereses “culturales” (políticos). Este necesario y magnífico libro de Manolo Vicent pone en su justa medida la gran figura de Conchita Piquer (doña Concha). Una mujer moderna y con grandes fundamentos liberales en una etapa de este País donde ser liberal te acarreaba funestas consecuencias. Que la mujer que entonces era la más famosa del país viviera con el torero Antonio Márquez, un hombre casado, era un escándalo de incalculables dimensiones. Lo que ocurre es que “la Piquer” era mucha mujer como para arrugarse ante las habladurías de la gente. Escritores tan poco sospechosos de “rancios” como Terenci Moix o Manuel Vázquez Montalbán (quién definió a la Copla como “la caja negra de la emoción de España”) ya nos dejaron escritas páginas bellísimas sobre el género de la Copla por la que sentían una especial fascinación. Conchita Piquer (doña Concha) en cualquier país del mundo gozaría de una gran admiración siendo reverenciada como un auténtico emblema nacional. Por estos lares las cosas discurren de distinta manera. Tenemos al liquidacionista “Séptimo de Caballería” dispuesto a librar batalla contra todo lo que tenga profundas raíces culturales y artísticas españolas. Se ha ninguneado y despreciado a las grandes intérpretes de la Copla por considerarlas depositarias de un género menor, obsoleto y superado por los tiempos modernos. Sinceramente imaginar la Cultura popular de este hermoso y sufrido país sin la aportación de la Copla es como entrar de lleno en el vacío existencial. En tiempos tan banales como los que padecemos leer esta obra de Manuel Vicent dedicada a Conchita Piquer (doña Concha) se nos antoja como algo fundamental. Un pueblo que no es capaz de defender sus señas de identidad culturales y artísticas está abocado a permanecer eternamente a la deriva. “Él vino en un barco de nombre extranjero”…..y le dejamos el puerto de atraque de Andalucía para que Rafael de León llenara nuestras vidas de sentimientos compartidos. Conchita Piquer (doña Concha) unida de por vida a unas muchachas que cantaban a coro sus coplas de mocitas casaderas en talleres de costuras. Coplas de amores y desamores, amorosamente atadas a barreños de lavar, de hacendosas mujeres de corrales de vecinos que cantaban “Ojos verdes” como antídoto eficaz contra la dureza cotidiana. Nunca lo olvidemos: se llamaba Conchita Piquer y el pueblo la conocía como doña Concha.
lunes, 21 de noviembre de 2022
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