¡Que faena Enrique, que faena! Llegaste y te vas de entre nosotros como las olas del mar bravío. Radiantes a su llegada y tristes en su lento retroceso de encajes blancos. El próximo día 25 hubieras cumplido los 68 años de edad. En lo humano eras inmensamente feliz con tu nueva condición de abuelo y, en lo Flamenco ya habías terminado, entre vítores y clamores unánimes, tu larga travesía en el desierto. Aquella que padecen los elegidos por la gloria del Arte y, esquivando de continuo los tiros de los francotiradores del purismo flamenco. Te adentraste hace unos días por las lindes de las revisiones rutinarias de la medicina y, los médicos detectaron que aquello iba bastante en serio. Te operaron de urgencia en una intervención que se antojaba interminable. Las cosas se complicaron en el postoperatorio y te tuvieron que volver a intervenir. Después entraste en el limbo de los preámbulos de la muerte y, a lo que los médicos llaman “estado de coma irreversible”. Al final, la vela de tu existencia se fue apagando, hasta perder definitivamente su tenue luz ante el reino definitivo de las sombras. Ya eres Historia del Flamenco y de la Vida. Pero, ¡que Historia y que Vida la tuya Enrique! Llegaste a Madrid procedente de tu Granada natal siendo muy joven (creo que tenias 15 años). Te supiste rodear del afecto y la sabiduría de viejos patriarcas del Flamenco. Tales como Pepe de la Matrona; Aurelio el de Cai; Bernardo el de los Lobitos; Rafael Romero “El Gallina” o Félix de Utrera. En los ambientes flamencos de la Villa y Corte eras conocido como Enrique “el Granaino”. Tus inquietudes te llevaron, junto a la mágica guitarra de Manolo Sanlúcar, a expandir el Flamenco dando recitales en círculos universitarios. Ilustraste con tu Cante conferencias del gran flamencólogo Pepe Blas Vega. Tablaos, recitales, actuaciones, grabaciones….no parabas ni un momento en tu frenética actividad flamenca. Tu legado discográfico cantaor es de los más hermosos de toda la Historia del Arte Jondo. Nunca nos dejaste indiferente ante lo que nos ofrecías. Desde tus primeras grabaciones cortando nuestro aliento cuando te acordabas de tu maestro de referencia, don Antonio Chacón, hasta las más recientes inmerso ya en la vorágine del vanguardismo más exquisito. Siempre polémico, siempre creativo y siempre… ¡Artista! Ninguna de las distinciones habidas y por haber en esta España de camisa blanca pasó de largo por tu puerta. Todo parecía poco para rendir homenaje a quien- junto a Camarón- ha marcado el devenir de los próximos años del Cante Flamenco. García Lorca, Miguel Hernández, San Juan de la Cruz y cuantos poetas llevaste a través de tu garganta al terreno de lo Jondo, nunca se nos ofrecieron más auténticos y populares.
No podías ser de otro sitio que de Granada la bella. La Ciudad más hermosa del globo terráqueo. Solo tiene un defecto: el del acaparamiento. Ella lo deja bien claro. ¿Qué queréis una flor?, pues ahí tenéis las Jardines del Generalife. ¿Un recinto donde se confundan los sueños, el arte y la belleza?, pasearos por mi Alhambra. ¿Un sitio donde convivir en paz y armonía?, iros de madrugá al Barrio del Albaicín. ¿Un Poeta para haceros la vida más llevadera y ensoñadora?, llevaos a mi hijo Federico (García Lorca) y, no traerlo hasta que cesen los ruidos de los cerrojos de los mosquetones. ¿Un Guitarrista de Flamenco me decís?, os presto para la gloria flamenca a Juan Carmona (Habichuela). ¿Un bailaor que funda el hielo de la sierra con el fuego de la fragua?, os presto a mi Mario (Maya), pero tratármelo con esmero que para él no tengo sustituto.
¿Un cantaor equiparable en esplendor al Niño de Marchena y que os haga soñar desde el quejío?, Enrique (Morente) mi hijo cantaor más deslumbrante es tan vuestro como la bandera blanca y verde. ¡Se puede dar más Arte condensado en menos gente!
Hace ya algunos años Enrique puso de moda un tema flamenco cuya letra empezaba diciendo:
Si yo encontrara la estrella que me
guiara
Yo la metería muy dentro de mí
pecho
y la venerara, si yo encontrara la
estrella
que en el camino me alumbrara.
La encontraste Enrique, ya lo creo que la encontraste. En esa hermosa criatura flamenca que distes al Arte Jondo y a la que pusiste, no podía ser de otra forma, Estrella. La misma que a no dudar hará que con su deslumbrante presencia de artista y cantaora te sigamos viendo vivo. Tu otra estrella, la de insigne cantaor, ya hace tiempo que estaba armoniosamente anclada en el firmamento donde brillan eternamente los grandes, muy grandes, del Flamenco.
Adiós lastimero de sol y luna del Albaicín para despedir al impagable ciudadano del mundo don Enrique Morente Cotelo. Pañuelo de despedida para este andaluz universal, sangre de nuestra sangre de hombres comprometidos con la Libertad y la Cultura, llamado Enrique Morente. Pésame solidario para Aurora Carbonell, tu compañera, y para toda tu gente. Bienvenido seas al páramo por donde pululan aquellos que llenaron nuestras vidas de emociones y sentimientos.
Llora Granada y, cuando Ella gime, el mundo deja de girar para que el sol no rompa la magia de la noche. Federico sentado placidamente en su Huerta de San Vicente escribe su soneto de amor y pena. Mario baila en el cielo proyectando su sombra sobre las lindes de los olivos (como cuando soñaba Granada desde el barrio sevillano de la Florida). Juan estremece al alba tocando por Soleá en eternas madrugás de cante y vino y, Enrique el Grande canta aquello de:
Pañuelo que me lleva
Y en el cuello tan florío
Que bien saben los flamencos
Que en algún tiempo ha sio mío.
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