Vivimos tiempo convulsos donde la tragedia se ha apoderado de los salones de nuestras casas. La Historia de la Humanidad es la historia de las mil formas que los hombres han adaptado para poder matarse. Los daños colaterales siempre son la viudedad de las mujeres y la orfandad de los niños. Cuando una guerra discurre por los siniestros senderos de la barbarie ya casi nadie sabe dilucidar el origen de la misma. Lo que se está viviendo en la Franja de Gaza supera, por su inmediatez mediática, todo cuanto pueda soportar las mentes y los corazones de la gente decente. Se matan sin piedad a personas (niños incluidos) que ya no saben donde refugiarse y que son pasto de las inmisericordes bombas. El origen de esta masacre parece que ha sido olvidada por una parte de esta dogmática progresía que ni puede (por no saber) ni tampoco suma (por no entender). El grupo terrorista Hamás inició una cobarde y criminal incursión en Israel matando a sangre y a fuego a todo ser viviente que encontraban a su paso. Irrumpieron en un Festival de Música que se estaba celebrando al aire libre asesinando y secuestrando a muchos de los asistentes. Luego, como cobardes sanguinarios, se vuelven a los cientos de kilómetros de túneles que tienen construidos en Gaza para poder vivir bajo tierra. Tan solo salen para tirar la piedra y esconder la mano. Buscaban la respuesta tremenda y desproporcionada que las fuerzas armadas israelíes iban a perpetrar contra el pueblo palestino. Israel no hace prisioneros. El resultado ya nos lo muestran los informativos con todo lujo de detalles. La muerte campando a sus anchas entre los escombros y el dolor más infinito. Conviene no ser ingenuos y comprender que esto es lo que perseguían los terroristas de Hamás. Una publicidad gratuita para demonizar al pueblo de Israel. Nada ni nadie puede justificar la barbarie programada contra los palestinos. Tampoco es de justicia dejar al margen de esta situación la criminal y canallesca actuación de Hamás. Estos, que lo mismo les molesta la ayuda española a la invadida Ucrania que obvian condenar sin reservas a Putin o a Hamás, pretenden ahora convertirse en la conciencia de todos. Es imposible entender la cultura occidental sin la aportación del judaísmo y sobre ellos se proyectaron las sombras de la mayor masacre de la Historia (el Holocausto). Los políticos de cualquier ideología tienen la ineludible obligación moral de denunciar y parar esta barbarie. Difícil tarea en un mundo globalizado y donde los intereses partidistas y de países siempre terminan prevaleciendo. Israel y Palestina; Palestina e Israel o se configuran como dos Estados o la sangre nunca terminará de secarse. Desgraciadamente nos quedan todavía días muy negros de este cruel genocidio. Hasta el Dios de nuestros mayores se preguntará desde los cielos si mereció la pena crear al primer hombre.
martes, 28 de mayo de 2024
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