Decir que en la actualidad existe una fuerte desafección ciudadana hacia el mundo de la política creo que no es más que constatar un hecho evidente. Los tan necesarios razonamientos; la necesaria confrontación dialéctica y la validación de los argumentos propios (en confrontación con los ajenos) han pasado a mejor vida. Ahora, en política y de manera definitiva, impera el mundo de la calumnia, el bulo, la descalificación y, en no pocas ocasiones, el insulto más soez. Los más peligrosos son los “meritorios” y “meritorias” que tratan de abrirse camino en sus Partidos a golpes de exabruptos. Son personajillos que pululan por el Parlamento y el Senado buscando una oportunidad para demostrarles a sus jefes su verdadero “potencial” político. Hace ya muchos años que desistí de presenciar en directo o en diferido como remueven cada día el fango de la política. Lo hago en primer lugar por una simple cuestión de higiene moral y por no asistir como espectador a este lamentable espectáculo. Han convertido el intentar estar bien informado en un ejercicio de masoquismo. Entiendo y creo firmemente que en todos los Partidos políticos existen personas sensatas que desarrollan su actividad dentro de los cauces del respeto y las buenas formas. Son, desgraciadamente, una minoría que se ven arrastrados por este alud de mierda política y mediática. El buen político se sostiene y se nutre de cuatro elementos fundamentales. A saber: honradez, sensatez, espíritu constructivo y buena capacidad de gestión. Parece fácil pero busquen a estos ejemplares en la selva de la política actual y comprobarán que son una especie en vías de extinción. Ya no hace falta argumentar nada pues la verdadera valoración siempre vendrá de su alto grado difamatorio y su nivel de descalificación. ¿Qué puñetas leerá esta plebe? ¿Van alguna vez al Cine o al Teatro¿ ¿En que parte de su recorrido existencial perdieron el morral de los valores? ¿Qué principios cívicos y morales les enseñan a sus hijos? Insultan, descalifican y calumnian mientras su bancada se parten las manos aplaudiendo. No tienen limites pues saben que, desde la racionalidad, poco o nada le pueden aportar a una sociedad democrática. Se encuentran muy cómodos descalificando al adversario (para ellos siempre enemigos) y han conseguido algo muy peligroso: la completa desafección política de la ciudadanía. Aunque, eso si, siempre son los otros los que embarran las cosas de la política y ellos, en uso de su legitimo derecho, no hacen más que defenderse. Son personajillos irrelevantes que con tal de hacer méritos son capaces de perpetrar los “discursos” más miserables. Crean de manera permanente “Comisiones de Investigación” cuando son ellos, como demócratas, los que de verdad necesitan ser investigados. La mala gente que decía Machado que va apestando la tierra. Lo más triste es que viven opíparamente a costa del dinero de los sufridos contribuyentes. Los “jefes” de los Partidos los jalean y los mantienen hasta que ya ven que no les son de ninguna utilidad. Entonces los dejan caer y pasan de inmediato al ostracismo más absoluto. El merito, los “méritos” contraídos en sus quehaceres políticos ya les resultan insuficientes para seguir chupando de la teta del Estado. Se van como se van las nubes en la Primavera: sin que nadie añore su ausencia. Debilitan con su comportamiento a las instituciones democráticas y al final consiguen que la gente considere a la Democracia como un mal menor. Por sus “méritos” los conoceréis. La meritocracia, la falsa meritocracia de sus inocuas señorías.
jueves, 16 de mayo de 2024
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